2-G. El ángel exterminador.

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La mansión volvió a llenarse de gritos de terror. Todos se apartaron del Carpenter deforme, excepto Winston, que se quedó paralizado, mirando, incrédulo, cómo su amigo se abría por la mitad de la cintura para arriba, dando lugar a una enorme y horripilante boca. Winston estaba tan sorprendido, que solamente reaccionó cuando el monstruo le atrapó con sus tentáculos para alzarle y engullirlo. El pobre Winston entró de cabeza dentro de la boca de Carpenter. Y al quedar Winston con las piernas arriba, el monstruo adoptó una extraña forma de cuatro piernas, dos inferiores y dos superiores, más dos brazos que salían del torso.

Todos se apartaron, excepto Karin, que tenía a mano el mechero y el bote de laca. Pero al proyectar las primeras lenguas de fuego, la cosa salió corriendo con sus piernas inferiores, al tiempo que le crecían dos nuevos apéndices articulados del torso. Se dirigía hacia un horrorizado Adolf, que no era capaz de moverse de su silla.

Pero antes de que el viejo fuera capturado por la cosa, la bestia fue alcanzada por una silla que se partió contra su deforme torso. Al sentirse aludido por la agresión, la criatura se volvió para enfrentarse con Natalie Frank, pues fue ella la que arrojó ese mueble contra la cosa, que enseguida contraatacó corriendo hacia la chica judía.

Pero en esta ocasión, el ataque fue abortado por una súbita llamarada que alcanzó de lleno al monstruo.

Karin lo había vuelto a lograr. La cosa ardiente se revolvió en intentó huir, llevándose por delante a la criada, pillándola desprevenida. Pero la bestia terminó cayendo y rodando sobre el piso, muerta por el fuego que la devoraba.

Al reunirse los supervivientes en torno a la cosa quemada, Adolf le dijo a Frank:

–Gracias por salvarme.

Y entonces, Frank se enfadó y  protestó:

–No me las dé. No sé por qué lo he hecho.

–¿Ah, no? –se sorprendió el doctor Jones–. Pues yo sí lo sé. Le has salvado porque eres mejor que él.

Y cuando Frank vio que Adolf se incomodaba al oír ese comentario, la chica sonrió satisfecha.

Por su parte, Karin se arrinconó para agitar el spray, advirtiendo que apenas quedaba laca dentro del bote.

No sabía si podría rechazar un nuevo ataque.

En ese momento sonó el móvil. Chávez se encargó de contestar y activar el sistema de manos libres. Todos pudieron oír la voz del Doctor:

–¿Qué ha pasado? ¿Ha muerto alguien más?

–Carpenter era el impostor –informó Bond–. Se comió a Winston y se llevó por delante a la criada. Ahora quedamos diez.

–¿Ya habéis notado que todavía no podéis salir?

Al oír la pregunta del Doctor, los supervivientes giraron la cabeza, mirando de un lado al otro. A estas alturas del encierro pudieron sentirlo sin más. No podía salir de allí. Y sabían lo que significaba. La voz del Doctor no tardó en enunciar la evidente conclusión:

–Al menos uno de vosotros es un impostor.

Se volvieron a mirar entre ellos. Todavía había un monstruo en el grupo.

–Doctor, haga algo –pidió Karin–. No creo que pueda repeler otro ataque.

–No os preocupéis, estamos en ello. Y recuerda que podemos oíros.

Y el Doctor colgó.

Entonces, Karin advirtió que llevaba el anillo del micrófono.

Se volvió roja como un tomate, muy avergonzada, cuando se percató de que el Doctor también había oído su confesión.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora