CAPÍTULO 36

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Autora: ¡he vuelto! ¡perdonad el abandono! Estuve a mil de cosas estos días... Capitulo largo para compensar. ¡Gracias por leer, votar, comentar y por estar siempre ahí!

Amanecía en la ciudad de Nueva York. El radiante sol se colaba por todos los resquicios del apartamento inundándolo y avisando de que ya era hora de comenzar un nuevo día. Castle hacía media hora que se había levantado con sigilo para no molestar a Beckett, que dormía plácidamente boca abajo, con las manos bajo la almohada y la cabeza en dirección hacia él. Se veía adorable y respiraba con suma tranquilidad.

El escritor se quitó el pijama quedándose con unos calzoncillos ajustados mientras buscaba su ropa. Justo en esos instantes, Kate abría los ojos al mundo, y poco a poco sonrió ante la visión del fabuloso y excitante trasero de Castle. Se giró con cuidado colocándose de lado en la cama sin dejar de observarle en silencio.

Él se puso la camiseta y al girarse se topó con los ojos curiosos, indescifrables y espectaculares de la inspectora de homicidios. La sonrisa boba inundó el rostro del escritor al contemplarla. Esa mujer era diferente, sería capaz de no acostarse nunca con ella, con tal de poder verla todo los días amanecer.

- Ey... - sonrió Castle mientras se ponía su camiseta.

- Hola... - murmuró ella algo adormilada.

- ¿Te he despertado? - preguntó ligeramente preocupado mientras se maldecía por dentro tener que ir a esa reunión con su editora y no poder quedarse con ella.

- No... - sonrió ligeramente mientras no podía evitar dejar de mirar su anatomía mientras él terminaba de colocarse el pantalón - ¿dónde vas tan temprano?

Castle suspiró y se acercó a la cama. Se puso de rodillas sobre el suelo, ya que ella estaba al borde del colchón, y la acarició con ternura en la mejilla mientras le colocaba un mechón revoltoso tras la oreja.

- ¿Sabes que eres la mujer más preciosa del mundo al despertar? - Castle se sorprendió a si mismo diciendo esas palabras, pero ella había cambiado todo su mundo.

Las mejillas de ella se encendieron y él acaricio con sus dedos su sonrojo.

- ¿Solo al despertar? - preguntó ella entre sonrojada y divertida.

- No, las veinticuatro horas del día - ella acrecentó su sonrojo, cosa que a él le volvía loco - y hagas lo que hagas, o pongas como te pongas, inspectora. Durmiendo, corriendo, atrapando asesinos, enfadada, herida... De todas las maneras eres maravillosa - ella se mordió el labio inferior y él perdió el sentido de todo - y encima eres buena en todo, de verdad... Bueno, hay algo que me falta por probar... - una sonrisa pícara se dibujó en el rostro del escritor pensando en cómo sería ella en la cama - pero seguro que lo bordas también...

- Ay, qué tonto eres...

Beckett comenzó a reír con ganas ante el comentario, y él no pudo evitar contagiarse del sonido de su risa. Ella guardó la cara entre la almohada divertida, pero sobretodo tratando de que él no viese su enorme sonrojo.

- Anda, vuelve, sal de ahí... - suplicó él riendo mientras jugaba a pasarle los dedos como si estuviera caminando con ellos por el brazo desnudo de ella, que ahora reposaba sobre la almohada en la que se escondía.

Beckett salió de su escondite y el corazón del escritor reventó ante la belleza de esa imagen: los ojos de Kate brillaban como nunca en mucho tiempo. ¿Sería eso el amor?

Ella se quedó en silencio mirando esos ojos azules llenos de fuego que la desnudaban a cada segundo sin necesidad de tocarla, perdiéndose en ellos, ahogándose en su mar. Ese hombre la tenía completamente a sus pies, como nunca ningún otro. Y encima era sumamente atractivo y arrebatador. Ella jamás se había sentido tan vulnerable hacia alguien, tan protegida, tan llena de vida, tan ilusionada... Estaba loca e irremediablemente enamorada de él, y eso, también le daba un poco de miedo.

Castle no pudo con esa imagen, levantó con rapidez las rodillas del suelo y la cogió de la cara besándola con todas las ganas que se estaba callando. Se colocó con cuidado sobre ella sin dejar de besarla, de morderle ambos labios con pasión, y de volverse loco a cada instante en que ella jugaba con los suyos. No había tiempo para respirar, solo para hablar con las lenguas.

De repente, Castle se dio cuenta y se apartó ligeramente de sus labios.

- Kate, perdona... ¿Te he hecho daño? - pensando en las costillas de ella.

- No... - contestó ella frunciendo el ceño confusa por su preocupación, y acariciándole la mejilla - tranquilo... además ya tengo el alta desde ayer - se aguantó la risa al ver la cara de él - si, debería habértelo dicho, pero... - agachó la mirada tímida - no quería que te fueses... quería que te quedases otra noche cuidando de... - pero no le dio tiempo a callar porque él se volvió a comer sus labios con pasión.

El beso ya no era un beso, era fuego. Pronto arderían como alguien no apagase el incendio de esos cuerpos. Castle se lanzó al cuello de ella, dejándole besos suaves y pequeños mordiscos. Beckett se mordía el labio cerrando los ojos y apartando la cabeza hacia un lado para darle más accesibilidad a su cuello; soltó un pequeño gemido bajo, la estaba volviendo loca.

- Kate... - le susurró dubitativo al oído, no estaba seguro de seguir adelante, a pesar de que se moría de ganas de hacerla vibrar por primera vez entre las sábanas, de verla desnuda, de hacerla suya. 

- Calla... - entrelazó sus manos en el cabello de él hundiéndole más la cabeza contra la base de su cuello, quería sentirle, quería que la llevase a la locura - sí, quiero... 

Él no necesitó más para volver a atacar su cuello y robarle pequeños gemidos a la garganta de la inspectora. Beckett agarró el trasero del escritor con ambas manos aferrándole más contra ella y notando el deseo de su entrepierna cada vez más incipiente, necesitaba a ese hombre de una vez por todas. Castle metió las manos por debajo de la camiseta de Beckett y se detuvo unos segundos para mirarla a los ojos, ella le devolvió la mirada hechizada por él, completamente en sus manos. Castle tragó saliva nervioso, se le acababa de erizar cada centímetro de su bello ante el contacto con la piel del abdomen de ella; si había perdido la cordura con ese mínimo roce, como sería cuando la viese desnuda. Ella le sonrió acariciándole los labios con ternura mientras sentía que el corazón se le iba a salir por la boca con el contacto de la mano del escritor bajo su ropa. Kate tenía ganas de suplicarle que subiese, pero no hizo falta, él siguió ascendiendo con su mano hacia uno de los pechos de Beckett, pero no llegó porque el teléfono sonó dejándoles a ambos con las ganas.

- Mierda... - Castle cayó en la cuenta - mi editora, la cita... - se apartó rápidamente de ella - perdona, Kate... - y contestó a la llamada mientras ella trataba de recuperar la normalidad ante lo que estuvo a punto de suceder hace unos segundos.

Colgó la llamada.

- Debo irme, Kate - Castle se arreglaba con urgencia - perdona, luego te llamo... Es importante, lo siento.

Ella lo entendió, era su trabajo, pero no pudo evitar sentir sensación de abandono, de sentirse como si fuese una más. Él estaba ahí perfectamente, como si no hubiese sucedido nada, mientras ella aún estaba agitada. Su coraza volvió y la amenazaba con volver a implantarse. ¿Y si se estaba equivocando? Él le había demostrado cuánto le importaba, pero, ¿y si se estaba equivocando? Quizás ella estaba sintiendo mucho más que él, y eso le dolía.

- Bien... - dijo secamente sin poder evitarlo.       

Castle lo notó y se volvió hacia ella en la puerta.

- ¿Kate?

Ella no contestó y él suspiró acercándose a los pies de la cama.

- ¿Qué pasa, Kate? - la conocía de sobra y esa cabecita estaba dando vueltas a algo.

- Nada - se limitó a decir ella sin mirarle.

- ¿Por qué me mientes? - suspiró él dolido.

Ella levantó la mirada y la clavó en él. Sus ojos verdes avellana estaban algo húmedos por la emoción.

- ¿Kate? ¿Qué te ocurre?

Silencio.

- ¿Qué somos Rick? - soltó ella al fin.

Enlazados (Caskett)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora