CAPÍTULO 31

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Autora: a este paso esta historia va a tener más capítulos que la serie... Ayer sé que me odiasteis, otra vez, y queréis ese ansiado beso, pero quería daros las GRACIAS a todos por la cantidad de comentarios, votos y lecturas. Estoy halagada y sorprendida. ¡GRACIAS!

Cinco días después

- ¡NO, NO, NO! - gritaba Castle desesperado en medio de la calle mientras se cogía el estómago dolorido con fuerza.

"¿Señor, se encuentra bien?", "¿Necesita un médico?", Castle escuchaba cientos de voces de viandantes a su alrededor, pero no le estaba prestando atención a ninguno. Un ladrón le acababa de robar bastante dinero, esa mañana había salido sin su tarjeta de crédito, por suerte, pero en su lugar había cogido bastante dinero para comprarle un regalo a su hija por su cumpleaños. No dejaba de mirar la esquina por la que se había escapado el encapuchado sin que nadie hubiese podido detenerle. Richard se cogía el costado dolorido, ya que el bandido le había propiciado varios golpes por el cuerpo en su deseo de robarle también el móvil, de última generación. Y lo había logrado tras mucho esfuerzo. El escritor se había aferrado más al móvil que a su cartera por un único motivo evidente: Kate Beckett.  

- Señor, llamaremos a una ambulancia...

- No, no necesito una ambulancia - contestó Castle harto de tantas voces a su alrededor - necesito a la policía... ¡Me han robado!

- Está bien, llamaremos a la policía...

- ¿Pueden llamar y pedir que les pasen con homicidios? - preguntó Castle con el rostro compungido como un niño pequeño.

El señor le miró con cara de incredulidad mientras depositaba la mirada en varios viandantes sin entender por qué ese hombre le pedía  hablar con homicidios, si de esos percances se encargaba el equipo de robos.

- ¿Han matado a alguien? - preguntó una señora tapándose la boca con la mano y aferrando el bolso con fuerza contra su cuerpo con la otra mano.

- No... - Castle se tocó la cabeza algo mareado por la presión a la que había sido sometido.

Pero lo que realmente le preocupaba era haber perdido el número de la inspectora. Ni siquiera le había mandando un mensaje disculpándose por no haberla escrito desde que abandonó el loft, pero la preparación del cumpleaños de su pequeña no le había dejado tiempo.

Aunque todos los días pensaba en ella. Tanto que no paraba de rechazar las proposiciones indecentes de un polvo rápido que le ofrecía continuamente Gina para aliviarle la tensión del rostro. O las llamadas de su amiga sexual Greta, a la que no había visto desde que conoció a Kate Beckett en aquel callejón salvándole la vida de aquel perturbado de Brian.

Cinco días quizás eran muchos y ella estaría enfadada. O quizás ni había pensado en él. Todas esas dudas reconcomían al escritor por dentro.

- ¿Se encuentra bien? - preguntó otra mujer de tez morena y ojos claros.

- ¿Pueden llamar de una santa vez? - preguntó Castle desesperado - ¡y no, no ha muerto nadie, solo que mis amigos trabajan en homicidios!

Acto seguido Castle le arrebató el móvil al buen hombre ante su asombro y llamó él mismo. Esperó impaciente a que le pasaran con homicidios mientras se mordía todas las uñas de la mano, y se agarraba con fuerza el costado, un dolor punzante casi no le dejaba ni respirar. El escritor se volvió de repente bastante pálido mientras apretaba con fuerza la mandíbula.

- ¿Si? - respondió una voz femenina aunque se escuchaba bastante mal por el ruido de los coches que pasaban acelerados por las calles de Manhattan. 

- ¿Kate? - preguntó él atropelladamente - ¿Beckett? - corrigió nervioso.

- No, no soy la inspectora Beckett - debía de ser una mujer bastante mayor por su voz ahora más clara - soy la inspectora Greminway. ¿En qué puedo ayudarle? ¿Qué sucede?

- Beckett, necesito a Beckett...

- Señor, la inspectora no se encuentra aquí en estos momentos... Lamento comunicarle que está de baja, yo soy su sustituta durante estos días - dijo amablemente la mujer.

Castle se había quedado sin palabras. ¿Qué le había pasado a Kate? ¿Estaría bien? ¿Le habían hecho daño? Castle comenzaba a ponerse cada vez más nervioso y le estaba empezando a faltar el aire. Se agarró al coche que tenía detrás aparcado para no caerse mientras se tiraba del cuello de la camisa como si esta fuera la causante de su axfisia. Pero no, era la ansiedad la que se había apoderado de él.

- ¿Señor...?

- ¿Qué... qué le ha pasa... pasado? - titubeó Castle al teléfono mientras empezaba a ver todo bastante borroso - es... es mi amiga... inspectora Greminway...

Una mujer se había acercado a él para agarrarle del brazo y evitar que se cayese al suelo. Él le agradeció el gesto con una breve sonrisa que en ningún momento le llegó a los ojos.

- Lo siento, señor, no se me permite hablar de los asuntos personales de mis compañe... - Castle la interrumpió de una manera poco educada y ortodoxa.

- ¿Puede pasarme con Expo, Ryan, Roy, Lanie...?

- ¿Pero quién es usted? Esto es una comisaría para asuntos importantes... Si quiere hablar con ellos, llámeles a sus números privados - silencio - y si tan amigo es de la inspectora, llámela, ¿no?

Golpe bajo al estómago de Castle.

La inspectora colgó la llamada bastante mosqueada. Ese teléfono era para asuntos importantes, no para atender las impertinencias de ese hombre que ni siquiera se había presentado.

- ¿Llamamos a robos pues? - preguntó el dueño del móvil que Castle le estaba tendiendo de vuelta.

Castle asintió mientras se tapaba las cara con las manos temblorosas y se sentaba sobre la acera. Su mente había viajado hasta dónde quiera que estuviese Kate en esos momentos. ¿Le habían disparado, le habían pegado, estaría enferma, habría tenido un accidente...? Se maldecía por no tener su teléfono, ni la dirección de su casa, nada, absolutamente nada.

No le importaba ni que le hubieran desvalijado en medio de la calle. Ahora solo existía ella en su mente desbocada.

- Ya están avisados en robos...

Castle solo pudo dar una cabeza en agradecimiento. Miró al cielo suspirando nervioso. No podía moverse del suelo, le temblaba cada centímetro de su cuerpo.

- ¿Rick? - preguntó una voz femenina demasiado conocida para él mientras se trataba de abrir paso entre la muchedumbre cotilla que rodeaba al escritor en esos momentos.

Él levantó la mirada de golpe hacia esa voz que ya había logrado llegar a su altura.

- ¿Rick?

El pánico en los ojos de Rick se acrecentó.

Enlazados (Caskett)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora