Capítulo cuarenta y seis.

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Ryan Scott.

Los chicos por fin se van y Michaela se refugia en la habitación. Suspirando la dejo ir porque se que está molesta conmigo aunque no haya hecho nada malo.

Si Michaela es celosa de manera natural ni sé imaginan lo que las hormonas de embarazo pueden hacer en ella. Yo no quiero peleas, estoy demasiado contento con esos bebés que ni siquiera me puse a pensar en Ruth quien es solo una amiga, además de qué siempre tuvo las cosas claras, nunca me ocasionó problemas en el pasado ni me pidió una relación.

Luego de limpiar un poco la basura que dejaron los imbéciles de mis amigos voy al cuarto, la encuentro sentada en posición de indio en la cama con su cuaderno de bocetos y un lapiz. Sé la ve tan hermosa concentrada que me recuesto en el marco de la puerta para observarla.

Su cabello castaño está más largo, quiso cortarselo pero muchas veces le dije que no es necesario, que sí quería podía hacerlo pero también dije que es hermosa con todo ese cabello suelto que cubre sus pechos cuando está desnuda. No se lo cortó despues de eso.

Tiene puesta una playera enorme que compro hace unos meses en el concierto de su canadiense, sus piernas están desnudas y me repito que debo controlarme, su cabello le estorba y lo manda para atrás ahí es cuando me ve y lleva una mano a su pecho del susto.

­—Mierda ­—Deja sus cosas en la cama y me acerco—, ¿Qué haces espiandome?

Arqueo una ceja, cuando llego en la cama puedo notar que está pálida y sus ojos verdes parecen más claros. 

—Eres demasiado hermosa tengo que tomarme unos minutos para admirarte.

Ella se ríe. Me siento un poco más tranquilo ahora que ella no parece molesta.

—Estoy hecha un asco, recién vomite la cena y estoy pálida como una bolsa de harina.

—Luces igual de hermosa que siempre.

Ella deja caer sus hombros.

—Ven aquí doctorcito, hoy fui una perra contigo.

Me acerco acomodandome en la cama y ella se acuesta en mi pecho mientras la rodeo con mis brazos, Micha se acurruca a mi lado y me siento más aliviado ahora que estamos bien.

—Me lo merezco.

—No sé como me aguantas —Dice mientras sus manos se deslizan por mi pecho.

—Digo lo mismo. Soy un completo gruñon.

Ella levanta un poco la cabeza y sonríe.

El Amor Por El Chocolate. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora