1-B. La caja azul.

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Atardecía.

Pero seguía haciendo un calor infernal.

Con motivo de la aparición de la extraña cabina azul en medio de la autopista, el tráfico había sido desviado. Los agentes de policía habían cercado el lugar del accidente y el de la cabina azul.

Una vez más, Leona estaba siendo blanco de las burlas de sus compañeros. Aunque su invento había funcionado a la perfección, deteniendo a los Payasos, también había provocado un aparatoso accidente en cadena. Y para colmo, su invento no se despegaba con facilidad del asfalto, teniendo que recurrirse a un equipo especial de limpieza, que se encargó de pulverizar la zona afectada con productos químicos, disolviendo el maldito pegote en una sustancia tóxica. Esa misma noche, la autopista ya estaría otra vez abierta.

Leona reaccionaba con tanta ira a los comentarios jocosos de los demás policías, que Al tuvo que retenerla más de una vez, sujetándola desde atrás. Llegaron a volar cascos de un lado a otro, para mayor gracia de los agentes risueños.

Y el enfado de Leona alcanzó cotas mayores cuando se acercó ese aero-rotor sobrevolando la autopista sellada. La aparición de ese vehículo sorprendió a todos, pues el tráfico aéreo de la zona se había suspendido cautelarmente por culpa de la aparición de la cabina azul. Los únicos autorizados para volar sobre ese tramo eran los helicópteros de la policía y del ejército.

Como el aero-rotor era demasiado voluminoso para tomar tierra en la autopista, no lo hizo. Permaneció unos minutos suspendido en el aire, con las hélices en posición vertical, levantando una fuerte ventolera en la autopista. Bastó ese tiempo para que dos figuras bajaran de un salto hasta el asfalto, salvando la altura de más de ocho metros.

Todos los presentes reconocieron a la mujer y al hombre que acababan de hacer una entrada en escena tan arriesgada. Muchos tuvieron que frotarse los ojos, porque creían que esa organización no existía, que era una leyenda urbana...

El hombre era un tipo robusto y corpulento, luciendo una gran musculatura por debajo de su uniforme de asalto. Tenía el cabello blanco, con un corte de pelo a lo militar. Y lo que más caracterizaba su presencia física, era sus ojos, que fueron sustituidos por un par de lentes militares, capaces de aumentar y mejorar su capacidad de visión.

Sin embargo, era la mujer la que más miedo metía. Aunque apenas se notaba que ella era una cíborg, al igual que su acompañante, tenía una mirada desafiante, que encajaba a la perfección en su hermosa cara de póker. Aunque tenía una presencia física sensual y agradable a la vista, se veía desde lejos que no convenía tenerla de enemiga.

Eran los dos agentes de campo más conocidos de la Sección 9. Él respondía al nombre de Batou, y a ella, los que la conocían de verdad, la llamaban simplemente la Mayor, como señal de respeto.

Una vez que el aero-rotor se alejó de la autopista, los dos personajes se acercaron a la cabina azul. Nada más llegar, la Mayor habló con el forense que estaba examinando la cabina azul:

–Somos de la Sección 9. Venimos a comprobar que esta aparición no es ninguna amenaza.

El forense se volvió a la pareja. Conocía la reputación de la Sección 9, especializada en delitos informáticos y en pirateo de cibercerebros. Supuso que esos dos habían venido para asegurarse de que la aparición de la cabina no era el inicio de un complejo atentado terrorista. Nunca se era lo bastante paranoico.

–Soy el doctor Shirow –se identificó el forense–. Me he pasado toda la tarde examinando el artefacto. A simple vista, es una simple cabina de madera pintada de azul.

–¿No ha podido examinarla mejor? –se extrañó la Mayor.

Antes de responder, el doctor Shirow se alejó un par de pasos de la cabina, desenfundó su pistola y disparó contra el objeto. El proyectil se desintegró antes de tocar la superficie de madera, al estrellarse en un campo de fuerza que se hizo visible durante unos segundos al impactar la bala en él.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora