Todos los domingos son para echar de menos.

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Pienso en cuántas veces te he llamado y en cuántas veces tu buzón de voz me ha respondido, haciéndose a día de hoy mi mejor amigo, quien me escucha cuando sólo me apetece hablar.La mesilla de noche echa de menos tu móvil en reposo mientras a mí me haces el amor.El suelo está frío cada vez que me levanto de la cama con los pies descalzos igual que tengo el corazón. Intento no darle vueltas a las cosas, hasta que las ideas, me dan las vueltas a mí, buscando un cuándo, un dónde y un por qué.Cuándo decidí ser más poesía que persona, dónde perdí mis versos por tu espalda y por qué todavía no he conseguido completar ningún poema que hable de tus ojos.Demasiadas preguntas que todavía no sé contestar porque el libro de respuestas está enterrado en tu pecho y mis manos todavía no se atreven a entrar en tus costillas.El café ha dejado de saber a tu boca y ahora está agrio, como las cartas que prometí darte y se quedaron en el tercer cajón de mi escritorio, con las palabras emborronadas de la tinta que ya se ha secado en mi bolígrafo favorito.Siempre me espero veintiséis segundos antes de borrar el mensaje que pensaba enviarte, porque para suicidios: los de las veces que tu boca ha chocado contra la mía.Todos los domingos son para echar de menos, una fragancia, un abrazo, un atardecer, o incluso la etiqueta de tu sudadera que se quedó con mi olor la última vez que me lo hiciste.Déjame echarte de menos pero déjame hacerlo mientras te miro a esos ojos caoba y meto mis manos frías por debajo de tu camiseta sintiendo cómo se te acelera el corazón y tus latidos revolucionan cada poro de mi ser, cada sentimiento que has dejado a flor de piel y la increíble ataraxia que siento cuando tus yemas recorren mi sístole y diástole por fuera, follándome cada maldita sensación sin miramientos y dejándome exhausta después.Dichosa la sonrisa que me ha hecho amar los domingos y tu pecho todavía más, porque como ya he dicho antes, para suicidios: la colisión que hubo entre tu cuerpo y el mío.

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