5-G. El Cazador se divierte.

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Por culpa de la traición de la criatura Gollum, una masacre se perpetró en la salida de las mazmorras, delante del Doctor, que se mantenía a la espalda de Tauriel.

La mujer elfo demostró ser una gran guerrera. Armada con las dagas que había requisado a los carceleros que se había quitado de en medio, se defendía bastante bien. Luchaba con fiereza y con una agilidad pasmosa.

Los guardias del ojo rojo se cebaban con los prisioneros más débiles. Los asesinaban a pesar de que muchos de ellos se rendían, al carecer de fuerzas para pelear. Y los guardias orcos no eran los únicos monstruos que habían acudido al lugar. Otros guerreros orcos y goblins vinieron atraídos por las voces de alarma, los alaridos de dolor y el hedor de la muerte y de la sangre derramada. Estimulados por la violencia, los monstruos atacaban blandiendo sus armas, que enseguida se tiñeron de rojo.

Y aunque Tauriel conservaba sus habilidades para pelear, no podría repeler el ataque de un enemigo que tanto le superaba en número. Pudo eliminar a los primeros que se atrevieron a agredirla, pero sabía que no podía hacer nada contra la horda que avanzaba corriendo sobre un suelo tapizado por cadáveres.

De repente, la detonación de un disparo retumbó contra las paredes del corredor. El monstruo más cercano a Tauriel cayó de morros, con un feo agujero negro en su nuca.

Se oyeron más tiros, muriendo otros tantos orcos al instante. El espontáneo batallón de monstruos se detuvo para mirar atrás.

Karin Aoi siguió disparando hasta que vació el cargador, eliminando a otros tantos enemigos. Luego fue cuando el Cazador desactivó su camuflaje óptico y se lanzó al ataque con sus garras de metal extendidas.

La presencia del Cazador tuvo un efecto aterrador entre los pequeños goblins. Habían reconocido en ese monstruo al individuo del que hablaban los rumores que habían surgido durante las últimas horas. Huyeron ante la presencia del Cazador, que enseguida desplegó su lanza telescópica para ensartar y despedazar enemigos. Algún que otro goblin fugitivo fue ensartado por la espada de un orco, avergonzado por la actitud cobarde de esos seres.

El Cazador se enzarzó en un encarnizado combate, derramando negro sobre rojo. Cada golpe que daba era tan brutal como preciso. Prácticamente, mataba a todos los enemigos que conseguía tocar.

Detrás de él, Karin recargó la pistola y volvió a disparar. Cubría las espaldas del Cazador, tirando contra los monstruos cobardes que se atrevían a atacar al ser por su retaguardia. Tauriel contraatacó desde la vanguardia. Sus golpes de daga, aunque menos violentos que el del Cazador, resultaron ser más precisos. Y el Doctor se mantenía al margen, contemplando cómo sus tres aliados salvaban la noche.

Llegó el momento en el que Tauriel y el Cazador se enfrentaron en mitad del tumulto de enemigos malheridos o muertos. No hizo falta intercambiar palabra alguna. Los dos eran conscientes de que peleaban contra enemigos comunes. Así que se limitaron a ponerse espalda contra espalda, para seguir eliminando a los pocos orcos que quedaban con vida. El último orco en caer, fue uno que se acercó a Karin por detrás de ella. La chica se asustó cuando el Cazador proyecto su lanza hacia ella. Se alivió al comprobar que el arma había empalado a ese enemigo que intentó atacarla por la espalda.

Cuando por fin se impuso el silencio en el corredor teñido de negro y rojo, el Doctor se fijó en Karin y habló:

–¡Dichosos mis ojos! ¡Estás viva! ¡Te creía muerta!

–Me han salvado la vida –explicó Karin–. Es una larga historia. Se la contaré en otro momento.

–Sí, será lo mejor –comentó el Doctor–. Supongo que también tiene que ver con tu cambio de vestuario. Por cierto, estás muy guapa. Deberías enseñar tus curvas más a menudo.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora