POV DIOSA.

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LONDRES, REINO UNIDO.

DOMINGO, 30 DE MARZO DEL 2014.

Yo sé lo que duele perder al amor de tu vida.

La sofocación, el dolor inmedible, el llanto y la impotencia...

Y estoy tan airada como Koroleva por la pronta muerte del Mentiroso. Yo tenía mejores planes para él, unos que complacerían mi furia por su traición porque nadie que sea sensato, puede pretender fingir lealtad y luego jugar conmigo.

Así que es humillante poder sentir lo que ella siente. Desecho esos sentimientos compasivos porque el mundo no lo fue conmigo, nadie me entendió cuando lo necesité. Esos son sentimientos débiles y tontos y las personas que los poseen son engullidos por el mundo.

Estuve allí cuando lo asesinaron y no pude disfrutar el dolor de la pequeña Gemmy, todo porque mi plan se vino abajo cuando las cinco balas impactaron en su cuerpo y robaron su vida. Cinco balas que salieron de un catrín, no solo un catrín, sino El Maestro. El muy imbécil desobedeció mi orden, pasó por encima de mí.

Ahora yo les enseñaré que nadie va en contra de mis mandatos.

Yo soy Diosa. La puta ama de todo lo que quiero poseer.

Me siento en mi trono y miro a mi lado, allí está Reina, en silencio y aterrada con la decisión que he tomado, pero su hijo fue quien tomó malas decisiones, no yo. Ella sabe lo que le espera a todos los que me traicionan y no me importa si hay sangre de por medio, mi propio hijo pagó con su sufrimiento sus estupideces y si Sombra sigue rodeando a Adabella Martins, provocando que su identidad sea descubierta, entonces me libraré de él.

Caerá solo.

Esta noche Koroleva también ordenó que le buscaran una silla, Roca la complació y el catrín que buscó su petición le trajo uno de mis antiguos tronos. Ella es ingenua como su mamá, creyendo que tiene algún poder dentro de mi gente.

— ¿Mataste al Mentiroso? —le pregunto al Maestro, arrodillado frente a mí. Él se mantiene cabizbajo e inexpresivo—. ¿Desobedeciste las órdenes de tu Diosa?

—No, mi señora. No lo hice.

—No queremos ratas cobardes entre nosotros, Maestro —interrumpe Hades—. Confiesa la verdad.

—No maté al Mentiroso —dice y sus ojos azules, ojos que nunca ha escondido se encuentran con los míos—. Tú me viste mientras él era asesinado, no me puedo teletransportar, mi señora.

Asiento, confirmando sus palabras. Entonces ordeno que abran las puertas y todos mis súbditos, mis esclavos de la muerte entran. Kitty mira con desdén a Koroleva y Sombra interfiere entre ellas, tomando la mano de la pobre y dolida Gemmy.

Ja, el papel sufrido no le duró ni tres horas, porque luego de dar sus declaraciones a la policía, fue a revolcarse con Sombra y duró toda la noche con él.

Me levanto de mi asiento y comienzo a caminar alrededor del Maestro y de mis catrines. Ellos creen que no encontraré al responsable que me desobedeció. Cuando lo haga le haré pagar muy caro. Así que me detengo frente a Vendetta, un catrín del Castillo, lo mandé a traer desde Nueva York porque todos los rumores comenzaron con él. Es el alborotador.

El hombre no baja su cabeza cuando me detengo frente a él. Inquebrantable como siempre ha sido, uno de mis mejores hombres, capaz de cualquier cosa para que Reina o yo obtengamos lo que queremos. Pero no dejo que todo eso interfiera en mi juicio contra él, cuando sé que desde hace unos meses está actuando como si necesitara una reprimenda de su Diosa.

Lo tomo del cabello y lo obligo a arrodillarse. Él no duda en hacerlo, sin temor o miedo. No tiembla como algunos de los más cobardes. Desenfundo mi pistola y la coloco en su cabeza, él ríe como si supiera que volarle la cabeza me costaría mucho dinero y como si no le importara, pero hay alguien lo suficientemente atrevido para tomar mi brazo y detener el roce de mi arma contra Vendetta.

Levanto mi mirada y Die, me confrota. Hay que tener muchas bolas para hacer eso. Y ganas de morir.

—Yo creo que no debería hacer eso, mi Diosa. Si lo mata, y luego descubre al culpable, habrá perdido a un hombre de confianza y estos —señala detrás de sí—, podrían tomar oportunidad para traicionarla.

—Yo no te estoy pidiendo tu opinión.

—Y se la estoy dando porque que más nos da si el Mentiroso murió. ¿No, Koroleva?

Volteo a mirarla y ella, fastidiada y aburrida, se levanta y da ese absurdo aplauso que utiliza para dar a entender que no le interesa lo que hablamos, pero me sorprendo cuando saca un arma y lanza un disparo hacia una de las paredes de concreto. Ella baja y sonríe.

—Corazón, ya estaba harta de fingir con el Mentiroso. Jugamos y retozamos mucho, pero su... dulzura era sinceramente hastiadora. Eh, estoy de acuerdo, bla, blah, blah, Isaak Schwartz por aquí, Isaak Schwartz por allá. Ya dejen la mierda con el tipo, por lo menos que alcance la paz en la muerte.

—Su final era predecible, Diosa —opina Sombra, lanzando unas carpetas a mi trono mientras que se acerca a Koroleva y la toma por la cintura—. El estúpido se metió con los Le'Blanc y los rusos, quiso jugar al superhéroe y falló. Una plaga menos.

Ordeno que todos ellos salgan, me quedaré solo con el equipo de Reina, Vendetta y Die. Vuelvo a mi trono y leo los papeles que mi hijo dejó allí y sonrío sabiendo que los franceses también lo tenían en la mira, pero me niego a darles la victoria. Él debía pagar ante mí. Era mi jugada maestra.

Los secretos de GemmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora