6-G. El caballero oscuro.

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Dispararon. Abatieron a los soldados de asalto que custodiaban la salida sur del complejo. Por fin, Karin y el Cazador pudieron salir al exterior, bajo la luz de las estrellas de la ciudad a oscuras.

Karin tomó una de las moto-jets que había estacionadas cerca del cuartelillo de la salida. Al ver sus mandos, dedujo que no sería muy distinto de pilotar su moto voladora del siglo XXI. Se subió al vehículo y ordenó al Cazador, que ya se había vuelto visible:

–Sube, que te llevo.

Pero el Cazador negó con un rotundo ademán de negación con la cabeza. Karin supo qué quería decir. Insistió:

–El Doctor dijo que si pasaba algo antes de su regreso, que huyéramos del lugar. Ha pasado, sonaron las alarmas y salimos corriendo. Hemos cumplido sus órdenes. No le hemos traicionado.

Pero el Cazador se golpeó en el pecho, dejando claras sus intenciones.

–Está bien, tú vuelve a por él. Yo retornaré a la nave. No confío en ese contrabandista. Es capaz de dejarnos tirados en ese maldito planeta.

Así, el Cazador activó su camuflaje óptico para volver al interior de las instalaciones imperiales. Mientras tanto, Karin arrancó la moto y se internó en el callejero desierto de Coruscant. Y cuando comprobó que ese vehículo podía desplazarse a una velocidad tan elevada, no pudo evitar exclamar eufórica:

–¡Quiero una de estas para mí sola!

Cogió tanta velocidad, que ignoró la presencia de una lanzadera imperial de tres alas que pasó volando por encima de ella, para aterrizar en la pista del complejo que dejaba atrás.


Dentro de las instalaciones militares, el soldado de asalto todavía estaba temblando de miedo, apuntando al Doctor, que mantenía las manos en alto.

No se atrevía a echar mano del papel medio. El Doctor estaba seguro de que si ese soldado le veía metiendo la mano por debajo de la chaqueta, dispararía en el acto.

No sabía qué hacer, hasta que de pronto se acordó de Yoda y de su particular método para apaciguar la furia del Cazador.

Miró al soldado a los ojos, a través del visor del casco del temeroso enemigo. Luego, el Doctor dijo:

–No soy el intruso que buscáis.

El soldado miró al Doctor. Su arma dejó de temblar, pero se enfadó con el sospechoso:

–¡¿Qué has dicho, escoria rebelde?!

El Doctor se concentró. Supo al instante cómo hacerlo. Era igual que con el papel medio, pero sin tener que usarlo.

El Doctor movió una mano delante de los militares y repitió:

–No soy el intruso que buscáis.

El soldado más adelantado se tranquilizó, se volvió a sus compañeros y les dijo:

–Este hombre no es el intruso que buscamos.

–El intruso que buscáis está intentando huir por la salida del sector norte –dijo el Doctor, volviendo a mover la mano de la misma manera.

–El intruso está intentado escapar por la salida norte –informó el militar a sus colegas de coraza.

–Id a por él –ordenó el Doctor.

–¡Vamos! –rugió el soldado. Todos se pusieron en marcha y corrieron hacia el norte, dejando al Doctor solo en el corredor.

Se miró a las manos, incrédulo.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora