CAPÍTULO 55

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Autora: Sigo en racha... ¡De este no os quejaréis, espero! ¡Gracias por los mensajes! Hoy tengo una pregunta: ¿queréis que esta historia siga aunque llegue a los 200 capítulos o preferís que le de un final y comience otra? ¡Ojo con lo que votáis! ¡Lo tendré en cuenta la hora de valorarlo! ;) 

***

Un solo disparo. Javier Espósito no necesitó ningún otro para abatir al sicario que pretendía acabar con la vida de su amiga. Fue un disparo certero, directo a la sien del asesino a sueldo. El cuerpo sin vida del hombre se golpeó con el suelo haciendo un ruido muy fuerte. Espósito aún mantenía la pistola alzada y los ojos fijos en el lugar por dónde se había colado la bala, pero acto seguido los desplazó hacia su compañera para ver si se encontraba bien o, si por el contrario, aquel maldito malnacido había disparado antes que él. Beckett le devolvió la mirada con los ojos muy abiertos, asustada, quizás en shock, demasiadas emociones en tan poco tiempo, pero sus ojos cobraron un brillo especial al contactar con los de su amigo. No necesitó darle las gracias con palabras, ellos siempre se habían entendido incluso sin ellas. Javi le había salvado la vida como ella había hecho una vez hace mucho tiempo durante un asalto que casi se cobra la vida del detective. Amigos para toda la vida.

- ¡Kate! - Castle se coló como un obús en la habitación llevándose por el medio a Espósito que justo acababa de bajar la pistola para guardársela en el bolsillo trasero de su pantalón tras haberle puesto el seguro. 

Ryan se abalanzó por la espalda de Espósito para abrazarle sin decir ni una sola palabra, y Lanie completó el abrazo de tres mientras soltaba todo el aire de sus pulmones. 

- ¡Kate, mi amor! - Castle le cogió la mano llenándosela de besos - Kate, estás bien... Porque estás bien, ¿no? - acariciaba el rostro de la inspectora mientras le retiraba el pelo con dulzura - dime que no tienes nada... - buscó con la mirada cualquier herida o signo de violencia sobre el cuerpo de su chica -. 

Beckett asintió haciéndole entender que estaba de una pieza, pero su rostro estaba sombrío y temblaba algo. A Castle no se le pasó desapercibido el gesto y se sentó en la cama abrazándola contra él mientras la acunaba y trataba de calmarla con caricias sobre su espalda. 

- Ya pasó, mi amor... Eres muy valiente, Kate - besaba su cabeza sin cesar - fuiste muy inteligente... Mucho, mi vida.

Seguía reinando el silencio. A Castle le asustaba no escuchar su voz, pero siguió aferrando su cuerpo tembloroso contra el suyo transmitiéndole seguridad y paz. Miró unos segundos hacia sus amigos como buscando consuelo para Beckett, pero nadie sabía realmente como se debía afrontar una situación así. Ese cañón de la pistola que ahora yacía en el suelo junto al cadáver de ese hombre, no se disparó contra ella por cuestión de segundos, no debía ser fácil salir de ese estrés mental tan rápidamente. Beckett necesitaba tiempo, o al menos eso creía Castle. 

Pero Katherine Beckett no era humana, estaba hecha de otra pasta.

- Pensé que no te volvería a ver - se limitó a decir ella de repente mientras las lágrimas comenzaban un viaje sin tregua a través de sus ojos. 

Castle abrió varias veces la boca debido a la sorpresa tratando de decir algo, y tragó saliva mientras separaba a la inspectora de su cuerpo y le borraba las lágrimas con sus dedos. Ella permanecía con la cabeza agachada, avergonzada por mostrar la única debilidad que tenía: él. 

- Kate... No, mírame, cielo - le cogió con dulzura el mentón hasta que consiguió contactar con esos ojos que tan loco le volvían - no te ibas a librar tan fácilmente de mí, ¿sabes? - sonrió al notar como ella dibujaba una especie de pequeña sonrisa en su rostro - no estuve tanto tiempo detrás de tu culo, que por cierto, ¡vaya culo! - bromeó haciendo que la sonrisa de ella fuese un poco más grande - para perderte... No, jamás, mi amor. Ni mucho menos este iba a ser el final de la mejor inspectora de Nueva York, y de la mujer más bonita por dentro y por fuera que existe en la faz de la tierra - los ojos de Beckett se abrieron en ese momento cobrando una luz y un brillo especial que a Castle le pareció estar viendo la octava maravilla del mundo. 

Al escritor se le fue la noción del tiempo en esa luz que se había instalado en los ojos de Beckett. No sabía si era fruto de las lágrimas, el amor, el miedo, la sorpresa o todo junto, pero lo que si sabía es que nunca había visto mirada igual.

La mirada de una mujer enamorada que acababa de tomar la decisión que hacía unos minutos no quería ni pensar. Cuando estás al borde del abismo, ves las cosas más claras, eso es lo que pensó Beckett antes de lanzarse al vacío esperando que él la cogiese en brazos antes de que se diese de bruces contra el suelo.

- Sí, quiero - dijo ella firmemente mientras sus ojos brillaban más aún.

Castle frunció el entrecejo sin entender absolutamente nada mientras le miraba fijamente a los ojos tratando de ver que se cocía en esa cabecita loca y hermosa que tenía ahí delante. 

- ¿Si quieres qué, Kate? - le colocó el pelo detrás de la oreja sonriendo confuso. 

Los chicos comenzaron a aplaudir como locos ante el rostro estupefacto del escritor que les miraba con el rostro extrañado. 

- Sí quiero casarme contigo, Richard Castle - Beckett sonrió mientras buscaba la mirada de vuelta del amor de su vida.

Castle se giró tan rápido hacia ella que por poco se cae de la cama si no le llega a agarrar ella de la muñeca. 

La miró a los ojos fijamente y tragó saliva. 

No podía ser, la octava maravilla del mundo quería casarse con él. 

Le iba a explotar el corazón.

Enlazados (Caskett)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora