Capítulo veintidós.

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No me siento nada cómodo, me alejo de ella pasando las manos por mi cabello.

Se que ella es una curiosa, pero no esperaba que quisiera saber tanto de mí. ¿Eso hacen los amigo? Se preocupan el uno por el otro ¿no?

—Es una larga historia Micha —Ella como la curiosa que es se sienta en la cama mirandome con sus enormes ojos verdes curiosos—. Y no me gusta recordarla.

—Ryan tengo todo el tiempo del mundo para ti —Juguetea con sus labios pareciendo nerviosa—. Puedes confiar en mí.

¿Confiar? ¿Podía hacerlo? Me removi en mi lugar, prometí hablar si ella cumplía con su parte así que me arme de valor y comencé con mi historia.

—Me mude a New York con mis padres —Comienzo sin saber muy bien hasta donde seré capaz de hablar—, eso fue cuando era joven. Mi padre tiene unos negocios entre Empresas muy importantes —Hice una mueca—, cuando cumplí diecinueve me obligo a casarme con la hija de uno de sus socios.

— ¿Qué? —Chilla con los ojos abiertos.

—Eran mierdas para que el negocio crezca... —En realidad el matrimonio fue para esconder el secreto de ella, secreto que su padre hasta ahora quiere guardar—. Yo... yo no quería ser Doctor, me obligo mi madre —Evito su mirada—. Era eso o seguir el legado de mi padre —Y esa mierda no iba conmigo—. Como te decía, me obligaron a casarme, en realidad me lo dijeron un día antes de la boda, yo ni siquiera conocía a la chica con la cual iba a casarme.

Niego con la cabeza sintiéndome todavía decepcionado por la desición de mis padres. Miro las  sábanas sintiendo la misma impotencia que sentí en ese momento.
 
—Yo me negué, mierda, lo hice y solo recibí gritos de parte de mis padres así que lo hice...

— ¿Estás casado? —Pregunta escandalizada.

—No —No digo con un sabor amargo en la boca—. Ya no. Así que ahí estaba yo, en un altar esperando a mi futura esposa. Cuando entro... me quede como un idiota mirándola —Me duele el sólo recordarla. Maldición, odio que ella todavía me importe—. Era un mismísimo ángel, de cabello rubio, piel de porcelana y los ojos más celestes que había visto en mi vida.

Podía seguir diciendo tantas cosas de ella, todas esas cosas que me hicieron enamorarme perdidamente de ella.

—Nos casamos y al poco tiempo terminamos enamorados, ella era buena, tranquila, ni siquiera peleábamos. Yo iba a la Universidad mientras ella se quedaba en lo que era nuestra casa, siempre estuve adelantado aun siendo joven —Y llegue a la parte de la cual no queria hablar—. Cuando me gradué conseguí trabajo rápido... y ahí se fue todo a la mierda.

— ¿Qué paso?

Por primera vez levanto la mirada para verla.

—Qué ella no me amaba como yo lo hacía —Digo a secas—, eso paso.

Me levanto, hasta aquí pude llegar. Hace un amago en levantarse pero yo niego.

—Necesito un café, ya vuelvo.

Abre la boca para decir algo pero salgo de la habitación. Maldigo yendo hasta la cocina, me siento y coloco los codos en la mesada.

Me sorprende saber que ella todavía me importa. Llevo mis manos hasta mi cabello jalandolos con fuerza.

Me siento un estúpido, un maldito estúpido que sigue pensando en una persona que no le importó jugar con sus sentimientos.

Odio no poder odiarla.

Porque aunque lo niegue en voz alta todavía le tengo cariño.

Totalmente confundido me levanto y voy derecho a la habitación,  la encuentro sentada en la cama mirando sus manos. Me quedo unos segundos mirándola.

El Amor Por El Chocolate. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora