LONDRES, INGLATERRA.
VIERNES, 27 DE SEPTIEMBRE DEL 2013.
El lejano eco de una guitarra, difumina mi bonito sueño donde disfruto del sol de Miami junto a mi mamá a los once años, soy levemente consciente del sonido de una voz, acompasada junto al instrumento de cuerdas que produce una melodía conocida.
Abro mis ojos con una sorprendente agilidad y doy un respingo al escuchar mi nombre siendo gritado por Quinnie. Después de acostumbrarme a la luz del sol que entra por el balcón de mi habitación, observo a mis amigos y familiares alrededor de mi cama con un pastel de chocolate que aún mantiene la vela encendida.
— ¡Mujer! Llevamos repitiendo el cumpleaños feliz tres veces y no despertabas. ¿A qué hora te dormiste anoche?
—Tarde, dulce Quinnie —soplo aire hacia el pequeño fuego, pensando mi deseo más preciado: sentir siempre esta felicidad que experimento en este momento.
Aplausos y abrazos se reparten para mí y como cada año, el tío Joseph me abraza por mucho tiempo más, recordándome que mamá siempre estaría orgullosa de la mujer que soy.
— ¡Feliz cumpleaños, jodida primita! Espero que consideres mi regalo el mejor de todos, porque las delicias que preparo no son dignas de cualquiera —me fijo en la bandeja de madera, donde un delicioso desayuno americano espera por mí, sin embargo no es eso lo que provoca mis ojos húmedos, lo es la caja tubular y alta en color verde con un lazo rojo.
La agarro y mientras abro la tapa, acerco mi nariz e inundo mis fosas nasales del chocolate amargo que la abuela compra para mis Gemkies, me ilusiono esperando encontrar mis galletas especiales, pero no las encuentro pues dentro solo hay una nota escrita con letra de la abuela y una pequeño espacio donde Stefany me felicita y me desea un hermoso día.
Sonríe, sorpréndete y haz que crean que aquí están las Gemkies. Nos vemos dentro de un rato, guárdame el secreto ¿Sí?
Abro mi boca y sonrío, siendo incapaz de contener las lágrimas. La abuela Diane vendrá a verme y ese es el mejor regalo que tendré en mucho tiempo. Me levanto de mi cama y abrazo a Dave y a Greggory que se mantiene más alejado que el resto.
—Gracias. A cada uno de ustedes por estar en mi vida y apoyarme siempre —limpio las nuevas lágrimas y me lanzo a los brazos de Antonella—. Especialmente gracias a ti, Anto, por cuidarme y enseñarme todo lo que mi mamá no pudo. Te quiero mucho.
— ¡Oh!... Yo también te quiero, Gemmy —su agarre en mí se afloja y noto como los sentimientos se arremolinan en sus ojos, antes de poder identificarlos, tía Violet me jala y me envuelve en un abrazo. Soy soltada por ella para terminar en los brazos del rubio con su guitarra a un lado mientras le devuelvo la sonrisa a Mariet.
—Te esperaremos afuera para desayunar, Gemmy —anuncia Gregg mientras todos salen de mi habitación con una sonrisa cómplice.
Espero que todos ellos salgan y me siento en el borde de mi cama y tomo de nuevo la caja que la abuela envió, allí dentro, al fondo hay un papel de textura suave que saco y contemplo varios segundos antes de desenvolverlo. Jadeo. No es mi medallita, pero creo que podría compararlo a pesar de la abismal diferencia que hay entre ambos obsequios.
La pulsera con fases lunares y mi nombre grabado en letras doradas que me regaló el niño de mi fiesta de nueve años.
Sonrío y la contemplo, notando que se mantiene intacta y finalmente, me acerco a mi pequeño cofre y saco el brazalete que recibí de mi admirador secreto, comparándola con la del niño de mi primer beso. Son idénticas.
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Los secretos de Gemma
RomanceLa familia Hoffman ciertamente no está libre de secretos. No, de ninguna forma lo están. Hay demasiadas historias tejidas entre ellos, muchos misterios por develar, pero nadie se ha preocupado por ellos. Nadie se ha preocupado por el pasado oculto b...