61.

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Despertó sola en la habitación. Recordó que debía regresar ese mismo día y de inmediato sintió un ligero desánimo, aun así, le alegraba que finalmente volvería a ver a Yukhei, Yuqi y Hansol.

Miró a su alrededor, recordando la noche anterior. El día entero había sido perfecto y sin duda se llevaría muchos recuerdos bonitos con él. Tocó su rostro al sentir que se sonrojaba mientras sonreía, pero su sonrisa decayó al recordar algo. ¿Yuta usó protección? Trató de hacer memoria para verificar si sí o no, pero parecía no recordar esa parte de la noche.

Y a todo eso, ¿dónde estaba Yuta?

—¿Yuta? —gritó desde la cama y cómo por arte de magia, el japonés apareció detrás de la puerta.

—Oh, has despertado —sonrió. Traía dos bolsas colgando de su muñeca—. Ahm, yo... traje esto para ti.

Buscó entre la bolsa y sacó un tipo de blíster para entregárselo.

—Oh... Esto.

—Sí. Son píldoras anticonceptivas de emergencia porqué... olvidé usar protección ayer —admitió levemente avergonzado—. Tómate las dos.

—Gracias —la menor suspiró aliviada—. Estaba a punto de preguntarte sobre eso.

Yuta se encargó de llevarle un vaso de agua para que ella pudiera consumir las pastillas y así estar más tranquila.

—¿A qué hora sale tu vuelo? —él se sentó a su lado.

—A las dos. —apretó los labios y suspiró.

Se aferró a él con un abrazo y Yuta acarició su cabeza.

—Tranquila, hermosa. Nos volveremos a ver dentro de poco.

—No estoy segura si será sólo dentro de poco, Yu.

—Prometo hacer lo posible para regresar pronto —depositó un beso sobre su cabello—. ¿Te parece si vamos a desayunar al restaurante de mis papás? Ya después regresamos a casa para pasar las horas que nos quedan juntos.

La menor se limitó a asentir de manera triste. Definitivamente no quería irse de su lado, pero debía.

Y así fue, pasaron toda la mañana juntos disfrutando de cada minuto que les quedaba. Hasta que llegó la parte más difícil del día: despedirse.

Nakamoto conducía en silencio. Mentiría al decir que no se sentía triste, pero a diferencia de ella, él sabía disimularlo mejor. Extrañaría mucho a su pequeña.

Jamás imaginó que estaría así por alguien.

Al principio creyó que lo suyo con ella no funcionaría, que sólo sería algo pasajero y que después se olvidarían, pero entre más tiempo pasaban juntos, más se fortalecían sus sentimientos por ella. Aunque pasaron por muchos problemas, no se arrepentía de haberla dejado en detención esa vez, de asignarla cómo su ayudante y sobre todo de haberse enamorado de ella.

Llegaron al aeropuerto y él le ayudó a cargar su maleta hasta adentro. El silencio en la atmósfera era un poco incómodo y permanecieron de pie a la espera de que su vuelo fuera anunciado.

—Bueno, supongo que... —miró la pantalla de su teléfono y suspiró. Ya faltaba casi nada—... Ya casi es hora.

Trató de sonar tranquila, pero lo cierto es que quería romper en llanto sin vergüenza alguna.

—Sí... —fue lo único que el japonés se limitó a decir. No sabía qué hacer. No era bueno en las despedidas, así que simplemente la atrajo a sus brazos y la estrujó suavemente contra él para susurrar sobre su oído—: Te amo, te amo, te amo. 

Y antes de que la castaña pudiera responder, la tomó cuidadosamente del mentón y la atrajo hacia sus labios. Una pequeña lágrima corrió por la mejilla de la chica, quien se separó lentamente y se aferró a su pecho.

—También te amo, Yuta.

Limpió su mejilla con disimulo para después forzar una sonrisa.

Su vuelo ya estaba siendo anunciado y el nudo en su garganta era agobiante, sin embargo, ella sonreía. Besó sus labios por última vez y lo abrazó fuertemente, cómo si fuese posible detener el tiempo y quedarse así por el resto de las horas. De nuevo, las lágrimas se deslizaron por su rostro.

—Ya, por favor, no llores. Prometo que nos veremos pronto.

—Lo sé, pero es que te voy a extrañar.

Ella aprovechó esos últimos minutos para dar repetidos besos en los labios de él, quien sonrió enternecido al ver que ella no quería separarse.

—También te voy a extrañar.

Su vuelo fue anunciado nuevamente. Lo abrazó por última vez y tomó su equipaje para colocarse en la fila. Nakamoto se mantuvo allí hasta asegurarse de que entrara y, antes de perderla de vista, la menor agitó su mano hacia él por última vez.

Él suspiró y, sintiéndose un poco triste, regresó a su auto. A pesar de eso, estaba contento de saber que las cosas con su pequeña estaban mejor que nunca.

(Días después...)

—Ugh, ya deja de estar triste, mocosa. Yuta no regresará volando por tus lloriqueos. —le regañó Yukhei.

—Cállate. Si Yuqi no estuviera contigo, me entenderías —lo miró mal—. Además, sigo enojada con ustedes por haberme mentido así para viajar a Japón. Mamá me regañó muy feo.

—Ay, no vayas a decir que no te gustó viajar hasta allá para reunirte con él.

—Pues sí, pero ahora lo extraño más que nunca —en su rostro se formó un mohín de tristeza—. Ya me estaba acostumbrando a estar sin él.

Yukhei resopló mientras ponía los ojos en blanco.

—Si te llevo a comer, ¿dejarás de estar triste? —la miró con la esperanza de que dijera que sí.

—Tal vez...

—Tomaré eso cómo un no, pero te llevaré de todos modos. Vamos, recién abrieron un local de hamburguesas y he escuchado que son excelentes.

—Está bien. Sólo deja me arreglo un poco.

Se dio un rápido retoque y cuando estuvo lista, emprendieron rumbo al restaurante. Al llegar, tomaron asiento y un mesero no tardó en acercárseles para ofrecerles el menú. Ambos ordenaron lo mismo y cuando sus pedidos llegaron, no tardaron en comenzar a comer.

Mientras comían también hablaban de cualquier cosa que los mantuviera entretenidos. No era de extrañar que siempre había tema de conversación con Yukhei y eso era lo que más le gustaba a ella.

Yukhei, por su parte, ya estaba harto de oír el mismo relato sobre esa cena romántica que Yuta supuestamente preparó y blah, blah, blah. Su amiga nunca desperdiciaba la oportunidad para contarlo con notable ilusión en su cara.

Después de comer, decidieron ir a casa de la castaña para pasar el resto del día viendo películas o alguna serie que llamara su atención.

Ella se encargaba de abrir la puerta cuándo sintió una horrible presión subir desde su estómago hasta su garganta. Se apuró a entrar y corrió despavorida al baño; Yukhei se extrañó ante su reacción y corrió detrás de ella. Estaba vomitando. De inmediato apartó el cabello de la chica con sus manos mientras la veía preocupado.

La castaña lavó su boca cuando se sintió mejor y suspiró profundamente, tratando de recuperar el aire.

—¿Qué pasa contigo? —preguntó, un tanto horrorizado. Su amiga sólo lo miró consternada y confundida; Yukhei tragó fuerte— No me digas que regresaste con una sorpresita japonesa.

Be with You ; Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora