CAPÍTULO 56

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Autora: ¡Hola de nuevo, amigos y amigas! He vuelto... Sí, he vuelto. Y quiero aprovechar para dedicarle el capítulo a una de mis lectoras, alejandragranado11, que cumple años este próximo día 11 de Febrero, pero como no sé si podré subir capítulo ese día, le hago regalo por adelantado, no vaya a ser que falle a la cita. ¡Y a los demás mil gracias por estar siempre ahí!

Castle se había quedado de piedra mientras se derretía en la mirada y la sonrisa de la inspectora. 

- En.. Tú... Yo... En... - tartamudeaba como un idiota tratando de encadenar las palabras - ¿en... en se-serio? - el cuerpo del escritor temblaba, aunque no estaba seguro si era de la emoción o por la exquisita y sensual manera que ella tenía de mirarle.

Beckett asintió mientras su sonrisa se hacía más grande iluminando cada rincón de la habitación del hospital. Castle no podía dejar de mirarle los labios mientras se preguntaba quién demonios era capaz de resistirse a una sonrisa así; la octava maravilla del mundo tenía forma de mujer y estaba a escasos centímetros de él. 

Lanie carraspeó a la espalda del escritor. 

- El anillo, Richard Castle... - le recordó la joven forense mientras le dedicaba una mirada divertida  a su amiga. 

- ¡Ah, si! El anillo... - sonrió él nervioso - claro... el anillo - se puso a buscarlo en el bolsillo del pantalón y sacó una cajita pequeña cubierta de seda. 

Beckett desvió los ojos hacia la caja cuando Castle la abrió frente a ella pronunciando las letras mágicas que tanto la ilusionaban y le asustaban a partes iguales. 

- Katherine Houghton Beckett... ¿quieres ser mi esposa? - la caja temblaba en las manos del escritor - ya... bueno, ya sé que sí, pero... eh... creo que es la mejor man... - pero ella le calló con un beso dulce en los labios. 

Lo que parecía ser un beso dulce y cariñoso, pronto se convirtió en una lucha encerrizada entre sus lenguas. Se habían olvidado que había más presentes en la habitación, que un anillo estaba situado entre los dos, que una respuesta estaba en el aire... Solo estaban ellos y sus lenguas, solo estaban ellos dos y el amor, solo estaban ellos y ese pequeño gruñido de placer que Castle profirió cuando ella le mordió el labio lentamente de manera provocadora. 

- Sí, quiero - susurró ella en sus labios mientras sentía la respiración acelerada de su ahora ya prometido.

Unos aplausos atronadores llenaron la habitación mientras Lanie lloraba de la emoción y los dos detectives saltaban chocando sus manos. Beckett giró la cabeza hacia ellos mientras se reía abiertamente; Castle, por su parte, se había quedado en la risa de la inspectora, se había quedado en su melodía jurándose a sí mismo que cuidaría de ella todo lo que le quedase de vida. A veces, tocaba la lotería, y él tenía la certeza de que le había tocado un ángel. 

El escritor cogió con delicadeza la mano de su prometida, y colocó el anillo en uno de sus dedos. 

- Tienes... Tienes unas manos muy bonitas - sonrió acariciando sus dedos - y... y esto... este anillo te queda muy bien - añadió tragando saliva cuando esos ojos color verde avellana le sonrieron con su luz. 

- Me quedas bien tú - respondió ella perdiéndose en ese mar azul que la miraba nervioso. 

El corazón de Castle se agitó más aún. 

- Creo que lo mejor que me ha pasado ha sido conocerte, Richard Castle - añadió ella mientras notaba como su estómago se revolvía en un mar de mariposas - me has salvado la vida... Me has puesto luz - entrelazó sus manos con las de él.

Beckett sabía que estaba dando el paso más importante de su vida, y que era él la persona con la que quería pasar el resto de sus días. Él era el padre que siempre se imaginó para sus hijos, y la persona que la vería vestida de blanco frente al altar. Se moría por sus huesos desde el minuto uno aunque tratase de engañarse a sí misma, ese idiota que la sacaba de quicio resultó ser la persona que más la sujetó cuando pendía de un hilo, y eso hizo que se enamorase de él. Richard Castle sabía mirarla más allá de lo externo y eso es todo cuanto necesitaba en su vida. 

- Cuando reciba el alta... - susurró ella en su oído para que nadie más pudiese escucharla - lo vamos a celebrar a lo grande, Rick - dejó un suave beso en su hombro antes de alejarse para volver a mirarle a los ojos. 

Castle tragó saliva y maldijo a esa cama del hospital que le impedía hacerle el amor ahora mismo. Sus ojos se gritaban las ganas que tenían de tocarse, explorarse y disfrutar entre las sábanas, pero también hablaban del amor que se profesaban el uno al otro. 

Y había que estar ciego para no ver que estaban hechos el uno para el otro. Y que su conexión iba incluso más allá de la piel. 

- Sois la pareja perfecta - dijo Lanie desde la puerta - la jodida pareja perfecta - les guiñó un ojo y abandonó la sala acompañada de los dos detectives para dejarles su ratito de intimidad. 

Dos segundos tardaron sus labios en saciar su sed en los del otro. Dos segundos tardaron las manos de Castle en acariciar la espalda de la inspectora mientras que las de ésta despeinaban el pelo del escritor atrayéndole más hacia ella. 

- Te quiero... - susurró ella en un descanso para tomar aire. 

- Siempre - añadió él antes de volver a comerse los labios de la mujer de su vida. 

Enlazados (Caskett)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora