E P I L O G O

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TIERRA MEDIA NO ERA MÁS QUE UN MITO, REDUCIDO A UNOS CUANTOS LIBROS QUE SE VENDÍAN POR MENOS DE LO QUE COSTABA UNA JOYA HECHA POR LOS ENANOS; la tierra se había partido en cinco partes, el mar de Ekkaia, había cambiado de nombre. Nadie recordaba a los Valar o los Maia. Los hombres habían borrado rastro de las criaturas mágicas que los ayudaron en sus primeros días, los campos verdes ahora eran espacios con enormes torres de cristal, los caballos sólo eran un decorativo de los que más riqueza tenían. No se celebraban a las estrellas, ni mucho menos a Iluvatar, su imagen había sido mutilada aun dios que castigaba y pedía de los menos afortunados. Mirkwood quedó reducido a una porción de tierra en medio del mar, llamada ahora por todos Gran Bretaña. El corazón de Mirkwood estaba en la ciudad llamado Londres, La comarca se había convertido en Marruecos, devastada por la mano de Sauron. Rivendell por su parte se encontraba bajo el agua, siendo el golfo de Vizcaya que llegaba hasta Francia y España.

El sonido retumbaba en sus oídos y es que desde hace unos meses se le hacía un martirio escucharlo antes de que saliesen los rayos del sol, abrió los ojos lentamente aun cuando los rayos del sol hicieron que volviese a cerrarlos; un par de lágrimas bajaron por sus mejillas, pero las limpió rápidamente antes de levantarse de aquella cómoda cama, en el pequeño espacio que le daba la recamara del apartamento 12 B.
— Hasta que despierta su majestad— exclamó su compañera. Nerida había estado con ella desde la secundaria, justo después de salir del orfanato; alguien se había nombrado su tutor, pagando todo lo que ella necesitase; jamás le había visto el rostro, pero sin falta le llegaba una postal de algún puerto del mundo con una firma peculiar, semejante a una letra "U" que terminaba en el símbolo de una ola.
— Sabes que la señora Nen me habló de un trabajo en MW— Nerida casi escupe el café que tenía en la boca, argumentando que estaba demasiado caliente, pero la joven sabía que mentía.
— No estarás pensando en aplicar— espetó la rubia de ojos verdes, pero su compañera sonrió con picardía mostrándole los papeles que debía rellenar. M.W era una de las empresas más importantes del mundo, y de las principales innovadoras entre las empresas científicas de cultivos en las áreas de protección de cultivo, control de plagas no agrícolas, semillas y biotecnología vegetal. Además de empresas de agroquímicos convencionales estaba involucrada en ingeniería genética de alimentos, con un subgrupo dedicado a la biotecnológica. Además, tenía otro subgrupo llamado Alena HealthCare, proveedor de productos médicos y farmacéuticos, implicado en la investigación, desarrollo, fabricación y comercialización de los productos que tenían como objetivo mejorar la salud de las personas y los animales.

— Es la mejor empresa para poder desarrollar todas mis habilidades, de que me sirven todos los títulos que tengo sino puedo aplicarlos— Nerida alzó una ceja no muy convencida de lo que decía, le sirvió una taza de café sin decir palabra, a la joven se le hacía demasiado raro su comportamiento.
—Y ya hablaste de esto con Ealwaeter — frunció el entrecejo, su benefactor no se había comunicado en las últimas semanas, los correos seguían apilándose en su bandeja de salida, estaba desaparecido y no sabía ni siquiera por dónde empezar, sabía que su apellido era Ealwaeter porque esa era su dirección de correo, pero de ahí en fuera estaba en blanco.
—Le escribiré, además no creo quedarme. Son como dos mil filtros para que me contraten— alzó los hombros alejándose de la cocina y volviendo a su recamara para tomar una merecida ducha antes de salir y enfrentarse a las calles de Londres. Sumergió la cabeza bajo el agua, dejando que el aire fuera desapareciendo de su cuerpo, se visualizó de pequeña, junto al rio que cruzaba el orfanato en Suiza, sus papeles decían que había nacido ahí; nada del nombre de su madre, mucho menos el de su padre, era uno de esos niños que la hermana Margareth llamaba incognito. Estaban ahí por azares del destino sin saber su origen. Por mucho tiempo tuvo la ilusión de que una familia la adoptara, pero ese deseo de la niñez se disipó cuando supo que, a su edad, ninguna pareja la iba a llevar a casa y darle amor. Antes de cumplir los dieciocho años, un hombre misterioso decidió pagar todo lo que elle necesitase, se mudó a Inglaterra con su amiga, y ahí comenzó su vida sola. Estaba segura que su destino era ese, estar sola para siempre.
Salió del agua tomando una bocanada de aire, salió de la tina enrollándose en la toalla de color naranja, las gotas que se acumulaban en su cabello dorado resbalaban por su delicada piel.
Del otro lado del apartamento Nerida tomó el teléfono, marcó un número desconocido y espero a que la operadora le comunicase con él
— Mi señor, están en peligro de encontrarse— no hubo respuesta del otro lado de la línea así que colgó rápidamente antes de volver a las tareas de siempre.
La vio salir radiante, con un pantalón que les llegaba a los tobillos, un blazer del mismo color, azul marino y la blusa de gaza blanca que le hacía resaltar sus ojos.
— ¿Cómo me veo? — alzó los pulgares y la joven le guiño un ojo. La urbe inglesa estaba en su apogeo, colocó sus audífonos con la misma canción de todas las mañanas, cruzó su bolso para asegurarlo y caminar acomodándose el abrigo en dirección al subterráneo.
Londres no era como lo pintaban en las películas, era una ciudad llena de caos, todo el mundo caminaba rápido, vivía a tal rapidez que dejaba de disfrutar las pequeñas delicias que regalaba el mundo; y eso le gustaba, porque así nadie se daba cuenta de la soledad en la que estaba viviendo.
Compró un té en el mismo local, del mismo sabor. Nada fallaba en su rutina y a pesar de eso sentía que algo no estaba bien.
Llegó hasta el gran edificio de cristales brillantes, tan colosal como un titán, los tonos del cristal iban desde el transparente hasta el verde, dando el efecto de una hermosa marea. Entró mostrando la solicitud que había descargado desde el viejo computador del living, el guardia de seguridad que posiblemente podría ser modelo de Vogue le indicó que fuese hasta el mostrador, dentro miles de personas con trajes oscuros y batas blancas se paseaban, el sonido con el lema de la empresa resoplaba y el rostro del CEO se proyectaba en algunas esquinas.
— Buenos días— saludó a la joven detrás de la recepción, mientras le entregaba los papeles.
— Tercer piso a la izquierda— entregó un pequeño gafete que decía visitante, sin más subió hasta el tercer piso, donde una larga sala de espera llena de personas la esperaba, algunos voltearon el rostro al verla entrar, se colocó el gafete, esperando su turno.
Las manecillas de su reloj de mano marcaban las once de la mañana, y la sala de espera no se veía ni siquiera vacía, la chica comenzaba a desesperarse, tal vez Nerida tenía razón y todo aquello era una tontería. Las puertas del ascensor sonaron dejando entrar a una mujer un poco más joven que ella con gafas de diseñador, un traje sastre exquisito, llevaba una bolsa de marca en mano mientras una de las secretarias se acercaba a ella.
—¿dónde está mi padre? — al escuchar eso se estremeció, era la hija del CEO, según las revistas de sociales, una de las jóvenes promesas del mundo empresarial, detrás de ella apareció un joven de cabello largo, con unos jeans desgarrado y una camisa de alguna banda de rock que ella desconocía.
—Deja de llamar la atención Ithil, claramente no está en la sala de espera— la chica se quitó los lentes y buscó algo con la mirada, cuando estuvo a punto de llegar hasta ella se cubrió el rostro con una revista. Ithil miró directo hacia donde estaba, había algo en esa sala de espera que la había llamado. Una energía que no sentía desde hace mucho tiempo.
— Vamos por Legolas, muero de hambre— el joven roló los ojos escuchando a su hermana y diciéndole que debía molestar a su novio no a él, sonrió dulcemente, los vio irse con tanta ternura casi como si sintiera afecto por ellos.
Escuchó su nombre lejanamente, mientras observaba los ascensores añorando que aquellos chicos volviesen a aparecer, de nuevo su nombre, pero ahora más cerca.
—¡Soy yo! — saltó del asiento y la mujer de cabello cano roló los ojos, mientras la llamaba con la mano para que la siguiera directo al elevador; pasó su tarjeta de seguridad para marcar el piso diez; y las fauces de metal se abrieron a un mundo de color blanco, detrás de una puerta de cristal estaban tres oficinas, muy bien colocadas, mientras que la de en medio tenía un logo en particular, era de del CEO y dueño de aquella empresa.
— Te entrevistaras con la directora de proyectos, no preguntes nada, simplemente dedícate a responder sus preguntas— la dejó ahí en la soledad de ese enorme lugar, una mujer abrió la puerta, llevaba en mano su currículo, mientras se acomodaba los anteojos de pasta gruesa y de color vino.
— Graduada con honores y con una maestría, impresionante— externó con suspicacia. —No parientes, no pareja—. Cerró la carpeta para verla, pero el rostro pareció descomponérsele, soltó la carpeta haciendo que los papeles se dispersaran por todo el piso.
La chica se agachó a recogerlos para después dárselos, pero la mujer no respondió. —Mi nombre es Muriel Entwood— extendió la mano y la tomó como si no tuviese fuerzas, parecía que había visto un fantasma.

Forbidden Love [Thranduil]  || WATTYS LONGLIST 2018|| PROCESO DE CORRECIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora