Red Snow

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Cuando llegaron había un sin fin mujeres pasando con infusiones, el bullicio no dejaba espacio para los pensamientos de Muirgen y mucho menos para que el rey se recuperase de aquella sensación que le daba desaparecer de un lugar, inclusive sus ojos no encontraban consistencia en el piso blanco del lugar. 

— Su majestades que bueno que llegan, su hija— ambos alzaron la mirada hacia la mujer de cabello cano y algunas arrugas que llevaba pedazos de tela, los ojos de Muirgen iba a salirse. 

—Está muy mal herida— culminó la mujer haciendo que la pareja subiera las escalinatas a una velocidad impresionante, Thranduil abrió las puertas pasando inclusive primero que Muirgen en dirección hacia la cama que ahora estaba de un tono carmesí. 

— No mi niña, no ella...— Ithil se retorcía de dolor en la cama, cambiaban el vendaje una y otra vez pero el sangrado no se detenía, su frente tenía perlas de sudor, sus ojos azules perdían color a cada segundo. 

— Ithil, mi preciosa Ithil, hija mía...— besó su mejilla y frente, jamás nadie había visto al rey elfo de esa forma, tan propenso al dolor, débil, como si el viento mismo le dañase. 

—Thranduil por favor— Ulmo lo alejó para que dejara a las sanadoras hicieran su trabajo, el Valar de las aguas no confiaba mucho en los hombres dedicados al arte de la curación, pensaba que no podían comprender el noble arte como las mujeres, así que siempre se rodeaba de las mejores. 

—¿Quién hizo esto? ¡Exijo que me lo digas! ¡Ahora Ulmo!— gritó el rey elfo apretando los puños.— ¡Se suponía que ibas a protegerlos! ¡A caso los dejas a la deriva como lo hiciste con Muirgen!— volvió a exclamar con fuerza, poco le importó que fuese un Valar al quien le gritaba, debía sacar toda la furia que llevaba, es más, podía decir que inclusive lo golpearía. 

—Thranduil cálmate, estás muy alterado que tus palabras son tan insensatas como tu comportamiento— Ulmo comprendió su dolor, aunque aquella actitud no le hubiese parecido propia de un rey, pudo ponerse en su lugar unos segundo. 

Muirgen por su parte ayudaba a las sanadoras con las infusiones y algunas hierbas, conteniendo sus lagrimas y las ganas de abrazar a su hija, pasar aquel dolor a ella. Bartram se quedo unos segundo más ahí viendo como la joven se debatía entre el dolor y el aferrarse a su vida, el veneno de la daga le recorría el brazo dejándole una enorme marca negra, casi como si fuesen las raíces de un árbol, esas dagas eran para él.

La culpa carcomía su mente tanto que tuvo que salir de la habitación aun con las manos y ropas llenas de sangre. Pararon en un bosque antes de llegar al castillo de Ulmo, Ithil ya había perdido la forma de ave y Caleb no podía cargarla de esa forma. 

— debemos detener el sangrado— dijo Bartram con entereza para no flaquear ante la joven herida, la cual estaba a punto de perder el conocimiento. Arrancó un pedazo de su túnica para vendar la lesión y que la sangre dejase de salir. 

— Tonta, por qué lo hiciste— murmuró tomándola entre sus brazos, Ithil sonrió a pesar de el palpitando dolor que su brazo y pecho comenzaban a sentir. 

— Estúpido orco— susurró ante de que sus ojos se cerrasen por completo. Llegaron al castillo gracias a que Caleb había aprendido como convertirse en viento al igual que su madre. 

Muirgen acercó la nariz al veneno que las sanadoras comenzaba a sacar del brazo de su hija, era uno muy poderoso, que simplemente las hierbas exactas y un conjuro negro antiguo podían hacer, sólo había alguien que podía hacerlo, y estaba segura de quien.

No había antídoto que alejara el mal después de que llegaba a la sangre, o no uno que conocieran. — Eso no va a servir, aléjense— tomó una cuchilla que estaba entre los instrumentos de curación, y sin pensarlo la deslizó sobre su brazo dejando caer unas cuantas gotas en el suelo, pero después con la sangre bañó la herida y puso un poco en un recipiente, en el cual sólo murmuró unas palabras antes de dárselo de beber a su hija. 

Forbidden Love [Thranduil]  || WATTYS LONGLIST 2018|| PROCESO DE CORRECIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora