Secuela de "La Pasión Por El Chocolate"
Ryan Scott, es un renombrado Doctor de los Ángeles, que luego de sufrir un corazón roto por su ahora ex esposa, decidió no volver a caer en las garras de una mujer.
Y mucho menos de las que tienen un rostro de...
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—Doctor ¿Qué tiene mi hija?
Seguí revisándola de manera meticulosa, la fiebre podía ser índice de alguna infección en la garganta. Se notaba lo cogestionada que estaba su nariz.
—Abre la boca y di "Aaaa" —La niña hizo lo que le pedi mientras inspecciono su garganta con mi linterna, moví su mentón para poder ver mejor—. De nuevo, cielo.
Volvió a hacerlo y pude notar la irritación en ésta.
—Es solo una infección de garganta, nada de otro mundo.
Su madre suelta un suspiro, sonrío por la manera en la cual su madre se preocupa por su hija. Hay padres que no le toman importancia a un simple resfrío cuando puede ser solo el principio de alguna enfermedad. He visto tantos casos como esos que me da lástima pensar en los niños.
Cuando era pequeño, no fui el centro de atención en mi familia. Aprendí a cuidarme solo, desde tomarme la temperatura hasta saber las horas en las cuales debía tomar mi siguiente medicación, mi madre estaba muy ocupada asistiendo a cenas, viajes y distintas responsabilidades de una gran esposa que acompaña a su marido, por lo cuál se olvidaba de mis horarios y no tuve de otra mas que aprender a temprana edad ciertas responsabilidades.
Ella fue muy buena, no me reprendía, siempre me regalaba lo que quería así que no me quejaba. Tal vez no era buena madre pero como un niño siempre la quise, pensaba que ella sólo tenía muchas responsabilidades así que no quería abrumarla demasiado.
Pero el amor que le tenía disminuyó en picada cuando estuvo de acuerdo con el matrimonio arreglado. El odio es un sentimiento demasiado profundo que la mayoría utiliza a la ligera. Pero en verdad, yo la odié en ese momento cuando me enteré que Maya me era infiel.
Mi madre no tenía la culpa, lo sé. Pero estaba tan cegado en ese momento, yo la conocí por la culpa de mis padres... por lo que corte todo tipo de comunicación con ellos.
Hasta hace poco que recibí una llamada de mi madre para decirme que debía ir a visitarlos. Pero no podía, mi padre tenía una gran cantidad de culpa, pero mi madre no se opuso a la maldita boda por lo que mirarlos a la cara me hacía recordar aquella noche donde me dijeron que iba a casarme con la hija de su socio.
Tal vez solo no debía enamorarme. Pero el amor es inevitable, y hasta parece llegar en el peor momento o hacernos enamorar de la persona menos indicada.
Le receto los medicamentos necesarios para su hija y continuo con mi trabajo. Escucho unas risas de las enfermeras y miro que les provoca tanta risa. Y ahí la veo, una señorita de cabello rosa, con un yeso en el tobillo, con un gesto torpe intenta ponerse de puntitas señalando hacia arriba.
Frunzo el ceño. ¿Qué demonios está haciendo?
Veo que mi amiga Melinda la mira con incredulidad y fastidio. Su cara de todas las mañanas.