Es simplemente impresionante cómo con una sonrisa puedes engañar a los demás. Puedes estar desmoronandote por dentro, pero si sonríes, nadie nota lo rota que estas.
Llega un punto en el que te vez en el espejo y no reconoces al reflejo; sabes que eres tú, pero ya no reconoces a la persona que te has convertido. ¿Dónde quedó la niña que sonreía a pesar de todo? ¿La niña que tenía grandes sueños? ¿Dónde quedó aquella dulzura que la caracterizaba?
Esa niña cambió.
Esa niña creció.
Y ya no está.
Esa niña se convirtió ahora un una joven.
Recorres la imagen reflejada con la mirada, notas como su cara ha perdido el toque dulce que tenía de niña y cambio a uno más fino digno de una mujer; notas también como los labios se ven más definidos; como los ojos se ven más apagados, pero aún existe algo de alegría en ellos; la forma de su cuerpo ya no es plana, notas la curva de la cintura. Entonces devuelves la mirada a los ojos.
Y entonces todo toma otra perspectiva.
Conforme vas creciendo vas cambiando, pero estas tan acostumbrada a ti que no lo notas. Ya nada es tan sencillo como lo era cuando eras pequeña. Tendrás que luchar, batallas tanto internas con tus demonios como batallas externas con más demás personas. Pero no es el fin. Eres una guerrera, has llegado hasta este momento y sigues viva. Tu sonrisa se convirtió en tu escudo, tú carácter en tu armadura y tu espada son tus palabras.
Por fin reconoces el reflejo.
El reflejo que nunca estuvo perdido, simplemente cambió.
Esa imagen reflejada de una niña que se ha convertido en mujer y lleva la cabeza en alto.
Todas las batallas tienen sus bajas, aquellos momentos en que te sientes perdida y sola, pero siempre has sabido seguir adelante.
Ya sea con ayuda de los demás o sola.
Es importante reconocerte cuando te vez al espejo y no sentirte perdida.
Es importante saber quién eres.
Es importante saber quién eres, es importante reconocerte.
Y eres una guerrera.