Nakamoto acarició su mejilla con delicadeza. Con todos esos días en los que no había podido detenerse para apreciarla, ahora le parecía el doble de linda. Sus corazones latían con rapidez y ninguno tenía el valor de cortar la conexión entre sus ojos.
Maldito Yukhei, pensó ella.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con la respiración agitada, aquel beso le había robado por completo el aliento.
—Supe que vendrías a esta fiesta y pensé que sería una buena oportunidad para hablar. Yukhei ayudó un poco.
Su corazón se alocó por milésima vez al apreciar la hermosa sonrisa del japonés y elevó sus comisuras de forma casi imperceptible.
—Y bien —articuló con nerviosismo—... ¿Qué es lo que quieres decirme?
—¡¿Vas a escucharme?! —exclamó con tremenda alegría y no pudo evitar estrecharla entre sus brazos.
Ella asintió y Nakamoto prosiguió a tomar asiento a su lado. Comenzó a relatarle las cosas tal y exactamente cómo lo hizo a Yukhei, sin mentiras y con la prueba que afirmaba que sus palabras eran sinceras.
Al escuchar y ver cómo eran realmente las cosas, ella comprendió que todo fue un malentendido y aunque todavía sentía algo de resentimiento, se dio cuenta de que reaccionó de sobremanera. Si tan sólo lo hubiese escuchado desde un principio, las cosas habrían tomado un rumbo diferente.
—Aún no entiendo cómo es que nunca captaste sus malas intenciones y mucho menos cómo no confiaste en mí desde un principio para hablarme de ella. —musitó dolida.
—Tienes razón. Fui un estúpido al mentirte y me disculpo por eso, pero jamás mentí al decirte que te amo. Cuando te besaba, incluso cuando te hice mía, todos mis sentimientos fueron sinceros y aún lo son —pausó unos segundos para recuperar las fuerzas y no llorar frente a ella—. Al menos déjame quedar bien contigo. Entenderé si no quieres volver conmigo, no estoy en el derecho de obligarte —suspiró—. Así que me disculpo por todo el mal que te hice, en los problemas que te metí con tu propia familia e incluso en la escuela. Perdóname por haberte herido y no haber sido sincero. Estoy dispuesto a alejarme del todo si así lo deseas. Lo único que quiero es verte feliz.
Por último, le regaló una sonrisa pero aquella era la sonrisa más rota que ella jamás había visto.
—Claro que te perdono, Yuta —sintió una lágrima rodar por su mejilla y articuló con dificultad—: Pero tú y yo no podemos estar juntos.
—¿Por qué no? Si nos amamos, eso es suficiente para mí. No me interesa nada más.
—Sabes bien que ya todos en el instituto saben de lo nuestro y no tardará en llegar a oídos del director, lo que implica que ambos seremos expulsados y no quiero que algo así afecte mi índice académico y mucho menos tu carrera. Es mejor dejarlo todo, Yuta. —su mandíbula temblaba ligeramente en un intento por reprimir el inminente llanto.
Nakamoto cubrió su cara con una mano y dejó salir lo que sentía. Miles de lágrimas caían por sus mejillas mientras respiraba pesadamente y uno que otro sollozo se le escapaba. Se veía tan vulnerable así. Ella se acercó para abrazarlo y darle consuelo, algo irónico porque ella estaba igual o peor que él.
Sintió cómo si su corazón se rompía en pedacitos al verlo así y limpió sus lágrimas. Nakamoto tomó delicadamente la mano de la chica y la entrelazó a la suya.
—¿Por qué nos tienen que juzgar sólo por amarnos? —musitó entre incontrolables sollozos— ¿Por qué les tenemos que dar el gusto?
—Hago esto porqué te amo, Yuta. No quiero que esto nos afecte y mucho menos a ti —le acarició la mejilla con su mano libre—. Además, tú mereces algo mejor cómo dijeron mis compañeras.
—No hay nadie mejor que tú, mi amor —dijo con voz profunda, pero temblorosa—. Yo te amo a ti y sólo a ti. Dios, ¿qué me hiciste, chica? Te amo tanto que no puedo vivir sin ti.
—Yuta, ya basta —recargó su frente sobre el pecho del chico y de nuevo comenzó a lloró—. No lo hagas más difícil, por favor. Sólo olvídame así cómo yo lo haré, incluso puedes darle una oportunidad a Yurih. Sé que en el fondo es una buena chica.
Y tú podrás irte con Hansol, ¿no es así?, pensó él.
—¡Deja de decir tonterías! —la separó tomándola por los hombros— ¡Yo te necesito a ti! Sólo a ti. No me importa lo que pase. Déjame estar a tu lado.
—Escúchate. Suenas tan egoísta. ¿No te importa cuánto me afecte a mí? ¿No te interesa eso?
—Podemos irnos juntos, mi amor, hacer nuestra vida dónde nadie nos juzgue.
—¿Y dejar a mi mamá? Sé que no la veo tan seguido, pero irme implica no verla nunca. Y ni hablar de Yukhei, no tengo el valor para dejarlo.
Todo se tornó silencioso de un momento a otro. Lo único que se percibía con facilidad era el difuso sonido de la música y sus agitadas respiraciones.
—Está bien, te dejaré ir si eso es lo que deseas. Después de todo, dije que lo único que quería era verte feliz.
Ella le miró. Ambos tenían sus rostros enrojecidos por el llanto y sobre todo por la impotencia. No cabía duda que escuchar aquellas palabras le dolió a más no poder, pero era lo mejor, así ninguno de los dos saldría afectado.
—Te amo tanto, Yuta.
Se aferró en un fuerte abrazo y, una vez más, lloró. Ambos lloraron cómo nunca antes lo habían hecho. Parecían un par de niños sin consuelo.
Lo último que Yuta sintió fue sus labios ser acariciados por las delicadas manos de la chica para después sellarlos en un melancólico beso. La extrañaría tanto. Sabía que ese era un beso de despedida y se podía percibir el dolor de ambos mediante aquella muestra de afecto. El dolor, la tristeza, todos sus sentimientos mezclados saliendo a flote con tan sólo un simple beso.
Tal vez no tan simple.
Al separarse, le acarició las mejillas suavemente y la vio sonreír con tristemente. Sus caricias bajaron por sus brazos y manos mientras se alejaba lentamente de ella para salir de la habitación.
¿Ese sería su fin? ¿El sello que finalizaba su historia con ella? Lo había imaginado mejor, aun así, ambos agradecían el haberse dado la oportunidad de conocerse y aprender cosas del otro. Por tantos recuerdos que atesorarían en sus corazones y mentes aunque trajesen dolor. Porque a pesar de todo, el amor aún permanecería allí.
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Be with You ; Nakamoto Yuta
Fiksi Penggemar"-¿En serio te arriesgarás a esto, a perder tu trabajo? -¿Y tú arriesgarás tu reputación? Ella lo miró por unos segundos. Era el hombre más lindo que jamás había visto y que le hacía experimentar sensaciones inefables. Sin duda le gustaba él. -Por...