36. LA INFORMACIÓN TIENE UN PRECIO.

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LONDRES, REINO UNIDO.

LUNES, 13 DE ENERO DEL 2014.

Me concentro en terminar de guardar los papeles necesarios para la conferencia, respondo la llamada del Jodido Idiota y no lo dejo hablar porque lo interrumpo con vomito verbal, expresando todo lo nerviosa que estoy, las dudas que poseo y la magnitud del evento.

Recuerda que el imbécil número uno estará contigo y es tú colega, puedes apoyarte en él. Todo saldrá bien —asegura—. Recuerda quien eres y qué soñaste esto. Un puñado de personas no puede detenerte.

Entonces pregunto algo que es muy nuestro.

— ¿Me guiaras?

Desde la distancia lo haré. Te amo.

—Y yo te amo a ti.

Coloco el teléfono sobre el escritorio y levanto mi mirada cuando la puerta de mi consultorio se abre sin toques previos. No es que yo esperara a alguien, pero me sorprendo cuando Helena camina con paso lento y mirada culpable.

—Sé que no me esperabas —dice, su voz suena apagada y casi desesperada—, ¿pero recuerdas que te envíe un mensaje el día que desayunamos juntas? Intenté venir lo más pronto posible... No pude, no me dejaban salir. Olvida eso.

—Tranquila, Helena —calmo y me acerco a ella, invitándola a sentarse en los sofás—. Cuéntame que sucede.

—Ya no lo aguanto más, Gemma —un sollozo sale de su boca—. Sé quién violó a Kamilé McPherson.

No dejo que mi paciencia se agote y le pido que prosiga, en un susurro rápido y descoordinado ella relata y explica su afirmación.

—Ese día yo iba camino a casa de Kamilé porque quería disculparme con ella por todo lo malo que le he hecho. He sido cruel, una persona terrible. Así que esperé que Leonard, Charlie y Rebecca se fueran, pero aunque los tres salieron, a los minutos... —cierra los ojos y respira—, él regresó y entró a la casa con una llave.

Se queda en silencio y vuelve a buscar aire y contiene las lágrimas y el rastro quebradizo de su voz. Finalmente vuelve hablar y narra que él salió media hora después y cuando por fin tomó la iniciativa para hablar con Kamilé, se acercó a la casa y tocó el timbre, pero nadie salió. No pudo quedarse más tiempo porque vio el auto Kathleen y huyó.

— ¿Estás segura, Helena? ¿Por qué no lo dijiste antes?

—Leonard era mi mejor amigo antes que... —traga y niega—. Pensaba que estaba equivocada, pero no pude convencerme.

—Tenemos una hora. Iremos a casa de Kamilé y se lo contarás todo.

—De acuerdo.

Agarro mis pertenecías y sin dilatarnos salimos del consultorio. Observo que Sophie no se encuentra en su taquilla al pasar, pero ignoro tal nimiedad y me concentro en llegar al estacionamiento.

El camino es silencioso, exceptuando la voz de alguna cantante pop que canta por la radio, llenando el tenso silencio que invade el auto. Me detengo frente la casa de fachada naranja y de dos pisos, miro a Helena y ella toma mi mano con nerviosismo. Ese sentimiento de protección vuelve a aparecer.

—Es complicado y también lo correcto, Helena. No entiendo tus motivos para haberle hecho daño a Kamilé, pero si intentas cambiar, unas disculpas no debe ser lo único que le ofrezcas.

—Mamá me entendía y me pidió ser buena y honesta —susurra nostálgica—, pero mi tía piensa que eso es ridículo y después que mamá tuvo que irse... la aprobación de ella es lo que importa.

Los secretos de GemmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora