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Ana guarda en su corazón un dolor que la hace llevar una vida triste, amante de los libros aprovecha cada historia para escapar de su re...
Tocaron el timbre y quien los recibió fue la mucama, el ambiente siempre festivo que parecía caracterizar a esta casa no se observaba por ningún lado, no había música, la iluminación era escasa, sin querer todo apuntaba a un ambiente lúgubre.
La joven les indicó que le esperaban en el despacho del Sr. Grey, Christian supuso que su padre no quería que el servicio domestico sea testigo de cualquier cosa que pudiera ocurrir.
Caminó con Ana hasta la puerta, puso sobre la empuñadura su mano pero no giró la perilla, por primera vez en su vida titubeaba ante una reunión, no quería otra discusión con sus padres, todavía no se recuperaba de la anterior, y tampoco se recuperaba de lo que había conversado con Ana, todo había sido muy intenso, no sabía si tendría fuerzas para soportar otra discusión, una mano cálida que se posó sobre la suya, lo distrajo de sus pensamientos, miró a Ana y esta le sonreía dulcemente.
-Yo estoy contigo, no te dejaré solo, pase lo que pase, yo estoy a tu lado.
Christian se sintió reconfortado y el calor de la mano de Ana, parecía llenarlo de fuerzas, giró el picaporte y entró, ella lo siguió.
La escena era digna de un película policial, las cortinas cerradas, la luz tenue y suave solo acentuada por el velador del escritorio,
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un único sobre de manila y tres personas que lo esperaba con caras serias, sentado tras el escritorio estaba su padre, su madre parada a la derecha, su hermana a la izquierda, no había señales de Elliot, Christian caminó hasta frente al escritorio.
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-Buenas noches – dijo mirando a los tres, Ana se puso a su lado y lo tomó firmemente de la mano.
-Buenas noches –
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