Capítulo cuarenta y tres.

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Me decepciona un poco no ver a la maldita enfermera merodeando en el Hospital, quería que me viera entrar con Ryan pues ni modo tal vez al fin piensa alejarse de mi marido.

Muerdo mi labio con coquetería y él me levanta encima de su escritorio para besarme, nuestras bocas se encuentran ansiosas y recuerdo las ganas que tenía de quitarle su hermoso traje negro. Ni modo, ahora quiero que la camisa se vaya pero no la bata.

Sus manos acarician mi cuello, sube y baja mandando mil descargas de placer en todo mi cuerpo, me alejo para quitarme la blusa de tirantes negra que traigo puesta y la dejo caer al suelo. Ryan pasa su mirada por mi brasier de encaje y sonríe travieso cuando baja su rostro has mis pechos  y muerde una por encima de la tela haciéndome jadear.

Mis manos van hasta los botones de su camisa y con paciencia se las quito, ya he dañado muchas de sus camisas por no controlarme, él me ayuda y se la quita con la bata. Como buen chico se pone la bata nuevamente y sonrío, mis manos van a su pecho desnudo acariciando su piel con las yemas de mis dedos y también con mi uñas.

—¿Me ayudas a sacarte esos jeans ajustados, amor? —Embobada asiento y de un salto bajo del escritorio para quitármelo. Para mi desgracia los jeans están demasiado ajustados, una mierda total porque significa que estoy subiendo de peso.

—Ven aquí —Me apoyo en su hombro para sacármelo y él se ríe. Le mando una mala mirada y cuando por fin está fuera suspiro—. No recuerdo la última vez que me puse ese jeans pero creo que se achico o algo por el estilo.

Ryan niega con la cabeza divertido, sus manos van a mi cadera y me pierdo en la intensidad de sus bonitos ojos mieles. Mis brazos rodean su cuello y volvemos a besarnos, su beso toma fuerza y manda mi cuerpo hacia atrás.

—Debemos ser rápidos, alguien puede venir y no quiero dejar a mi esposa con ganas.

Asiento, por su bien no debe dejarme con ganas.

Me quita las bragas y subo al escritorio ansiosa mientras desabrocha su cinturón, baja sus pantalones junto con su boxer y me agarra de los muslos para acercarme a él. Muerdo mi labio cuando lo siento dentro, comienza a moverse y yo busco sus labios para intentar silenciar mis gemidos. Sus dedos bajan un tirante de mi brasier y su boca chupa y muerde mi pecho izquierdo sin dejar de invadir mi interior se una manera deliciosamente placentera.

—Ryan —Digo sin aire.

Esta jugando con mis pechos, torturándome y siento que estoy a punto de llegar cuando alguien golpea la puerta.

—¿Doctor Scott?

—Jodeme —Digo cuando escucho la tediosa voz de Rebbeca.

Él gruñe y se detiene, me mira unos segundos y me pide que guarde silencio unos segundos.

—Ya voy Rebbeca —Aclara su garganta—. Puedes irte.

Cuando pienso que por fin se va ir vuelve a hablar.

—Tranquilo, Ryan. Yo espero aquí.

Gruño pienso hablar pero el vuelve a moverse y gimo.

—Tenemos que terminar rápido.

—Voy a matarla —Gimo sin reprimirme cuando sus movimientos aceleran.

—¿Está todo bien ahí adentro, Ryan?

—Perfectamente —Grita en un gruñido.

Mis manos jalan su cabello cuando siento que llego a mi orgasmo, él no tarda en venirse dentro de mí y caigo en su pecho débil. Mierda, me siento cansada.

El Amor Por El Chocolate. #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora