Capítulo veinte.

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Aparco el auto frente a la casa de Michaela, desabrocho mi cinturón pero no bajo, todavía no sé si venir fue una buena idea o no. No sé si sus padres se encuentran pero será un riesgo que valdrá la pena tomar.

Ella ha estado evitándome, lo que significa que debí haber hecho algo que la molestara. El problema es que no sé que fue lo que dije la última vez... y no saber mi error puede traerme problemas.

Venir hasta su casa no fue mi primera opción. Fui hasta la tienda de tatuajes pero Lena me saco diciendo que Michaela no se encontraba allí, sabía que mentía pero preferí darle su espacio... hasta hoy.

Me gustaría que arregláramos las cosas, aunque no quiera admitirlo cuando ella no está conmigo siento que me falta algo.

Armándome de valor salgo, cierro la puerta detrás de mi y me encamino a mi destino, cada paso que voy dando me pone ansioso ¿Por qué estoy tan nervioso por verla?

Una vez frente a la puerta mi vista recorre la entrada,  veo la maseta donde sé que se encuentra una llave de repuesto pero no creo que sea muy buena idea ingresar a su casa, no si sus padres están en ella.

Presiono el timbre y espero, me cruzo de brazos mientras pienso en cómo hablar con ella sin que intente cosas locas como esposarme, estoy en su territorio así que nada bueno puede salir de aquí... siento que me estoy metiendo en la boca del lobo.

La puerta se abre y una señora de cabello castaño me mira con curiosidad. Toda ella me recuerda a Micha, de estatura pequeña y misma características faciales, lo único distinto sería el color de ojos.

—Si viene para predicar debo aclararle que soy atea —Abro la boca para decir algo—. Y no quiero un discurso del porque Dios si existe. Gracias.

Hace el amago de cerrar la puerta pero reacciono con rapidez y hablo.

—No soy un predicador —Digo pero la puerta se cierra—. Soy amigo de Micha.

Ella abre la puerta de nuevo y me mira con los ojos abiertos. Hace un repaso de pies a cabeza y debo admitir que me pongo nervioso.

—Oh... lo siento, es que llevas puesta ropa muy formal —Dice riendo—. ¿Eres amigo de Micha? —Pregunta con incredulidad—. Por lo general los amigos de mi hija o son tipos con el cuerpo tatuado o unos vagos como Jackson.

No sabía si eso era un cumplido pero de igual manera sonreí.

—Sí, soy su amigo.

—Awww, tienes unos hoyuelos adorables —Dice con tono maternal—. De seguro traes a mi hija babeando, ella ama los hoyuelos.

¿Hoyuelos? Casi y son imperceptibles.

—Buenas, soy Ryan Scott. Un placer conocerla —Digo extendiendo mi mano la cual ella toma para jalarme y darme un abrazo que me toma desprevenido.

—Soy la madre de Micha, creo que ya lo dedujiste. Puedes llamarme Marge —Asiento con la cabeza—. Ven, voy a llamarla —Nos adentramos a la casa y ella luego de cerrar la puerta camina hasta las escaleras— ¡Michaela! —Grita llamándola.

Se oye música arriba, y por la voz del cantante puedo deducir que es Shawn. Niego con la cabeza, si que está obsesionada.

—Esa chica de seguro está con Peter —Dice negando con la cabeza—. Ven, subamos a ver que tanto hacen.

Me sorprende que me invite a subir al cuarto de su hija así que la acompaño escaleras arriba y antes que ella gire hacia la izquierda lo hago yo y ella me detiene.

— ¿Cómo sabes dónde está su cuarto? —Pregunta arqueando una ceja.

Yo me quedo mudo, no dice nada me analiza unos segundos y luego se cubre la boca con las manos aguantándose la risa.

El Amor Por El Chocolate. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora