7-L. Yo soy el Doctor.

62 5 2
                                    

La blancura inmaculada dio paso a la negrura más oscura.

Las retinas del Doctor se habituaron a la oscuridad. Poco a poco, pudo vislumbrar la presencia de la consola de la TARDIS, todavía debajo de sus manos. También logró apreciar la presencia de esos otros dos individuos. Se encontraban al otro lado de la consola circular, uno a la derecha, y el otro, a la izquierda.

El primero era un hombre medio calvo, con orejas de soplillo y nariz ganchuda. Vestía una cazadora de cuero negro. Al verle, el Doctor tuvo la impresión de que se trataba de un veterano de guerra.

Al otro apenas pudo verle bien. Era otro hombre, un simpático anciano con cara de niño. Parecía un refugiado de guerra.

El Doctor lo supo nada más mirarles a los ojos. Les conocía. Sabía quiénes eran.

Se acordó de Kasius, que, inútilmente, le había seguido para evitar que el Doctor traicionase a la triple alianza. Si alguna vez, el Doctor tuvo la tentación de volver a su universo, dejando tirada al triple alianza en su lucha contra los Borg, esa idea se esfumó al experimentar esa visión multidimensional.

Así que el Doctor posó las manos sobre la brillante consola para terminar de llevar a cabo el plan que él mismo había ideado.


A bordo del Enterprises, todos estaban en sus puestos de combate. La encarnizada batalla espacial se estaba recrudeciendo. La flota de la triple alianza sufría demasiadas bajas. En ingeniería, Scotty se aseguraba de que la refrigeración del motor de curvatura, dañada por un certero disparo de los Borg, todavía funcionaba. En la enfermería, el doctor McCoy atendía a los pacientes que fueron heridos durante la batalla. En el puente mando, Chekov y Sulu, los timoneles, además de realizar las maniobras de combate ordenadas por el capitán, informaban de los daños sufridos en el casco y del porcentaje energético que le quedaba al escudo. Ohura se ocupaba de informar, captando las distintas transmisiones radiofónicas y ayudando al capitán a coordinar el Enterprises con las demás naves. Y en el centro del puente de mando, James T. Kirk tomaba arriesgadas decisiones sobre la marcha.

Al ser el Enterprises una de las mejores naves estelares de la Federación, también era de las que mejor resistían la tensión del combate espacial. Al principio de la batalla, fue una de las que más daños produjo en los cubos Borg. Y a estas alturas de la confrontación, el Enterprises era la que más naves aliadas estaba cubriendo. Estas últimas ya se encontraban tan dañadas, que sus respectivos oficiales al mando ya ordenaban la retirada. Las únicas naves dañadas que permanecían en medio de ese infierno espacial, eran las de los klingons, pues su tripulantes no tenían miedo a morir en esa gloriosa batalla espacial.

De repente, Spock gritó desde su consola de oficial científico:

–¡Detectadas cuatro anomalías espacio-temporales! ¡Están localizadas cerca de los cuatro cubos Borg!

El capitán supo enseguida qué estaba pasando, porque el Doctor ya había dicho que eso mismo era lo que iba a hacer, una vez que recuperase la TARDIS.

–¡Acción evasiva!

Al instante, todos los oficiales al mando de la triple alianza dieron la misma orden que Kirk. Se dispersaron y se alejaron de Kronos y de los cuatro cubos Borg.

Al mismo tiempo, cuatro singularidades aparecieron cerca de sendos cubos Borg. Adoptaron la forma de gigantescas esferas, del mismo tamaño que las masivas naves de los Borg, en las que se podía ver los astros de otro universo.

Y de cada una de esas singularidades, surgieron varios platillos volantes de los daleks. Lo hicieron de una manera tan precipitada, que los platillos se estrellaban, sin remedio, contra los cubos Borg.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora