3-F. El nido de las serpientes.

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Mientras el Doctor y Jones entregaban la pieza al Cazador, Karin, Scott y Fincher se quedaron cerca de la entrada de la sala, sin ni siquiera querer entrar en ella.

Ellos tres eran los que estaban más asombrados de todo el grupo, abrumados por lo que estaban viendo e incapaces de reconocer qué objetos eran los que tenían a la vista.

Cuando Karin advirtió que ella compartía la misma expresión idiota y estupefacta que los dos eruditos, se apartó de ellos y se acercó al artilugio que tenía más cerca. Pero ni siquiera se atrevió a tocarlo. ¿Qué tenía delante? ¿Era un secador de pelo o una silla eléctrica? Ni siquiera se animó a probar a accionar los botones, por temor de producir una vergonzosa escandalera.

Observó a los demás compañeros de expedición. Riddick era el único que no tocaba los artilugios, limitándose a pasear entre ellos para examinarlos de cerca. Croft y Aran probaban un telescopio con silla acoplada, que resultó ser un complejo caleidoscopio, capaz de proyectar coloridas formas simétricas sobre la bóveda. Arnold se paseaba tranquilamente, manejando casi todos los aparatos que encontraba en su camino. Se notaba que podía reconocerlos nada más verlos. Llegó a desenvainar una barra de metal que se transformó en una afilada espada en sus manos. Incluso Laureline y Valerian tonteaban, subidos en un cacharro que parecía un automóvil carente de ruedas.

Al ver a Laureline, Karin sintió el peso de la pistola que la agente espacio-temporal le prestó. A su anterior arma se le agotó la munición. En ese momento, Karin llevaba una pistola de rayos, que por dentro funcionaba de diferente manera que su arma desechada pero que, al menos, se manejaba igual; se quitaba el seguro, se apuntaba y se apretaba el gatillo. Así de sencillo.

Pero todas esas maravillas de Nibiru eran demasiado extrañas para ella. Pensó que el Doctor podría enseñarle a utilizar alguno de esos aparatos, pero ella nunca podría averiguarlo por sí sola.

–¡Scott!

Karin se volvió al oír la exclamación de Fincher.

Y se quedó paralizada por el terror.

Fue testigo de una escena terrible. Una de las serpientes les había seguido hasta allí desde el nido. Y Scott, alertado por la advertencia de Fincher, se dio la vuelta para encararse con ese ser, que se alzó lentamente delante de él. Acercó su babosa boca al horrorizado rostro de él. Luego, la abrió, separando las dos filas de dientes verticales, para finalmente, desplegar su lengua terminada en una segunda boca, que traspasó la cabeza de Scott de delante a atrás, asomándose el apéndice perforador por su nuca.

Fue entonces, al presenciar la muerte de Scott, cuando Karin chilló, alertando a los demás miembros del grupo.

Antes de poder reaccionar, una segunda criatura saltó del techo sobre Fincher. Karin tuvo tiempo de poner la mano sobre las cachas de la pistola de Laureline, pero antes de poder desenfundar, un tercer monstruo saltó sobre ella.

Valerian fue el primero en disparar, seguido de Laureline. Tiraban contra los monstruos, que se extendían por paredes y suelo desde la entrada de la sala. Arnold se les unió, disparando una escopeta de plasma que guardaba bajo sus ropas de cuero negro. Croft desenfundó sus pistolas y demostró ser una buena tiradora. El Cazador también se unió al tiroteo.

Los primeros bichos empezaron a caer. Pero las serpientes les superaban en número. Los xenomorfos comenzaron a usar los artilugios más voluminosos como parapetos, lo que les permitió acercarse a los intrusos. Se aproximaron primero a Aran, que usaba el rayo de su arma, disparando proyectiles de energía. Cuando advirtió que estaba a punto de ser alcanzada por esa decena de atacantes, se transformó en una esfera y huyó rodando. Entonces las criaturas cometieron el error de seguirla, porque Aran soltó sus minas detrás de su esfera rodante, lo que voló a los bichos acosadores en pedazos.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora