Los secretos de Gemma

3. CASTILLOS ROTOS.

LONDRES, INGLATERRA.

SÁBADO, 07 DE SEPTIEMBRE DEL 2013.

Estoy sentada en el restaurante al aire libre donde quedé con los chicos desde hace media hora, con un batido de chocolate entre mis manos que he ido bebiendo de a poco. Ninguno de mis amigos ha aparecido.

Ayer por la noche Quinnie y yo fuimos como cada primer viernes de mes a la casa de Dave. Pero sucedió que Gregg no llegó, excusándose con una complicación en un caso.

Por lo que decidimos vernos hoy para almorzar todos juntos.

Ya que estaremos todos he decidido decirles sobre esa carta que el tipo misterioso dejo para mí. Estoy tan malditamente frustrada y paranoica porque no sé de quién es esa letra, esa caligrafía.

Por otra parte, nunca supe que mamá escribiera un diario, aunque lo que más hace mella es mi es esa primera palabra escrita «Búscame» ¿A quién se supone que tengo que buscar? A la única persona que podría buscar es a mi mamá, pero ella fue dada por muerta luego que Diosa y Reina la secuestraron. Ese tipo llamado Roca lo confirmó la vez que yo estuve secuestrada. Y aun así, aunque Lucia Hoffman está muerta, ahora aparece un mensaje imperando que busque su diario.

¿Por qué se están preparando de nuevo? ¿Quién es MB? ¿Por qué tanta insistencia en que busque el dichoso diario? ¿Cuál botella de mi abuelo? Y eso que dice en clave... eso aún no lo entiendo.

El gran sueño de Phillips, 1964, en el encendedor de la pared.

Dejo mi divague para después puesto que noto a un chico pelirrojo, perder el control de su bicicleta y caerse, al mismo tiempo que un alarido de dolor es pronunciado por sus labios. Decido acercarme a ayudarle.

—Hey, ¿Estás bien? —le pregunto, él tarda unos segundo en responderme.

—No, mierda. Me lastimé —suelta con brusquedad, el hombre levanta su mirada y sus ojos azules impactan con los míos—. Lo siento. Solo que hoy ha sido un terrible día.

Dejo mi chocolate sobre la mesa y lo ayudo a levantarse del suelo.

— ¿Que te lastimaste? No eres el único con un mal día.

—La rodilla. Me duele un poco apoyarla —noto que no la tiene totalmente apoyada sobre el pavimento.

—Puedo acompañarte a una clínica. Deberías verte eso.

—No te preocupes, estaré bien. Gracias por ayudarme...

—Soy Gemma —le respondo su pregunta silenciosa.

—Bueno, gracias por acercarte a ayudarme, Gemma. Por cierto, yo soy Ean.

Insisto en acompañarlo a una clínica, sin embargo niega y dice estar bien. Él se despide, agradeciendo por mi ayuda y luego vuelvo a sentarme a esperar por mis amigos.

Deslizo mi teléfono fuera de mi cartera y lo enciendo, de fondo de pantalla se muestra una fotografía de Quinnie, Dave y yo hace más o menos un mes en el aeropuerto. Él iba de viaje hacia Estados Unidos a supervisar cómo se gestiona la empresa que algún día heredara.

Noto que en los pocos minutos que estuve hablando con Ean se llevó a cabo una explosiva conversación entre los fenómenos. No me sorprendo a leer el mensaje de Gregg diciendo que no vendrá. Una excusa más que se cierne sobre nuestra amistad y quiero saber que sucede con él y porque nos está evitando.

Tampoco me sorprendo cuando veo el mensaje un poco más abajo de mi fabulosa mejor amiga, como ella se apuntó en mi teléfono. Conozco a Quinnie lo suficiente como para saber que está muy, muy cabreada y ni siquiera con su corazón que intenta resguardar en hielo puede esconderlo.