18. AMIGOS Y ENEMIGOS.

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LONDRES, INGLATERRA.

MIÉRCOLES, 09 DE OCTUBRE DEL 2013.

Me reporté indispuesta y no asistí a la clínica. No puedo seguir dilatando mi ida a Roehampton, la ubicación en Wandsworth, donde se encuentra el emisor de los sobres en color crema. La persona que me advirtió sobre Diosa y Reina preparándose.

Ya mi miedo se cumplió. Ellas volvieron. Solo me queda luchar para que no arruinen mi bonita vida presente. Me costó llegar al punto en el que estoy, donde estoy feliz, estable y abierta a aceptar lo que el destino me haya preparado.

Compruebo la ubicación escrita en las notas de mi teléfono y me fijo que ya llegué. Estaciono y veo el sobre que, accidentalmente, dejaron de nuevo. Este fue diferente al de mi cumpleaños, volvió esa voz neutra y más que una petición era una orden de venir lo antes posible.

Y aquí estoy.

Recibo un mensaje de Mitchell, diciendo que está esperándome para que podamos escanear las páginas del diario y enviárselas a Leslie y su equipo de Washington. Le respondo que voy a tardarme un poco porque estoy con un paciente y bajo de mi auto.

Toco el timbre de la casa y una bonita mujer me abre la puerta. Ella me evalúa y me deja pasar. No pregunta quién soy ni que hago aquí, solo me insta a caminar por un largo pasillo y luego me detiene y toca una puerta de madera. Una voz varonil le responde que pase. Ella no tarda mucho anunciándome y permitiéndome entrar en la oficina.

— ¿Quién eres?

—La persona que va ayudarte a destruir a Diosa y Reina.


JUEVES, 10 DE OCTUBRE DEL 2013.

Yo no puedo creer hoy que perderé cuarenta y cinco minutos de mi tiempo solo porque Isaak cree divertido jugar con mi paciencia. Y no solo es él, ya estoy cansada de Sophie contando los días y de Patrick recordándomelo entre burlas soeces que indirectamente dirige hacia mí, pues en un comentario netamente espontaneo se lo comenté a Quinn y luego todos lo sabían.

Descuelgo el teléfono y le comunico a Soph que pase a la siguiente persona, ella me advierte quien es y tomo el aire que necesito para así levantarme y abrir la puerta antes de escuchar los toques en ella.

Ignoro sus inoportunos comentarios durante los primeros quince minutos de la sesión, haciendo las preguntas de rutina que él sabe responderlas y lograr que yo las respondas, pero doy en el clavo con una pregunta sin ningún trasfondo y que luego despierta mi curiosidad.

Inconscientemente noto que su antigua apatía por los infantes, es ahora un miedo. La manera en como lo expresa y su reticencia hacia ello es un indicio de la sospecha que intento confirmar con una pregunta.

— ¿Qué piensas hacer el día que seas papá?

—No me imagino con hijos —responde al instante y dubitativo, él rebobina dentro de sus recuerdos y luego vuelve a mirarme, estremeciéndose y hablándome con un tono de voz bajo y quizás con ápices de culpa—. Me aterra solo pensarlo, Gemma.

Lo dejo canalizar su miedo y también los halos de dolor que surcan su mirada. Es increíble la manera en la que sus facciones se descomponen en tristeza y luego ese brillo de sus ojos verdes vuelve, llenándolo de esa desconcertante actitud relajada.

—Te estoy buscando un mote —susurra, conteniendo una sonrisa y acariciando perezosamente su barba—, pero no consigo el indicado.

—Mi nombre no es nada difícil como para que debas buscar otra forma de decirme —respondo, esquiva.

Los secretos de GemmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora