CAPÍTULO 6.

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Han pasado diez días desde aquella reunión en el panteón de la calle principal para darle el último adiós al amor de mi vida. Ahora por lo menos puedo contar los días que han pasado desde que vi como Axel era llevado hasta los confines de la tierra. Supongo que eso es un punto a mi favor.

Estos últimos días he logrado conciliar el sueño sin tener recuerdos vívidos de la pesadilla que tuve el día en que murió, es un avance, ¿no? A pesar de ello, no he mejorado mucho, sigo sin poder hablar y mi mamá está vuelta loca con eso. Tanto así que ahora mismo estoy sentada en una cómoda silla negra de la sala de espera del doctor Vélez. Es un psiquiatra nuevo y mi mamá ha depositado todas sus esperanzas en que me hará estar bien o por lo menos mejorar. Yo, en cambio, no tengo mucha fe en ello.

El lugar es tan tranquilo que puedo escuchar el caminar de las manecillas del enorme reloj que está frente a mí. Las paredes son de un tono marrón que me hace querer estar en cualquier otro sitio, además huele a consultorio dental, y aquello me parece sumamente gracioso.

Mi mamá me mira con algo muy similar a la lástima cada veinte segundos. Llevo la cuenta.

Una señorita de cabello rojo deslavado nos indica que es el momento de pasar. Estoy a tres meses de cumplir 20 años y mi mamá aún se empeña en acompañarme a mis citas médicas.

—Buenos días —nos dice el doctor Stewart Vélez.

—Buenos días —responde mi madre.

Creo que aunque pudiera hablar no le respondería ya que estoy aquí en contra de mi voluntad. Lo observo cuidadosamente y su mirada verde y pacífica me hace sentir un poco menos incómoda. Mis hombros se relajan visiblemente y acepto mi destino, si quiero mejorar tengo que cooperar.

— ¿Qué te trae por aquí, Emma? —cuestiona con tono amable dirigiendo su mirada hacia mí.

—Ella no puede hablar —apresura mi mamá y en el acto se inclina un poco hacia adelante, tal como si estuviera contándole un secreto que nadie más puede escuchar.

— ¿Cuál es el motivo?

—No lo sabemos... su novio murió hace un par de semanas, llevaba con él una relación algo larga y bueno... ha estado mal. No come, no duerme, sólo se la pasa llorando y...

Pongo mi mano sobre el brazo de mi mamá en un movimiento brusco y la miro fijamente, esperando que aquello la haga detenerse. Ahora mismo me siento demasiado apenada de que esté ventilando mi estado de ánimo como si fuera un chisme cualquiera que le está contando a la tía Mel.

—Lo siento —murmura, y no sé si se está disculpando por ser una pésima madre o por mi actitud retadora ante el doctor Vélez.

—Por lo que me ha comentado puedo pensar en que se trata de algo llamado "mutismo" —responde y me da una mirada comprensiva.

— ¿El qué? —pregunta mi madre.

—Verán, el mutismo selectivo es un trastorno de la comunicación verbal que tiene un origen emocional, consiste principalmente en que los afectados, en este caso Emma, en determinados contextos o circunstancias no pueden pronunciar ni una sola palabra.

— ¿Qué podemos hacer? —cuestiona ella. Puedo darme cuenta de que en verdad ésta situación la tiene muy mal.

—La opción más acertada en estos casos es que se le dé alguna terapia, ya sabe. O simplemente podemos esperar por un tiempo y ver si logra progresar por sí sola —su mirada se fija en mí y me examina detenidamente.

Miro a mi mamá como diciéndole «¿Ves? Le estás dando más importancia de lo necesario». Ella me mira como si me hubieran salido un par de cabezas más y decido que no estoy dispuesta a soportar ni un segundo más, quiero salir de este lugar. Así que le sonrío al doctor, a forma de agradecimiento y me pongo de pie. Ya no tengo nada más que hacer aquí.

Two of You; Luke Hemmings.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora