CAPÍTULO 18

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Autora: nuevas peripecias...

Nada más que sintió sus labios sobre los suyos, Beckett reaccionó con asco propinándole una fuerte patada en sus partes bajas que le hizo retroceder de dolor.

- Zorra asquerosa...

Kate se acercó a él tratando de reducirle para llevarle a comisaría, pero en última instancia se le escapó echando a correr por el callejón en dirección a la calle. Beckett cogió su pistola con gran agilidad y salió tras él, sorteando los coches que frenaron a su paso haciendo sonar sus cláxones. Saltó por encima de un banco sin cesar en su objetivo, pero le pesaban las piernas del cansancio e iba demasiado lenta para la gran velocidad que ella poseía normalmente.

- ¿Beckett? - preguntó Will al verla correr en su dirección justo cuando se disponía a entrar a la comisaría -.

- ¡Will, a tu derecha, redúcele! ¡Redúcele! ¡Will que no se escape! - le faltaban aire en los pulmones pero no frenó en su carrera -.

Will reaccionó a tiempo, saltó sobre el individuo y lo redujo en el suelo colocándole las esposas con gran habilidad y una rodilla sobre su espalda para evitar que se moviese del suelo. Beckett llegó a su altura fatigada, apoyó sus manos sobre las rodillas y trató de recuperar el aire. Estaba exhausta. Definitivamente iba a ser duro sobrevivir a ese día. Y las náuseas amenazaban con atacarla a cada instante.

Will, que permanecía en cuclillas agarrando al detenido, la miraba con miedo desde el suelo. Pero también había pena y arrepentimiento sincero en sus ojos.

- No te he delatado - dijo seca - si es lo que te mueres por preguntarme...

Beckett agarró al tipo que trató de propasarse con ella y le empujó para que avanzara en dirección al interior de la comisaría. Le conocía de sobra, ya le había detenido varias veces por obsesionarse con ella a raíz de un artículo que publicó el periódico tachándola como la inspectora más joven y prometedora del departamento de policía de Nueva York. Era un acosador en toda regla, hacía pocos meses que había sido puesto en libertad, y al parecer seguía sin olvidarla. De modo que después de este percance, lo más probable es que volviese a la cárcel.

- Beckett...

- No tengo nada más que hablar contigo, Sorenson. Para mí no existes ya... - no volvió la vista hacia él - gracias como compañera por el favor - en alusión al detenido - y hasta luego...

Sorenson se quedó de piedra en la calle, y lleno de rabia, sin poder contenerse, golpeó con fuerza una farola con su pie. Castle no perdía detalle desde su coche, había presenciado la discusión. Beckett había dejado al chico guapo de la comisaría. No sabía si alegrarse por tener el camino allanado o entristecerse porque seguramente eso es lo que le preocupaba a Beckett cuando le pidió una última noche libre.

Castle esperó a que Will entrase para coger los dos cafés e irse con su musa.

Beckett volvía de los calabozos con cara de pocos amigos. Le estallaba la cabeza y no se encontraba muy bien. Necesitaba dormir o una buena dosis de cafeína para sobrevivir a la mañana. Castle la esperaba sentado sobre el escritorio de la inspectora sin perder detalle de cada uno de los pasos o gestos de Beckett. Era realmente esbelta, con curvas y con mucha gracia al caminar y moverse. Pero Castle se sorprendió de saber que era mucho más que una mujer atractiva, a él le llamaba la atención su fortaleza, su inteligencia e incluso lo terca que era. En el poco tiempo que llevaba conociéndola le había quedado claro lo encantadora, indescifrable e imposible que era esa inspectora.

Cuando Beckett reparó en Castle le sonrió a lo lejos. Y a él se le paró el corazón justo en ese instante. Si no supiera que seguía respirando habría dicho que estaba en el cielo.

Ella avanzó en su encuentro sin dejar de sonreír.

- Hola, Castle...

- ¿Café? - preguntó Castle cuando llegó a su altura - recién hecho... tienes mala cara...

- Gracias - le dio un sorbito al café - he tenido días mejores - suspiró sentándose en su silla -.

- ¿Qué ha hecho ese tipo al que detuviste? Te vi entrar...

- Besarme...

Castle casi escupe todo el café al escuchar eso de los labios de la inspectora. Se aguantó la risa al comprobar como ella le miraba con los ojitos entrecerrados. Se veía adorable.

- Así que a cualquiera que intente besarte... ¿le haces eso? - preguntó Castle sonriendo - tomo nota - haciendo como que escribía en una libreta de papel imaginaria -.

Beckett negó con la cabeza tratando de hacerse la molesta, pero termino riendo. Y qué bien le sentaba sonreír, se decía Castle para sus adentros, se veía realmente bonita. Después, al escuchar el relato de la detención, a Castle se le cambió la cara, menudo sinvergüenza y degenerado era ese tipo. Ojalá no volviese a salir nunca de la cárcel.

- Beckett... ¿te gusta la lasaña?

- Sí, es uno de mis platos favoritos...

- ¿Y la tarta de arándanos?

- Sin duda... - frunció el entrecejo - ¿por qué me lo preguntas?

- Porque es tu menú - sonrió ante la cara de asombro de la inspectora - es mi manera de darte la bienvenida a mi humilde morada y... para que me perdones porque sé que no te hace gracia dejar tu trabajo por unos días para protegerme...

- No, no me hace gracia...

Castle por primera vez en la vida, agachó la cabeza visiblemente tímido y cortado. Se rascó la cabeza con nerviosismo sin saber muy bien qué hacer. Se había revuelto el pelo y Kate reparó en lo atractivo que podía llegar a ser ese hombre a pesar de lo cansino que podía llegar a ser.

- Si quieres... Mira, Kate, llamo al alcalde y hablo con Roy... puedo llamar a una empresa de pro...

- No, Castle, calla...

Castle se fijó en esos ojazos que le observaban detenidamente, esa sonrisa cálida y esas ojeras que no lograban apagar la belleza de esa mujer. Quizás porque esta nacía del interior. Beckett jugaba con un bolígrafo entre sus manos y él no pudo frenar el impulso de observar sus dedos, finos y largos, que algún día deseaba que le tocasen.

Expo y Ryan les observan curiosos desde sus escritorios mientras se apostaban cuanto tardarían en enrrollarse.

- Quiero comer contigo - dijo Beckett - y protegerte... Creo que lo último que quiero ahora es quedarme sola, Castle...

- Beckett, ¿qué te ocurre? Puedes contarme lo que quieras... Soy una tumba, palabra de boy scout - sonrió haciéndola sonreir -.

Pero ella ya se había encerrado en su coraza y era difícil sacarla de ahí. Beckett se sentía tranquila, relajada e incluso protegida con la presencia de Castle. No sabía qué le ocurría con ese escritor que cuanto más le conocía más interesante le parecía. Quizás no era tan infantil, egocéntrico e idiota como todo le pintaba. Era un buen hombre y ella lo sabía, ninguno había sido tan atento con ella.

- No... Yo...

- Como quieras, Kate... Pero sácalo como sea, no estés triste que pierdes sex appeal - ella volvió a reír y él volvió a perderse en sus ojos -.

Ella se levantó y se colocó un mechón detrás de la oreja. Castle le observaba sentado y en silencio.

- Yo solo quiero...

- Qué... - él también se levantó para quedar a su altura - qué quieres Kate...

- Un abrazo, Rick...

Rick.
Le había llamado Rick.
Y no podía sonar más jodidamente bonito en su voz.

Un abrazo.
¿Le valdría el suyo?
Tenerla unos segundos cerca de él. Rozar su espalda.
Tocarla.
"Respira, Castle", le recordó su cerebro al escritor.

Enlazados (Caskett)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora