Si me dices ven, te recuerdo, te echo más de menos y lo dejo todo. Lo dejo todo por si eres tú quien vuelves, pero dime ven. Dime ven con tu voz y no con el eco de los recuerdos que se han quedado desde entonces entre las montañas de mi mente y cada rato me piden lo mismo, que te deje volver. Si me dices ven, lo devuelvo todo, como la cordura y las ganas de llorar, y pido de nuevo la locura y tus ganas de mirar, con tus pupilas trepando sobre las mías mientras nuestras bocas se hacen el amor. Si me dices ven, prometo devorar el orgullo que me tiene de pies y manos, atada, correr rumbo a ti como si no quedara nada y volver a buscarte entre las sombras. Que voy sin frenos si hace falta, si eres tú quien me para la caída prevista y después me acaricias el corazón en tu cama. Que desde entonces, los barcos de tu piel ya no nadan a contracorriente por el océano de mi cuerpo, porque el mar está en calma y a ti te gustaban los retos, como navegar por mi espalda y hacer que el viento de mi pelo se enredase entre tus sábanas. Si me dices ven, lo olvido todo, como que me rompiste el corazón en mil pedazos y después te pusiste a bailar sobre ellos, como que después de un "Te quiero", de tu boca sonó un "Adiós" y que todavía estoy esperando tu "Lo siento" entero. ¿Sabes qué? Mejor no digas "ven" porque lo más probable sea que me vuelva a tapar los oídos con las manos que te tocaron y busque una mínima excusa en no volverte a ver, como siempre hago. Así al menos me aseguraré de que mi corazón sigue intacto, y de que tú ahora estás muy lejos de volverme a romper. Como siempre has hecho.