CAPÍTULO 7.

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Guardar todo lo necesario en mi maleta mientras mis padres dormían en su habitación fue más fácil que salir de mi casa y llegar hasta el aeropuerto. Por una parte había algo que se aferraba a no dejarme ir, o quizá sólo era mi imaginación. El frío de la madrugada se llevó todo el sueño que tenía y me aferré con fuerza a mi bufanda mientras el chofer del taxi me ayudaba a sacar mis cosas del maletero, ahora solo queda esperar a que nos llamen para abordar.

Estoy demasiado nerviosa, permanezco sentada en una de las —para nada— cómodas sillas de la sala de espera. Mis manos sudan de una forma realmente exagerada y mi corazón no para de martillear duro y tendido contra mi pecho. Abro mi bolso y compruebo la hora en mi celular por enésima vez. Son las 05:16 am, a esta hora mis papás deben seguir dormidos y dentro de algunas horas ya habrán descubierto que mi ropa no está en el armario y que mis objetos personales —incluyendo las fotos de Axel—, tampoco están en donde deberían.

Les dejé una nota que descubrirán demasiado tarde como para venir aquí e impedir que me vaya.

En aquel trozo de papel les escribí las razones que tengo para querer huir, y en un apartado, casi al final, les pedí que pusieran al tanto a los padres de Axel. No fui lo suficientemente valiente para despedirme de nadie, ni siquiera de los chicos. Creo que los últimos días me han enseñado que de verdad detesto las despedidas.

¡Demonios!, aún no estoy completamente segura de si en verdad quiero irme y dejar todo atrás.

Unos minutos después comienzan a llamar para abordar, miro mi boleta, que es de la fantástica primera clase, lo cual significa que podré subir al avión en este preciso instante, antes que todos los demás pasajeros. Me encojo de hombros y emprendo mi camino.

Acaricio mis brazos con sumo nerviosismo, no hay vuelta de hoja y tengo que ser fuerte. Camino hasta el túnel que lleva a las escaleras del avión y suspiro, este es el primer paso para sacar todos los sentimientos destructivos que se alojan en mi pecho, para exiliar el dolor de mi corazón que no hará más que aplastarme si se lo permito.

Busco rápidamente mi asiento y afortunadamente es junto a la ventanilla. Cierro los ojos y me dejo llevar por mis recuerdos, es la última vez que lo haré, es la última vez que me permitiré ser débil y estar furiosa con Axel.

[...]

Los vuelos son la cosa más cansada y bochornosa de la existencia. Los odio. Perdí la noción del tiempo cuando estuve segura de que ya llevaba casi diez horas en el aire. Es un viaje sumamente largo de Sídney a Estados Unidos. Sin mencionar que la revisión de equipaje fue horrible y tardada, la culpa es toda mía por haber traído tantas cosas.

Al salir del aeropuerto inmediatamente siento un pesar tremendo, el clima es diferente y se lo atribuyo a que Nueva York está justo por arriba del ecuador, cuando mí amado Sídney se encuentra debajo de éste. Fuerzo a mi mente a pensar en otra cosa, no me siento con ánimos de recordar mis clases de geografía de la preparatoria.

Le hago la parada a un taxi y el chofer amablemente me ayuda a subir las maletas a la cajuela. Saco mi celular y le escribo al chofer.

"Buenas. ¿Podría llevarme al Hotel Ritz Carlton? Por favor."

— ¿Se encuentra bien, señorita? —pregunta con una pizca de preocupación.

Asiento y vuelvo a escribirle en mi celular, haciéndole saber que no puedo pronunciar ni una palabra. Él asiente a su vez y comienza a manejar.

Nueva York es un lugar totalmente impresionante, es hermoso y la arquitectura del lugar es mágica, con un aire que indica que se ha invertido mucho capital para poder tener una de las ciudades más bellas del mundo.

Suspiro con una tranquilidad que es nueva para mí. Han pasado doce días desde que Axel murió y no me había sentido así desde aquella noche.

El taxi se detiene frente a uno de los hoteles más elegantes, según leí en internet. Es increíble y demasiado fino, es un lugar nuevo y me siento momentáneamente en paz.

Un botones me ayuda a meter el equipaje y me acerco al mostrador a confirmar mi reservación. Esto de no poder hablar es mucho más difícil que cualquier otra cosa que me haya pasado en la vida. La gente me mira como si estuviera loca o algo así, de verdad espero que con el tiempo también pueda sanar y recuperar mi voz.

Me dejo caer en la enorme cama de la suite que reservé por internet, la cual justo ahora me parece excesivamente cara y lujosa. Suspiro y decido que me lo puedo permitir por un par de días. Justo ahora, todo en mi vida es pasajero y temporal.

Saco mi celular del bolso y me doy cuenta de que se ha quedado sin pila, si alguien intenta comunicarse conmigo tendrá que esperar hasta mañana. Lo conecto al cargador y no prende... quizá también deba conseguir un nuevo celular.

Cierro los ojos y suspiro con cansancio. Una semana es mi límite, en una semana tengo que arreglar mi situación escolar para que me dejen incorporarme al último semestre de la carrera de arquitectura, en una semana ya tengo que haber encontrado un lugar para vivir y en una semana debo de haber encontrado mi camino en esta nueva ciudad.

[...]

Me he duchado y ahora mismo intento dormir, todo mi cuerpo está exhausto y me parece totalmente justo, han sido unos días demasiado demandantes y agotadores. Esta es la primera noche que no voy a llorar hasta quedarme dormida. Me siento extraña, como una rara combinación de estar bien y estar mal, pero con eso me conformo por ahora. Sé que puedo salir adelante porque fue una de las cosas que Axel me enseñó, él siempre le veía el lado positivo a todo, siempre me decía que las cosas sucedían por una razón en especial y siempre me hacía ver que, hasta en el peor de los momentos el sol salía y se escondía de la misma forma que siempre. A él le aprendí que había que vivir todos los días como si no fuese a haber un mañana.

No voy a desperdiciar mis días aquí siendo egoísta, voy a aprender a ser una luchadora, como él lo era. Su recuerdo va a ser mi amuleto y el gran amor que le tengo me va a ayudar a salir de la zanja en la que caí cuando se fue.

Mi celular por fin cobra vida y me espanto cuando suena. Me incorporo y lo tomo de la pequeña mesita que está a un lado de la enorme cama. Es mi mamá.

— ¿Dónde estás? —me grita. Sé que está tremendamente asustada.

Miro el reloj y me doy cuenta de que casi son la once de la noche, hago un cálculo rápido para tener idea de la hora que es en Sídney... aproximadamente las dos de la tarde, contando que son casi quince horas más de diferencia.

Me parece totalmente gracioso que mi mamá me pregunte algo cuando es lógico, que no le voy a responder porque no puedo hacerlo. Sacudo la cabeza y cuelgo. Decido mandarle un mensaje.

"Mamá, calma tu pánico. Estoy bien. Y bien lejos de casa. ¿Para qué quieres saberlo? Aun así no podrás venir ni yo accederé a volver. Ya les expliqué todo en la nota que dejé pegada dentro del refrigerador.

Diles a Liz y a Andrew que les agradezco todo lo que hicieron por mí y que algún día, cuando sea fuerte, volveré para agradecerles yo misma.

Los quiero mucho y espero que entiendan que soy mayor y que puedo tomar mis propias decisiones ahora. Me lastima estar en casa y pensar en Axel, ahora me he dado cuenta que aquí puedo sentirme más tranquila. Velo como una especie de terapia para mí. Estaremos en contacto, lo prometo.

Cuando recupere mi voz les hablaré a diario."

Dejo el celular y lo pongo en modo silencio. Necesito dormir un poco para comenzar a trazar el camino de mi vida, cuando el sol vuelva a salir. Cierro los ojos y suspiro de una forma tranquilizadora.

Esto es una nueva vida para mí e intentaré aferrarme a ella con todo lo que tengo. Es un nuevo comienzo, es un leve empujoncito para sacar el dolor de mi vida. No para sacar su recuerdo, porque ese está grabado con fuego en mi corazón.

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Actualizado 15.04.20 

Two of You; Luke Hemmings.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora