CAPÍTULO 23

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Autora: y otro capítulo más para recuperar el tiempo perdido. Este va con acción...

Sonó el timbre.

Beckett estaba en el piso superior dándose un baño relajante. Necesitaba ese ratito para compartirlo consigo misma, ahora que había perdido momentáneamente la independencia de la que gozaba en su piso. La echaba de menos, a pesar de que la convivencia con Castle y su familia estos días estaba siendo maravillosa. Al contrario de como pensó que sería todo en el momento que le ordenaron ser la encargada de la seguridad de Richard Castle.

Castle que estaba tumbado en el sofá leyendo el periódico se puso en pie de un salto y derrapó hasta la puerta. La abrió sin mirar por la mirilla y sin hacer caso a las advertencias que le hacía siempre Beckett: no abras a nadie sin mirar.

"No olvides que estás en peligro", le decía ella casi de manera continuada.

Y así fue.

Una pistola le apuntó a la frente haciéndole retroceder sobre sus pasos.

Brian.

Castle levantó los brazos estúpidamente.

- Hola, Richard...

- Eh... ¡Brian, cuánto tiempo!

El escritor elevó la voz en un estrambótico y exagerado gallo a propósito tratando de captar la atención de Kate en el piso superior. Pero quizás aún no había salido de la ducha y con el sonido del agua probablemente no se enteraría ni de que le habían metido un tiro.  

- Entiendo...

Brian sonrió suspicaz y se quedó en silencio.

- Estás con tu bomboncito...

- ¿Mi hija? No... - Castle suspiró aliviado de saber que ni Alexis ni su madre se encontraban en casa en esos precisos momentos, aunque sabía perfectamente que no se estaba refiriendo a su hija -.

Brian se quedó en silencio. Su mirada se había desviado hacia las escaleras, justo detrás de Castle, mientras se le oscurecía el rostro amenazadoramente.

- Baja el arma... Ahora - la voz segura y firme de Beckett resonó en todo el loft -.

Castle dio gracias a Dios en silencio y se volvió lentamente hacia ella.

- ¿Estás bien, Castle? - preguntó Beckett sin fijar la mirada en el escritor en ningún momento, solo tenía ojos para cualquier reacción de Brian -.

- Si... Si... Eh... Si....

La inspectora comenzó a bajar lentamente las escaleras con solo un ligero albornoz puesto, las piernas desnudas, el pelo mojado y el arma en alto apuntando al psicópata en todo momento. Brian se había quedado sin palabras, y Castle también, pero por otros motivos: sus piernas.

"Castle, estás en peligro, fuera, fuera esos pensamientos", se regañó mentalmente a sí mismo.

- Te lo repito... Baja el arma...

Brian reaccionó a las palabras de Beckett sonriendo de lado. Fue muy rápido y ágil en sus movimientos. Agarró a Castle con fuerza colocando la espalda del escritor contra su pecho, mientras le ponía la pistola sobre la sien y un brazo por el cuello para inmovilizarle.

- ¿Va a disparar, inspectora?

Beckett dudó. Y Brian vio la duda asomar brevemente en los ojos de ella.

El psicópata alzó el arma en su dirección, pero Beckett lo vio venir a tiempo y esquivó la bala lanzándose contra la pared, aunque tropezó y se cayó escaleras abajo perdiendo el conocimiento. O eso les hizo entender a ellos. Se quedó tumbada boca abajo en el suelo, con la pistola a escasos centímetros de su mano. El cuerpo dolorido, pero consciente, lista para su plan.

Castle se había quedado de piedra. No sabía si le había dado la bala, si estaba muerta. Temblaba y no precisamente de miedo por su vida.
Si no por la de ella.    

Brian no entendía nada. Y no se fiaba de la situación. No podía haber sido tan fácil acabar con la vida de la supuesta mejor inspectora de la ciudad de Nueva York; candidata al puesto de capitán, e incluso de senadora como mucha gente comentaba.

Pero estaba inerte en el suelo y nada hacía presagiar que se movería.

- Quieto... - Brian amenazó a Castle con el arma mientras se acercaba a ella con sigilo -.

Seguía sin moverse, inerte en el suelo.

Beckett trataba de captar cada movimiento de su enemigo con sus oídos, tenía que concentrarse al máximo para no fallar en su plan. Tenía que ser rápida y directa. No podía fallar o no saldría con vida. Ese tipo era un carnicero sin sentimientos, no le importaría rematarla. Sabía que haría eso para colgarse otra medalla más y destrozar la vida de Richard Castle.  

Brian estaba cerca suyo. Ya había llegado a su altura. Sus pasos se habían detenido al lado de su cabeza. Podía sentirlo. Podía oírlo. Y podía oír el click del seguro del arma quitado.

Brian le apuntó a la cabeza.

- ¡Qué haces! - chilló Castle -.

Castle trató de abalanzarse sobre él. Beckett sabía que lo haría, por supuesto, el escritor no sabría quedarse quieto. Y se adelantó al movimiento suicida de Castle arrastrando los pies de Brian en una llave desde el suelo. Éste perdió el equilibrio hacia delante. Y Castle, que se había lanzado en plancha, se dio de  bruces contra el suelo.

Beckett se subió con gran agilidad a la espalda del psicópata cogiendo sus manos con fuerza colocándole las esposas que tenía guardadas en un bolso del alborboz.

- Touché... - susurró Castle tocándose la frente dolorida desde el suelo -.

- ¿Estás bien? - preguntó ella girando levemente la cabeza hacia él -.

- Sí... Pero... ¿Dónde... llevabas... las esposas, Kate?

Ella giró los ojos y negó moviendo la cabeza. Él sonrió divertido al verla bufar, era un gesto encantador en Beckett.

- Llama a comisaría, anda... Ya eres hombre libre.

Castle así lo hizo. Pero al colgar la llamada se dio cuenta de la realidad y la tristeza le invadió cada poro de su piel, cada rincón de su cuerpo.

Su corazón se detuvo un minuto mirando como Beckett empujaba al asesino hacia la puerta donde ya se encontraban sus compañeros de la doce.

- Ey, Castle - le saludó Espósito desde la puerta -.

- Ey... - pero Castle no sabía sonreír, y ni siquiera le miró, solo tenía ojos para ella -.

Ella también traspasaría esa puerta hoy mismo. Y le devolvería a la puta realidad: se acabó. Hoy Kate se iría de su casa. Ya no había peligro. Ya no había excusa para tenerla cerca.

Castle realmente prefería seguir estando amenazado de muerte solo por tener a Kate Beckett más días a su lado, en su loft. Y verla las veinticuatro horas del día: despeinada, enfadada, sonriendo, riendo, llorando, durmiendo.

Verla.

Y seguir teniendo esas conversaciones nocturnas con copa de vino al lado. Esas charlas en las que ambos se iban descubriendo cada día más. En las que ella se desnudaba de cuerpo para adentro demostrándole la clase espectacular de mujer que era.

Su vino. Cuando ella se recogía el pelo detrás de la oreja. Cuando le acariciaba la mano. Cuando le reñía y le golpeaba en el pecho con el dedo índice para seguidamente reír con algún comentario jocoso por su parte. Sus ojos verdes avellana. Observarla dormir.

Dios, no podía irse. Castle no era idiota, estaba enamorado. Perdidamente enamorado.

Prefería seguir siendo un hombre en peligro de muerte, a un hombre sin esos ojos mirándole las veinticuatro horas del día.

El amor nunca ha tenido explicación.

Beckett se volvió hacia él desde la puerta mientras los chicos se llevaban al detenido.

Ella tampoco quería irse.

Enlazados (Caskett)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora