11.

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—Estás muy feliz hoy, eh. —Yukhei la codeó.

—¿De qué hablas? Yo siempre estoy feliz.

—Uy sí —dijo sarcástico—, pero cuando estás en tus... —ella lo interrumpió.

—¡Eso es diferente, Yukhei!

—Sí, bueno... Lo que sea. Dame más helado.

—¿Cómo puedes comer helado y palomitas a la vez?

—Es parte de ser único —se encogió de hombros—. ¿Y tú de qué hablas? Si has estado comiendo palomitas, dulces, chocolates, gomitas y quien sabe que otra chatarra comestible.

—Es parte de ser única. —alzó las cejas, regresando la vista a la televisión.

Después de quedarse en un momento de silencio, alguien tocó la puerta. Lucas volteó a ver a su amiga con el ceño fruncido y ella se limitó a encogerse de hombros. Se levantó de la cómoda posición en la que estaba, bufando y quejándose de quien sea que estuviera ahí.

Al abrir la puerta fue tan grande la sorpresa que no pudo disimularlo y gritó. Nakamoto una vez más la ponía en apuros.

—¡¿Quién es?! —gritó Lucas.

—Ah... No es nadie. Creo que sólo fueron chicos haciendo bromas —mintió—. Aguarde un momento. —le susurró.

—¿Segura? —escuchó a Lucas venir.

Miró a Yuta con desesperación, no quería que Yukhei lo viera ahí, así que sólo hizo lo primero que se le vino a la cabeza: empujarlo hacia los arbustos. En situaciones extremas, medidas extremas.

—Sí, ¿ves? No hay nadie —rió nerviosa—... ¿Por qué no vas a preparar más palomitas?

Yukhei asintió y regresó adentro mientras ella se acercaba para ayudar a Yuta a levantarse.

—¡Oh no...! —escuchó a Yukhei gritar a la vez que volvía a acercarse, ella volvió a empujar a Yuta quien soltó un leve balbuceo—. Debo irme, le prometí a mamá que la acompañaría y voy tarde. Lo siento, prometo quedarme más tiempo la próxima vez.

—No te preocupes, te veo luego.

—Adiós. —besó rápidamente su mejilla y salió corriendo.

Al perderlo de vista se acercó nuevamente a los arbustos.

—¿Está bien? Disculpe yo...

—¿___? —la voz de su vecina pasando por ahí la sobresaltó.

—Señora Park, ¿cómo está?

—Yo bien ¿y tú... estás hablando con un arbusto?

—¿Qué? No —bufó y rió nerviosa—, perdí mi anillo y lo estaba buscando.

—Oh... ya veo —dijo aún extrañada—, nos vemos.

—Adiós, señora Park, que tenga un lindo día —la vio alejarse de ahí y soltó un resoplido. Yuta se levantó de golpe, sacándole un susto—. ¿Usted está loco? Si Yukhei lo hubiera visto... ¡No! Si la señora Park lo hubiera visto seguro y le cuenta a mamá.

—Lo siento, sólo quería verla. —se excusó sacudiendo las pequeñas hojas que estaban sobre su camisa.

—Pero la próxima vez avise, ¿de acuerdo?

—No se moleste. Pensé que estaría sola.

—No estoy molesta, pero no me quiero meter en problemas.

—Lo siento —la miró apenado, pero ella no contestó—. ¿Sabe? Ayer no pude dormir pensando en usted.

Ay no, ya se puso coqueto.

—... ¿Ah sí? —se limitó a responder pues Yuta estaba logrando ponerla nerviosa una vez más—. ¿Gusta pasar o salimos a dar una vuelta?

—Cualquiera de los dos está bien con tal de que sea con usted. —la miró fijamente. Ella bajó tímidamente la mirada.

—Espere un momento que traeré mis cosas.

Rápidamente entró para tomar su celular y volver a salir, no sin antes apagar la televisión y dejar las cosas que usó con Yukhei en el lavabo, ya después de regresar limpiaría lo demás.

Mientras caminaban en un silencio, un poco incómodo pero a la vez tranquilo, Yuta entrelazó sus manos mientras la miraba con una sonrisa leve.

—¿Estamos bien así, Yuta?

—¿A que se refiere?

—A esto... Digo, usted es mi profesor y yo una simple alumna, las personas nos pueden ver mal.

—¿Eso qué tiene? Ni que yo fuera un viejo cuarentón. ¿Veintiséis años le parecen mucho? Realmente no le veo nada malo, así que no se preocupe, ¿sí? —la miró con ternura, ella asintió.

—¿Le puedo preguntar algo?

—Ya lo está haciendo. —rió.

—Aparte de eso.

—Está bien.

—¿Desde hace cuanto le gusto? —se detuvo para mirarlo.

—Veamos... —sonrió—, desde que la vi.

—Ah, ¿atracción física?

—Aparte de eso, cuando me di cuenta de la linda personalidad que usted tiene, me gustó aún más.

—Ya veo. —se limitó a mirar al suelo.

Yuta sentía eso desde hace mucho y ella lo notaba pero simplemente decidía ignorarlo, ahora se daba cuenta que se sentía completamente diferente con él.

—¿Puedo saber lo mismo yo?

—¿Desde hace cuanto me gusta? —sintió su estómago revolverse y el típico rojo carmesí se adueñó de sus mejillas.

—Sí.

—Veamos... —se colocó pensativa y luego suspiró pesado—... No lo sé. Si le soy sincera, aún no estoy segura de lo que siento.

Nakamoto bajó la mirada un poco decepcionado, sin saber que ella no estaba siendo del todo sincera.

—Aah, ya veo. Entonces usted...

—Pero tenga por seguro que Nakamoto Yuta está logrando mucho con sus coqueteos. —sonrió e hizo algo que nunca creyó hacer: tomó a Yuta por las mejillas y depositó un casto beso sobre sus labios, él la miró sonriente.

—¿Está segura que aún no sabe lo que siente?

—Bueno, tal vez... usted sí me gusta. —sonrió abiertamente mientras se encogía de hombros.

Nakamoto se acercó a ella y volvió a unir sus labios en un beso más largo, mientras hacia una suave presión desde su cuello para intensificar un poco más aquel beso. Era el tercer beso en los labios y ambos sentían que ya eran adictos el uno del otro.

Ella sí estaba segura de sus sentimientos hacia él, nada más que le daba miedo admitirlo y que después no funcionara.

Estaba muy segura que Nakamoto estaba logrando lo que quería en ella.

Be with You ; Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora