Capítulo nueve.

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Cuando despierto por la mañana hago una mueca al sentir como mi espalda me duele, también el cuello por la posición en la cual dormí. Necesitaba iniciar mi día con mucha cafeína.

Me levanto soltando un quejido y estiro mi cuerpo antes que nada, de repente mi vista cae en la mujer que duerme en la cama y me quedo unos segundos de más observándola.

Está completamente dormida, su cabello cubre su rostro y por alguna razón camino hasta la cama y aparto esos mechones rosas que me impiden verla. Su respiración es tranquila, tiene todo su cuerpo cubierto con la sábana y si no la conocieras pensarías que es hasta dulce. Pero ya la conocía lo suficiente como para saber que a ella se le había perdido algún tornillo.

Me río por mis pensamientos y me alejo para ir al baño. Cuando salgo ella no sigue en el mismo lugar, se movió demasiado pero sigue dormida. Niego con la cabeza divertido y salgo del Motel para llamar a la grúa.

Ellos me dijeron que iban a estar a primera hora por lo que le deje mi llave del auto a la esposa del dueño anoche después de todo ese mal entendido. Justo la encuentro a ella en el mostrador y cuando me mira se sonroja, creo que está avergonzada.

—Hola Ryan, los de la grúa vinieron muy temprano y mi marido está allá a fuera con ellos —Dice sonriendo—. Así que no te preocupes. Ahora que el clima está mejor puedes ir a una cafetería que no está muy lejos de aquí, allí podrás conseguir un buen desayuno.

—Muchas gracias, iré a ver mi auto y luego veré que hago.

Ella sonríe y salgo del Motel para ver al marido de Sandra, con los de la grúa. Hablo con ellos ya que el auto es alquilado y bueno debo pagar más por ello pero no puedo hacer nada ya que lo hecho, hecho esta.

Menos mal ellos no se llevan el auto, lo arreglan aquí pero debo pagar más. Cuando por fin el auto está bien voy a la cafetería y pido mi café favorito con unas donas de chocolate. Cuando me iba a ir del lugar recordé que Michaela también tendría hambre por lo que compro el mismo café. Las donas podemos solo compartirlas.

Sigo cansado por lo que apenas desayunemos iremos directo al Hotel, no hay nada que quiera más que echar una siesta en estos momentos.

Cuando por fin llego me dirijo a la habitación, abro la puerta y escucho el sonido de algo caer fuertemente al suelo. Entro cerrando la puerta tras mí y sonrío al ver a Michaela en el suelo.

— ¿Te caíste? —Es la chica más torpe que he conocido.

—No, claro que no, solo estoy dándole un abrazo al piso, idiota —Y parece que le gusta el sarcasmo. Río un poco mientras niego con la cabeza pero la ayudo a levantarse con una mano ya que en la otra sostengo las cosas que traje.

—No puedo creer que seas tan torpe.

—No soy torpe, solo algo desatenta.

Sí claro. Levanto la bolsa que traje y ella la mira con curiosidad.

—Salí temprano para llamar a la grúa, vino un mecánico y arreglo el problema dijo que unos cables se soltaron o algo así —Dije restándole importancia—. Y también conseguí algo de café y donas para el desayuno.

Le extiendo el café y ella sonríe.

—Mi café favorito.

Arqueo una ceja.

—Es el mío también.

—Bueno —Aplaude una vez con entusiasmo mientras camina—. Voy al baño y luego vuelvo por ese café.

Asiento sin prestarle mucha importancia, veo la cama y no puedo resistirlo y me acuesto en ella, solo descansare los ojos unos segundos pero al parecer me quede dormido, escucho una risa demasiado familiar abro los ojos confundido pero me encuentro con unos ojos verdes demasiado cerca de mi rostro.

El Amor Por El Chocolate. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora