Capítulo treinta.

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Luego de llamar a la puerta del apartamento de Lena me paré firme esperando porque Michaela bajará y podamos ir a la fiesta. No voy a mentir, me encuentro ansioso esperando por ella.

Quiero verla, saber si va a complacerme con el color de vestido que sugerí. Algo en mi dice que lo hará por eso elegí una corbata del mismo color.

Llevo puesto un traje negro que tuve que comprar para la ocasión, lo único que no tuve que comprar fue la camisa que la tenía guardada en el closet. No soy muy fan de los trajes, creo que este va ser el tercero que tendré en mi armario.

La puerta se abre haciendo que deje de estar pensando en mi vestuario. Para deleite de mis ojos es ella quien abre la puerta y no me sorprendo al ver el color del vestido que lleva puesto.

Rojo, rojo escarlata. Sus ojos verdes se encuentran brillantes y sonríe al verme. Hago una lenta pasada por su cuerpo y debo admitir que se ve fenomenal con ese largo vestido que resalta las mejores partes de su cuerpo. Agradezco que su cabello esté sujeto en un moño ya que la piel de su cuello queda expuesta. Mis labios pican por besar esa tersa piel.

—Te diría que estás hermosa pero —Vuelvo a echarle una mirada rápida —, hermosa no es una palabra justa. Estás mucho más que hermosa.

Ella parece alterada por mis palabras pero recuperando su voz habla.

—No es todo.

Gira sobre su eje quedando de espaldas gesto que no comprendí hasta ver su espalda descubierta. Sonrío, no esperaba que ella fuera tan descarada al usar un vestido tan al descubierto como este pero debo admitir que me encanta, y mucho más el hecho de saber que sólo yo podré tocarla.

Mis manos toman vida propia al deslizarse desde la curvatura del cuello para descender hacia su espalda justo donde está su tatuaje de copo de nieve. No satisfecho con sólo tocarla, aparto mi mano y bajo la cabeza para depositar un beso en este.

—Eres perfecta —Digo volviendo a colocarme de manera derecha, ella voltea con rapidez y nuestros pechos chocan de una manera suave y dolorosa. Ambos queremos más que sólo una mirada. Esta conexión que existe entre nosotros parece cobrar vida al mirarnos a los ojos acarició su mejilla provocando que ella cierre sus ojos.

—Ryan —Susurra bajito—, ¿Por qué mejor no vamos a tu apartamento.

Una risa ronca se escapa de entre mis labios.

—Créeme que me estoy conteniendo para no hacerlo, pero pienso solo ir saludar e irnos.

Ella se ríe y vuelve a abrir los ojos, de repente algo pasa por su cabeza y se aleja.

—Espera un rato, tengo algo para ti.

Arrugo el ceño mientras ella con paso acelerado se pierde de mi campo de visión. Sólo se demora unos segundos y cuando vuelve la miro curioso al ver que sostiene en las manos.

Un pastel.

La miro con incredulidad ¿A caso hoy es mi cumpleaños y no lo sabía?

—Tú siempre me das chocolate a mí... —Da unos pasos más hasta acercarse por completo—, así que pensé que era mi turno de darte algo a ti.

Es una torta pequeña de chocolate cabe recalcar, también se ve el chocolate blanco y cerezas que bañan el pastel pero lo que más me llama la atención es el grabado en ella.

—La pasión por el chocolate. —Leo en voz alta y luego la miro a los ojos y me doy cuenta de que en esos ojos verdes eso es justamente lo que veo, pasión.

El Amor Por El Chocolate. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora