5-C. El ejército de las tinieblas.

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La bestia alada se acercó a la ciudadela de la torre oscura, cuyo ojo de fuego se tomó un par de segundos para examinar las presas traídas por el monstruo volador. Desde esas alturas. el Doctor pudo analizar mejor el enclave.

En efecto, había actividad industrial en la ciudadela oscura. Las máquinas trabajaban, emitiendo nubes de humo negro por las chimeneas. Los engranajes de adentro rodaban, produciendo chasquidos metálicos que competían con los repetitivos golpes que los miles de herreros del enclave efectuaban en sus respectivos yunques. Hasta las garras de la bestia llegaba el olor del metal fundido y del vapor de agua. También podía entrever a los seres horrendos que pululaban en el irregular callejero de la ciudadela. Criaturas similares a los tres que habían matado en la salida de la montaña de fuego, monstruos guerreros que con frecuencia se peleaban entre ellos.

La bestia alada planeó sobre la ciudadela. Descendió a pesar del empuje de las ascendentes corrientes de aire caliente. Se posó en una de las plataformas inferiores que sobresalían de la estructura de la torre principal. Soltó a las presas antes de tomar tierra. El Doctor y Karin rodaron por el piso de piedra negra.

El Doctor se arrastró para examinar a Karin. La chica se encontraba peor. Apenas respiraba y al Doctor le costaba captar los latidos de su corazón. Se volvió a al jinete oscuro, que dio la vuelta a su montura alada. Estaban en una especie de cuadra. Allí había nueve cubículos y ocho de ellos estaban ocupados por otras criaturas voladoras, similares al que trajo al doctor a ese lugar. Por ahí cerca, unas repulsivas criaturas empujaban vagonetas llenas de carne putrefacta. Volcaban el contenido de los recipientes en los pesebres de las bestias para alimentarlas.

El Doctor se encaró con el jinete oscuro y suplicó:

–¡Por favor, ayuda! ¡Mi amiga se está muriendo!

Entonces el jinete oscuro habló sin descender de su monstruosa montura. Lo hizo con una horripilante voz de ultratumba:

–Tu amiga sufre los efectos del Soplo Negro. No debió agredir a uno de los Nueve. Experimentará un gran tormento antes de fallecer. Pero no sufras por ella, extranjero. Nuestros goblins se encargarán de acortar su existencia.

El jinete oscuro hizo un ademán exhortativo. Los goblins que se encargaban de alimentar a la bestias se acercaron a Karin. Uno de ellos apartó al Doctor a un lado y el otro cogió a Karin en brazos. Cuando el Doctor vio que estaban metiendo a Karin en una de las vagonetas, reaccionó. Atacó a los goblins y peleó con ellos. Encontró que era muy fácil derrotarlos.

–¡Guardias!

Al oírse la orden del jinete oscuro, una cuadrilla de lanceros entró en el recinto. El Doctor se volvió a ellos. Eran más altos, aunque igual de horripilantes. Y presentaban un ojo rojo pintado con sangre en piezas de sus armaduras oscuras. El Doctor se rindió cuando le apuntaron con las lanzas.

–Detened al extranjero. Llevadlo a las mazmorras.

El Doctor se resistió, pero los guardias eran más fuertes. No tuvieron dificultades a la hora de obedecer la orden del jinete oscuro. Al ser arrastrado fuera de la grotesca cuadra, el Doctor miraba atrás, preocupado por Karin, que todavía yacía dentro de la mugrienta vagoneta.

Los dos goblins se encargaron de llevar a la vagoneta fuera del recinto por otra puerta. La vagoneta bajó por un montacargas de madera movido por un grupo de criaturas que tiraban de unas cuerdas que hacían rodar un rudimentario juego de poleas y ruedas dentadas.

Cuando la vagoneta llegó abajo, otros dos goblins empujaron el recipiente, llevándola a una despensa oscura y subterránea. Allí, rodeado por grandes piezas cárnicas, un enorme troll se encargaba de procesar la carne con sus hachas y machetes. Cocinaba tanto para las nueve criaturas voladoras, como para los incontables miembros del creciente ejército oscuro que allí  moraba.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora