14. TE CREO.

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DOVER, REINO UNIDO.

Luego de varias horas, dejo mi teléfono sobre mi regazo y miro a Isaak, sus ojos están concentrados en la carretera, sin embargo, me ve un momento y luego mira de nuevo al frente.

—Hay algo que necesito decirte —él me pide que prosiga y afirmo—. Sé que tú eres el supuesto admirador secreto que me ha enviado chocolates y obsequios durante todo este tiempo, Isaak. También sé que eres el niño que me dio mi primer beso, y es bastante estúpido que lo niegues. Te hace parecer un imbécil. Así que no lo intentes.

—Un privilegio solo para Gemma Baker —concede, sonriendo—. Lo acepto, soy yo, pero si lo sabias ¿Por qué accediste a venir?

Desconcertada, boqueo sin saber que decir.

—Yo...Yo no lo sé.

¿Quiero saber la verdad? No estoy segura de la respuesta, pero pude haberlo convencido de no ir tan lejos como es Dover. Entonces no lo sé. No sé porque estoy montada en una camioneta que le pertenece a Isaak Schwartz junto él.

Un silencio incomodo se establece dentro del auto y agradezco que minutos después su voz interrumpa para decir que ya hemos llegado. Noto como los muros de la mansión de Dover, se alzan frente a mí. La verja dorada es abierta con el pequeño control remoto que posee Isaak y pasamos por el camino de grava hasta dejar el auto fuera del garaje.

Ya es de noche, bastante tarde; sin embargo, el reflejo de la luna contra la fachada de la estructura es impresionante e imponente.

Es un edificio en tono marfil que en los laterales se curvea dando un aspecto tubular hecho en concreto, mientras que la parte central de todo el edificio son ventanales cristalinos. En los laterales tubulares se encuentran ventanas de cristal.

Es un edificio bastante moderno.

Bajo del auto y me detengo frente a los siete escalones que conducen a un porche con balaustradas y columnas en el mismo color de la fachada, y a la puerta doble de cristal dentro de un umbral de piedras blancas incrustadas, simulando la composición de Creta por la cual están formados los acantilados de la zona.

Volteo a mirar a Isaak que rodea la pequeña redoma donde se halla el hermoso jardín de rosas rojas y la fuente de agua y le pido que entremos, pues comienza hacer frío y ninguno de los dos tiene un abrigo.

—Déjame adivinar, cuando entremos milagrosamente habrá un escenario romántico, con velas y todo ese tipo de cosas que se ven en las películas y seremos un cliché de primera...

—Temo cortar tus sueños más íntimos pero no los cumpliré hoy.

— ¿Otro privilegio de ser Gemma Baker?

—Solo para ti.

Isaak abre la puerta de cristal dentro del umbral de piedras y entro a la oscura casa detrás de él que segundos después enciende las luces, iluminando toda la estancia.

Oh, maldita sea. Este lugar es hermoso.

Por el enojo y la frustración que sentía, la única y primera vez que vine aquí, no logré admirar la sala principal de la mansión. Existe un equilibrio perfecto entre la madera, los cristales, el concreto pulido y las zonas delimitadas por alfombras.

La sala de concepto abierto es lo primero que te recibe. Los sofás son de estilo sobrio en blanco y hay mesas bajas en madera oscura; detrás de estos, una imponente chimenea que posee puertas dobles a sus lados y una repisa sobre ella. En la pared hay un cuadro familiar y sobre las repisas algunas fotografías paisajísticas y pequeñas estatuillas de la Torre Eiffel.

— ¿Te gusta? —me pregunta con sorna—. Vamos a enseñarte la casa, Gemmita.

Me fijo que hacia mi izquierda hay una pared divisoria en forma de L, con repisas en la parte de la sala y umbrales a cada lado que no poseen puertas. Uno conduce hacia un elegante comedor para diez personas y rodeando la pared, se encuentra la cocina diseñada en nogal y cuarzo con una particular barra que comienza en forma rectangular y entre su centro y su otro extremo, su anchura disminuye y se convierte en un funcional e informal desayunador para cuatro personas.

Los secretos de GemmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora