Capítulo cuarenta y dos.

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Michaela.


—Puedo hacerlo.

—Micha, matar a alguien es ilegal.

Me cruzo de brazos.

—Pues Rebbeca está colmando mi paciencia.

La enfermera que trabaja con Ryan está llegando a ser un jodido grano en el trasero, luego de que jale su asqueroso cabello rubio por todo el Hospital le prometí a Ryan no ser tan impulsiva pero es imposible cuando ella parece una maldita acosadora.

Una cena, al fin íbamos a salir a cenar solo nosotros dos luego de que su trabajo aumentara. Me puse un hermoso vestido rojo "Su color favorito" y él aunque no le gusta usar trajes se puso uno, todo estaba bien hasta que llegamos al restaurante donde Ryan hizo una reservación y adivinen quien estaba al lado de nuestra mesa con un jodido vestido rojo.

Rebbeca.

Ryan se sorprendió al verla, el pobre ingenuo obviamente no admitiría que ella estaba ahí apropósito, no, sus palabras fueron.

"Que coincidencia"

Coincidencia mis pelotas inexistentes. Esa maldita lunática nos molesto toda la cena y yo estaba a un paso de irme del restaurante,  él pareció notarlo y gracias a Dios me dijo que lo mejor era que nos marcháramos del lugar. La muy estúpida con un puchero de niña de cinco años le pidió que él se quedará un rato más, exploté y salí del maldito lugar enfurecida.

Discutimos, sí, lo hicimos por la maldita enfermera.

Desde que nos casamos hace un año atrás nunca volvimos a dormir separados pero ese día estaba tan molesta que fui a la casa de mi madre. Ella se sorprendió al verme tan tarde y como mi hermanita pequeña de un año y medio me puse a llorar. No me gusta alejarme de Ryan, lo amo demasiado.

Pero que sea tan ciego me tiene cansada.

Volví a nuestro departamento a las diez de la mañana y no lo encontré, fui a darme un baño y luego de desayunar vine a la Tienda de tatuajes a trabajar. La maldita cena fue ayer y Ryan no me había llamado para saber donde me había metido.

—Mira, Ryan es un celoso de primera. Dile tu situación, aunque no quieras admitirlo dile que estas celosa y que si la situación fuera al revés él estaría igual.

Asentí distraída. Mordí un pequeño pedazo de la tarta que compre hace un rato y Lena me mira con una sonrisa.

—Estás tan embarazada —Bromeó alargando la "a".

—Ya quisieras estúpida.

Mi tío Bob se adentro a la Tienda y al ver quien estaba a su lado tuve que dar un paso atrás demasiado sorprendida. ¿Qué demonios?

—¡Chicas! ¡Miren quien volvió a la Tienda! Nuestro querido Bastian está de vuelta.

Lena me miró de reojo y yo como una mujer casada intente no mirarlo tanto. Lucía algo diferente, su cabello rubio ahora es largo y lo tiene atado en un rodete desaliñado, su barba está larga pero no tanto y sus ojos marrones me miran sonriendo. Jodido infierno, olvide lo alto que es.

—Bastian —Salude—. Es bueno verte amigo.

—Michaela Lancaster, ¿Y el cabello rosa?

—Pues se fue hace un año con mi soltería.

Él arqueó una ceja. Lena también lo saludó mientras yo me perdí en el pasado unos minutos.

Bastian Mill, ¿Qué puedo decirles? Fue con quien perdí mi virginidad.

El Amor Por El Chocolate. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora