1-H. El doctor musical.

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Ya estaba amaneciendo.

Y hacía tanta calor, que el Doctor tuvo que quitarse la chaqueta cuando salieron a la azotea del ministerio del tiempo.

–¿Siempre hace este calor? –se quejó el Doctor–. Porque la última vez que estuve en Japón hacía más fresco.

Karin no contestó al instante. Le fascinaba el nuevo look del Doctor. Parecía un músico de los años 80 del siglo pasado.

–El planeta se está recalentando por culpa de la contaminación.

–Siempre que venía por la Tierra y me pedían asesoramiento sobre el tema energético, les decía lo mismo, que utilizaran fuentes de energía alternativas al combustible fósil.

–Y lo estamos haciendo, pero hay muchos científicos que dicen que las medidas para evitar el cambio climático se aplicaron demasiado tarde. Ahora tenemos que adaptarnos como podamos. Fíjate en mi uniforme, por ejemplo. Asimila el calor de mi cuerpo para activar su sistema de refrigeración. ¿No ves que yo no sudo al contrario que tú?

–Estos humanos. Solamente cuando estáis en peligro, demostráis lo que valéis.

Karin se percató que ni siguiera se ofendió con el comentario presuntamente despectivo del Doctor. Realmente, empezaba a verle con otros ojos.

Así que volvió a abofetearse, sorprendiendo al Doctor, que preguntó:

–¿Qué pasa?

–Nada, una mosca molesta –contestó Karin para luego pasar a otro tema–. Ven, te llevaré en mi aero-moto.

Subieron al vehículo, con Karin en los mandos y el Doctor sentado detrás de ella. Cuando la piloto notó la fuerza de los brazos del Doctor al sujetarse a sus hombros, no pudo evitar estremecerse. Se concentró en la conducción. Activó los motores de la aero-moto y el artefacto se elevó en el aire para sobrevolar la vasta urbe de New Port City.

Era hora punta. Los habitantes de la ciudad aprovechaban el relativo frescor de esas horas de la mañana para desplazarse a sus respectivos puestos de trabajo. Se podía comprobar ese tráfico desde las alturas, con las autopistas atestadas de coches y las aceras repletas de peatones de caminares apresurados. Y por doquier, los tejados estaban tomados por antenas parabólicas, placas solares y jardines zen.

La aero-moto llegaba a sus dos pasajeros por los cielos, compartiendo las rutas aéreas con los helicópteros de la policía, de los hospitales y de los medios de comunicación. En ese viaje, el Doctor tuvo que agarrarse con mayor firmeza a Karin más de una vez. Y en esos momentos, la chica no podía evitar embriagarse con la presencia física del Doctor. Advirtió que si, de pronto y por accidente, el Doctor llegaba a agarrarse de uno de los pechos de la chica, ella ni siquiera protestaría. Es más, a Karin le hubiera gustado que sucediese.

Llegaron al helipuerto de un  cercano centro comercial. Karin tenía planeado pasar allí el día, porque el local disponía de aire acondicionado. Aterrizaron y bajaron al nivel de las tiendas. Y una vez allí, el Doctor empezó a comportarse igual que un niño en una juguetería.

El Doctor se volvió eufórico. Pegaba la nariz a todos los escaparates, emborrachándose con esa extraña mezcla de tradición y alta tecnología que tanto caracterizaba al país del sol naciente. Incluso le entusiasmaban las figuritas de acción de la serie anime de moda. Pudo comprobar, en persona, que todos esos productos anunciados en los carteles y en los hologramas gigantescos eran de verdad.

Y una vez más, Karin no pudo evitar sonreír al ver al Doctor comportándose igual que un niño pequeño hiperactivo. Tenía que admitirlo. Se estaba enamorando de ese niño grande.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora