42. ¿ESTÁS RELAJADA?

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—Hola, Jodido Idiota —saludo, entrando a su oficina.

Observar la habitación es observar a Isaak Schwartz: Una repisa de arenisca blanca con libros, fotografías enmarcadas de diferentes edificios y construcciones preciosísimas, bocetos de planos, su laptop apoyada del escritorio de caoba oscura. Todo en orden, todo equilibrado y todo apasionante. Con solo verlo a él diseñando me dan ganas de ser arquitecta.

—Hola, Chips de Chocolate —levanta su mirada y noto el resplandor feliz que no estuvo presente en los últimos días—. ¿Cómo te fue con las chicas?

—Espantoso, terrible, catastrófico, incomodo —enumero y él ríe—. Estoy rogando que Pat nunca vuelva a tener este tipo de grandiosas ideas.

—No pudo estar tan mal, Gemma Baker —asegura, eliminando la distancia y abrazándome por la cintura. Noto su sonrisa y frunzo el ceño—. Pensaba llamarte para contarte la razón de mi felicidad, pero ya que viniste a visitarme.

—Esperaba liberar tensiones con el masaje, pero quedé peor. Vine a ver si mi novio podía solucionar eso.

— ¿Te he dicho que eres una mujer cruel? —roza con sus labios los míos y posa su mano en mi nuca—. No creo que hayas venido solo por eso, bonita.

—Nuestra queridísima amiga Natalie nos invitó a cenar hoy. Ella y Gregg darán una noticia súper importante.

Él asiente y sigue en el mismo juego de roces entre nuestros labios. Rompo con eso cuando me aventuro y dejo un mordisquito en su labio inferior. Es instantánea su reacción, tomando mi cintura, apresándome a él y dándome un beso demoledor. El recuerdo de esa marea inclemente de nuestro beso en Bromley, resurge la pasión y dinamita de ese día. Exceptuando el cabreo de ambos.

Juego con su cabello. Él introduce su mano entre mi blusa blanca de botones, hoy fue un traje ejecutivo porque estuve en Hoffman Inc.; Yo tanteo su musculosa espalda. Él riega besos por mi cuello. Yo gimo. Él desabrocha mi sujetador. Yo me deshago entre sus brazos. Él me sube a su escritorio y se coloca entre mis piernas. Yo cierro mis ojos.

— ¿Más relajada, Chips de Chocolate? —quedo desorientada un momento ante su pregunta e Isaak esboza una sonrisa pícara mientras espera mi respuesta— ¿Qué tanto te importa las normas sociales, Gemma?

—En este momento pienso que son mierda, ¿por qué?

—Estaba decidiendo si seguíamos y profanábamos mi oficina o si nos deteníamos.

—Ni se te ocurra dejarlo aquí, Isaak Schwartz —sentencio entre divertida y necesitada—. Apiádate de tu pobre Chips de Chocolate que tuvo un terrible día.

— ¡Qué bueno que soy un hombre compasivo!

No hay risas a continuación. No. Hay dureza y excitación. Hambre y necesidad. Sus labios atacan los míos. Este beso es demasiado bueno, increíble y rompedor que lo convierten en algo indescriptible e inefable. Mis manos forman puños en su camisa negra.

Soy una mujer lujuriosa.

Bajo del escritorio y nos volteo sin darle espacio a comprenderlo. Acaba de despertar una vena repleta de deseo y pasión, ansiosa de tenerlo, por eso con una rapidez impresionante me deshago de su camisa mientras observo su mirada depredadora, evaluando el camino que toman mis manos y mis besos.

Me maravillo con cada tableta, lamo su abdomen y riego besos dulces. Juego un poco con el inicio de la uve que se esconde dentro de su pantalón, pero decido que hay más ganas de tenerlo enterrado en mi interior que ganas de jugar y ser traviesa.

Abro la bragueta de su pantalón y lo dejo caer al suelo. Tiro mi camisa algún lugar mientras que él revolea la suya. Y no pierdo el tiempo cuando el objeto de mi deseo está frente a mis ojos. Tanteo su pene por sobre el bóxer negro, una caricia erótica que provoca un gruñido audible. Levanto la mirada y con una voz demandante y excitada le ordeno que haga silencio.

Los secretos de GemmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora