Capítulo cincuenta y cinco.

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—¿Cuándo voy a estar completamente dilatada? —Gimo entre lloriqueos—. He estado aquí todo el día, ¿No puedes inyectarme tu la epidural? Prometo no decirle a nadie.

Sus labios se curvan hacia arriba, muerde su labio inferior intentando no reír y yo cierro los ojos aguantando el dolor.

—No puedo —Dice. Limpia mi frente con un paño sin embargo lo aparto de un manotazo.

—¡Esto es tú culpa!

Ryan me observa con un gesto burlón que solo logra enojarme más.

—No te opusiste en la creación de esos dos pequeños ¿Verdad? —Buen punto—. Así que no soy el único "culpable".

—¿Cómo voy a oponerme si estás tan bueno? —Me quejo—. ¿Por qué a los bebés no los puede traer la cigüeña?

No puede evitar soltar una carcajada, me alegra que alguien por lo menos se divierta aquí porque yo estoy sufriendo mucho. Sus manos acarician mis mejillas y cierro los ojos intentando concentrarme en su tacto y no en las contracciones.

—La doctora no tarda en venir, cariño —Dice depositando un beso en mi frente—, ¿puedes aguantar un poco más?

—¿Tengo opción? ¡Ay, me duele!

—Por chistosita —Susurra pero logro escucharlo.

Veo a la doctora entrar mientras se coloca los guantes, una mueca de dolor le causa gracia y quiero golpearla porque le divierte ver mi sufrimiento.

—Bien Michaela, vamos a ver que tan dilatada estás —Se pone entre mis piernas y no me siento cómoda pero no puedo hacer nada. A pesar de que ella fue quien me revisó todo este tiempo sigo sintiéndome incómoda—. Yaneth colócale la epidural.

Casi grito de la alegría cuando eso ocurre. Los siguientes horas no la paso muy bien. Ahorraré los detalles de la obstetra diciéndome "Vamos Micha, puja" porque no veo relevante el recordar esos momentos de sufrimiento infernal.

Pero puedo decir que cuando escuche el primer llanto desgarrador el dolor pareció esfumarse unos segundos, sentí como Ryan soltaba mi mano e intente mirarlo pero el dolor volvió y debía seguir pujando cuando ya no sentía ni una pizca de fuerzas para continuar.

—Micha —Levanto la cabeza con los ojos empañados en lágrimas y dislumbro a Ryan con nuestro pequeño bebé envuelto en una toalla manchada en sangre—, mira Shawn ella es tu mami.

Comienzo a llorar de felicidad y la obstetra me pide dar un último esfuerzo y es ahí cuando escucho otro llanto igual de desgarrador que el anterior. Les diré que todo el dolor de las horas que estuve en el Hospital, cada llanto, esfuerzo, todo, valió la pena cuando pude ver a mis dos bebés en los brazos de su padre. La recompensa más hermosa fue tener a ambos en mis brazos, lloré como nunca antes lo había hecho, pero no fui la única en hacerlo, Ryan lloró como mis bebés al tenerlos en sus brazos.

—Oh pequeños valdrá la pena no poder sentarme nunca más después de esto —Digo mirándolos maravillada, sus caritas son tan pequeñas y parecidas que me siento mala madre al no saber quien es quien.

—El es Peter —Susurra Ryan mirando a mi pequeño que tengo sujeto apenas  en el brazo izquierdo—. Cariño tienen que llevarse a los bebés.

El Amor Por El Chocolate. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora