6-A. El ermitaño del pantano.

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En ese planeta de esa galaxia lejana, muy lejana, no se podía ver las estrellas del firmamento. Todo el orbe estaba cubierto por nubes, que a su vez ocultaban una jungla pantanosa que dominaba los continentes de ese mundo frío y húmedo.

A ras de suelo, sobre las numerosas lagunas cenagosas flotaba la niebla. El viento zumbaba al pasar entre el espeso ramaje de los árboles. Por doquier crecían grandes plantas de gruesos troncos y lianas colgantes. En ese hábitat se desarrollaba un rico ecosistema, en donde destacaban las criaturas aladas que volaban por debajo del opaco follaje, y las luciérnagas que revoloteaban por encima de la niebla y entre los oscuros espacios de los árboles.

De repente, los pequeños animales del pantano se asustaron y salieron corriendo. Lo hicieron incluso antes de que se empezara a oír el sonido del bombeo acompañado por campanillas cósmicas. Una luz fantasmal apareció, coronando una estructura traslúcida al tiempo que se iba materializando la cabina azul de la TARDIS.

Una vez que el vehículo se materializó, la puerta de la cabina telefónica se abrió. El Cazador fue el primero en salir, visible, porque ya estaba convencido de que la humedad ambiental iba a afectar su sistema de camuflaje. Comprobó que no había peligro y se asomó dentro para indicar a sus compañeros de viaje que el pantano estaba despejado. Karin fue la siguiente en salir, ataviada con el único juego de uniforme ajustado que le quedaba a bordo de la TARDIS. El Doctor fue el último en abandonar su vehículo, cerrando con llave la puerta.

Karin observó el oscuro paisaje que les rodeaba y comentó:

–Muy acogedor. ¿Seguro que no se equivocó con las coordenadas de la firma esa?

–Estoy seguro...

El Doctor enmudeció por sí solo. Karin se fijó en que el hombre miraba al infinito y arrimaba la oreja al aire. Al verle actuar de una manera tan errática, la chica conjeturó:

–No me diga que su gran cerebro de Señor del Tiempo está otra vez captando algo que nosotros, seres inferiores, no somos capaces de percibir.

–Pues no te lo digo –replicó el Doctor–. Siento algo extraño con este lugar. Es la primera vez que estoy en este planeta, pero tengo la impresión de que conozco ese sitio. ¿Seguro que no os pasa lo mismo?

El Cazador emitió un gruñido afirmativo. En cambio, Karin se abrazó a sí misma y comentó:

–Pues qué quieres que te diga. En la Tierra también hay pantanos. Y esto se parece a Nibiru. ¿No habrá serpientes aquí?

La chica enunció la cuestión acercándose a una de las lagunas cubiertas por la niebla. Justo entonces, vio cómo el lomo de un monstruo acuático se asomaba por encima de la superficie del agua cenagosa.

–Este lugar me da escalofríos –se quejó Karin–. Vayámonos, Doctor. Aquí no hay más que animales y plantas.

–No, todavía no –dijo el Doctor–. Estoy seguro de que he interpretado bien la firma energética. Lo siento en las tripas. Es este lugar. De alguna manera, está conectando conmigo, con mi alma. Siento, siento...

–¿Qué sientes?

Los tres reaccionaron al oír esa cuarta voz, desconocida para ellos. Al instante se volvieron al mismo tiempo. Se encontraron con una pequeña criatura que permanecía de pie al lado de la TARDIS. Cuando se sintió descubierto, el ser se tapó la cabeza con las manos, protegiéndose a tiempo de las miras láser del Cazador, cuyos tres puntos rojos se proyectaron en la raída túnica del hombrecito, que cubría su piel de color verde. Esa criatura parecía inofensiva y vetusta, pues llevaba un bastón que agarraba con una de sus manos de tres dedos terminado en afiladas garras.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora