Podríamos empezar este texto hablando de todas las cosas que haces por mí. De todo aquello que me haces sentir, las mariposas, el cosquilleo en el estomago.. Todo. Podríamos empezar hablando con tus besos, con tus diferentes tipos de besos. Después podríamos pasar a los abrazos, a cuando agarras mi mano y me miras con esa cara traviesa que tienes. Podríamos pasar a tu voz, tu boca, y todo aquello que me dices. Que hasta con un simple hola, me haces sentir como una princesa que termina de ser rescatada de la gran torre donde estaba encerrada. Que me flipa cuando hacemos el amor, como recorres cada centímetro de mi cuerpo con las delicadas yemas de tus dedos dedos o tan solo con tu boca; beso a beso, saboreando mi piel. Y podríamos pasar a cuando terminamos, podría pasarme toda la vida hablando de todo eso. De cómo me estiro en tu pecho al terminar, de lo rápido que late tu corazón y de cómo puedo escuchar tu respiración a kilómetros. Podríamos hablar de todas aquellas cosas que hacemos juntos, de como intentamos ver una película y seguido de eso, te tumbes en mis pechos; que jamás dejes de besarme, haya quien haya. De cómo me abrazas y me miras mientras crees que estoy dormida. Podríamos hablar de todo lo que somos, de lo mucho que nos parecemos, de todo lo que nos apasiona. Las películas, las canciones, nuestra música... Pero a pesar de todo eso que hacemos, existen amaneceres que aun no hemos podido observar, ni hemos bailado todas las canciones que tenemos planeadas. No hemos cumplido todas esas metas que hemos gritado siempre a los cuatro vientos, no estamos cada noche durmiendo en la misma cama, ni mucho menos nos despertamos el uno con el café del otro. Aún no me has sacado a bailar en medio de la calle, sin música ni pista. Aún no me has compuesto una canción, aún no me has cantado esa canción la cual has escrito para mí. Aún no tenemos a dos monstruos corriendo entre nuestras piernas sin parar. Aún no hemos realizado todo lo que hemos programado en nuestra larga vida juntos.