CAPÍTULO 3

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- ¿Han asesinado a mi madre, inspectora? - preguntó Castle entre risas - no me extrañaría en abso...

Pero se vio interrumpido por la preciosa voz de la inspectora. Tajante. Dura. Firme. Y sexy. Muy sexy. "Dios mío", pensó Castle, "qué mujer, necesito ponerle cara".

- No debería jugar con esas cosas, señor Castle - le reprendió Kate - porque algún día le podrá faltar su madre de verdad y no le hará ninguna gracia, se lo aseguro...

Castle se había quedado sin argumentos ante semejante respuesta por parte de esa mujer. Sin palabras. Precisamente lo que a él nunca le falta. "Qué tenaz, sensual, e inteligente era esa inspectora, o parece", pensó Castle. "Castle, qué haces tío, vuelve, reaciona", le reprendió su propia mente.

- ¿Señor Castle? - preguntó Beckett al no oírle - ¿sigue usted ahí?
- Sí, señorita... Aquí, creo... En la tierra aunque prefería estar en Marte... - se queda callado - pero, si no se ha muerto mi madre, ¿quién se ha muerto?

Beckett bufó al otro lado del auricular. Un bufido que en cualquier persona no tendría nada de atractivo, pero en ella sí. Castle estaba hechizado.

- Oye, ¿sabe que tiene usted una voz muy sexy? - sonrió pícaro al oír la desesperación de la inspectora al otro lado del teléfono -.
- ¿Y usted sabe que voy armada y le estoy llamando porque se ha producido un asesinato en su fiesta de promoción del libro?

Castle soltó un grito nada atractivo. Un gallo.

- ¿QUÉ? - nervioso - ¿quién se ha muerto? - se queda callado - ¡no se me estará acusando de asesinato!
- Si fuera así ahora mismo le estaría poniendo las esposas y no llamándole por teléfono...
- ¿Esposas? Uy, cuando quiera... - otra vez el Castle infantil y mujeriego a flote -.
- ¿Usted no puede ser normal ni medio minuto? - Beckett se tapó la cara con las manos al otro lado del teléfono - tengo trabajo... necesito que esté en comisaría, en la doce, en una hora - y colgó sin decirle nada más -.

"¿Será posible?", pensó Castle, "me ha colgado sin decirme nada". Pero una sonrisa de niño travieso se dibujó en su rostro. Bien poco le importaba quién se había muerto anoche en su fiesta de inauguración. Ahora su único objetivo era pasar la resaca sin morirse y conocer a esa misteriosa inspectora que se escondía al otro lado del teléfono. "Seguro que está buena", pensó Castle, "otra más". Y otra vez la sonrisa juguetona.

- ¡Eh, taxi! - Castle extendió la mano para pararlo -.

El taxi paró en seco.

- Buenos días, señor - sonrió el conductor observándole detenidamente - Richard Castle
- Sí, el mism... - al levantar la mirada Castle se encontró con ese rostro, esos ojos, esa mirada turbia, ¿de qué le sonaban? -.

El hombre sonrió de nuevo a Castle. Más ampliamente. Mientras Castle trataba de hacer funcionar las pocas neuronas vivas de su estrambótico cerebro.

Ese hombre... ¿Anoche?

- ¿A dónde le llevo? - preguntó el hombre -.

"¿Por qué me ha colgado, inspectora?", pensó Castle mientras por el rabillo del ojo miraba su móvil tratando de encontrar su número en llamadas entrantes.

Castle tragó saliva.

- ¿Richard? - repitió el hombre - ¿prefiere que decida yo?

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Enlazados (Caskett)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora