5-E. El señor de las tinieblas.

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Cuando oyó de nuevo el chillido agudo, Karin dejó caer el trozo de cordero que tenía en la boca. De pronto, y durante unos angustiosos segundos, volvió a sentir el entumecimiento doloroso en las manos. Ahmed también reaccionó con miedo. Se levantó y espió al exterior a través de la entrada en la tienda. Los orcos y los goblins también habían guardado silencio.

No tardaron en oír los cascos de unos caballos que se alejaban al galope. Después de escuchar el creciente rumor de las calles de la ciudadela, Ahmed volvió adentro y comentó:

–Por fin, buenas noticias.

–¿Buenas noticias? –preguntó Karin–. ¿Qué ha pasado?

–Los Nueve acaban de partir. Se dirigen a Minas Morgul. Al parecer, por fin han localizado el paradero del objeto que Sauron está buscando.

–¿Objeto? –se extrañó Karin.

–En este asunto, sé tanto como usted, querida Karin –se excusó Ahmed–. Sabemos que el señor de la torre oscura está buscando un antiguo artefacto que una vez le perteneció. Pero no sabemos qué es y qué hace. No nos lo quiere decir. Cada vez que preguntamos por ello, cambia de tema. Al parecer, se trata de un artefacto tan poderoso, que el que lo posea podrá dominar todos los reinos de este mundo.

–A lo mejor, cuando lo recupere, rompe el pacto que tienen con ustedes –conjeturó Karin.

–No tema por nosotros –sonrió Ahmed–. También guardamos secretos. Si Sauron rompe el pacto y se vuelve contra nosotros, tenemos preparadas un par de buenas medidas que le hará retroceder.

Karin asintió. Ahmed estaba demostrando ser un hombre muy inteligente. No dudaba en que los habitantes de Harad podrían repeler un ataque proveniente de Mordor.

Luego, la chica preguntó:

–¿Por qué has dicho que son buenas noticias? Si esos nueve seres encuentran el artefacto, sería malo para vosotros.

–De momento, Mordor y Harad son naciones aliadas –explicó Ahmed–. Lo que es bueno para ellos, lo es para nosotros. Querida Karin, lo que desconoce es que han surgido varios rumores funestos en las últimas horas. Para empezar, una patrulla de jinetes de lobos no ha vuelto, a excepción de algún que otro de esos animales, asustado y si querer volver a salir afuera. También han desaparecido algunos centinelas que patrullaban la periferia de la ciudadela. Y si me asomo afuera, puedo respirar el miedo en las calles. Los habitantes hablan de un monstruo invisible que está matando a sus soldados.

–Está aquí –susurró Karin, llamando la atención de Ahmed. La chica se volvió unos segundos a los guardaespaldas de las cimitarras. Después, Karin retornó al embajador de Harad para avisar–. Ese monstruo, el que están buscando sus aliados, es real. Es uno de mis amigos. Nos está rastreando, al Doctor y a mí. Y vendrá aquí. Me encontrará. Y cuando lo haga, matará a todo el que esté armado y se interponga en su camino.

–¿No pretenderá asustarnos con esa cháchara? –interrogó Ahmed–. Mis hombres son los más valientes que conozco. No se rendirán ante nada. Lucharán con valor si tu amigo te encuentra.

–Entonces morirán con valor –replicó Karin–. Ahmed, le estoy advirtiendo porque usted me ha salvado la vida. No quiero que les arranquen la columna vertebral. Si ese ser aparece aquí, por lo que mas quiera, no luche con él. Le matará si le hace frente. Estoy segura de ello.

Ahmed meditó esas palabras durante unos segundos. Después, volvió a tomar asiento y terminó la cena con total tranquilidad.

Pero Karin no pudo probar más bocados. Temía por el incierto destino de Ahmed y sus hombres.

Doctor Who. Crossover.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora