Capítulo diez.

4.7K 352 24
                                    


Ruth hace el amago de besarme pero ladeo la cabeza y ella rueda los ojos.

—Esa tonta regla tuya es absurda —Dice cruzándose de brazos.

Para que no se enoje conmigo me agacho hasta su altura y la beso de manera más profunda.

—Es lo que hay —Digo alejándome para buscar las llaves del auto.

— ¿Me vas a decir porque no fuiste anoche? —Pregunta mientras se recoge el cabello en un moño—. Pensé que saldríamos a cenar amigo mío.

Cojo las llaves del escritorio para guardarlas en mi bolsillo, me encojo de hombros.

—Mi madre me mantuvo ocupado por la mañana y por la noche estaba agotado.

No era mentira del todo, solo que la que me mantuvo ocupado fue Michaela. Creo que al fin había dejado de dolerme la espalda por ese maldito sofá incómodo.

—Ohh —Dijo de manera distraída revisando su celular—. ¿Te puedes creer que Fernando siga llamándome?

Arqueo una ceja.

— ¿No le dejaste claro las cosas?

Ella asintió mientras guardaba su celular en su bolso.

—Lo hice unas mil veces, pero sigue sin entender que lo nuestro era solo sexo.

Ruth tenía un amigo a roce antes que yo, pero este había terminado enamorándose de ella.

—Soy malo dando consejos así que creo que me mantendré callado.

—Por eso te prefiero a ti, tú no eres un tonto que se enamoraría de mí —Dice levantándose de la cama, arregla mejor su vestido que se encuentra algo arrugado y debo admitir que yo soy el culpable de aquello—. No quiero una relación, soy clara en lo que busco ¿Solo por eso soy mala?

No sé qué responder a aquello, yo pensaba igual que ella. Pero por alguna razón me sentía mal porque parecía que usaba a la persona que estaba a mi lado cuando desde un principio fui claro con mis intenciones.

—Tienes suerte de no tener una enamorada tras de ti —Continua—. Y si algún día llegas a tener este problema, solo dile la verdad, y batéala. El amor es una mierda.

—Lo tendré en cuenta. Creo que alguien no me conto su trágica historia de amor.

Ella parpadea sorprendida en mi dirección pero rápidamente se recompone. Con un gesto de mano distraído le quita importancia al asunto.

—No sé de qué me hablas.

—Hablas del amor como si tuvieras el corazón roto —Digo y ella traga saliva—. No soy tonto, Ruth.

—Mejor vámonos a almorzar y te lo cuento.

Fuimos y termino contándome su historia, una en la cual sentí impotencia y llegué a comprenderla mejor.

***

—Mamá prometo venir más seguido.

—No creo que sea cierto —Hace una mueca—. Te pasas la mayor parte de tu tiempo en el Hospital.

Frunzo los labios, sé que tiene razón en ello pero no puedo decirle que prefiero estar en el Hospital que ir a mi departamento y pasarla solo.

—Ser Doctor implica aquello —Digo y mi padre asiente de acuerdo con ello.

—Él tiene razón querida, déjalo. Es la carrera que él eligió.

Que ustedes me hicieron elegir.

El Amor Por El Chocolate. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora