48.

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Pasaron días desde su partida. No era de esperarse que la noticia sobre la renuncia de Yuta corriera por todo el instituto, aunque no todos sabían que se había marchado de vuelta a Japón. Pero por la simple razón de que él ya no estaba, algunos habían comenzado a molestarla, culpándola de que su profesor favorito se había ido gracias a ella.

—¿No probarás tu comida? —preguntó un Yukhei bastante preocupado.

Su estado emocional lo tenía muy intranquilo. La partida de Yuta y el desprecio en el instituto le estaban afectando de gran manera.

—No tengo hambre, Yukhei.

Su voz, su rostro... En tan sólo unos pocos días había cambiando tanto y no para bien. El característico color rosa de sus mejillas había desaparecido por completo y traía unas prominente ojeras.

—Oye, me preocupo por ti. Ya deja de estar así por una tontería. —elevó su tono de voz y la miró ligeramente molesto.

—Yukhei, no seas así —intervino Yuqi, quién se colocó al lado de la chica y la rodeó con sus brazos—. No escuches a este tonto, ¿sí? Tienes el derecho a sentirte cómo quieras y a dejarlo salir si es necesario. —acarició amigablemente su brazo.

—Gracias, Yuqi. Si me disculpan, debo ir al baño.

Se movió un poco, obligando que Yuqi deshiciera el abrazo para así ella poder levantarse y salir de allí a paso rápido.

—Yukhei, no seas tan duro con ella. Debes comprender su posición; es normal que se sienta así. No es fácil que la persona que amas se vaya sin decir nada. —le reprendió ella en un tono suave.

—Tienes razón, lo siento.

Avergonzado, bajó su cabeza

—Es con ella quién debes disculparte —volvió a su lado para abrazarlo y besó la mejilla del chico, quien sonrió instantáneamente.

—Lo haré.

Mientras tanto, Nakamoto se encontraba ayudando a sus padres con su cosecha, pero su mente se mantenía ocupada pensando en ella. Su madre notó aquel extraño abatimiento en él desde el día en que regresó, pero no preguntó.

Nakamoto tenía su propia casa allí en Japón, pequeña, linda y acogedora, pero por el momento, lo que menos quería era estar solo. Por eso decidió hospedarse en casa de sus padres por un tiempo.

—Yuta, ¿por qué no te tomas un descanso, cariño?

Su madre era todo un amor, además de muy perceptiva. Sabía que algo le ocurría a su hijo y, hasta que él se sintiese con el valor para contarle, estaba dispuesta a ayudarlo sin cuestionarle.

Yuta negó ante su sugerencia.

—Quiero ayudarte lo más que pueda, mamá.

—Cuando sientas que debes parar, vienes adentro por algo de beber. —entonó cariñosamente y entró al hogar.

Nakamoto suspiró y continuó haciendo lo suyo.

Trataba de dar lo mejor de él para que su madre no se enterara, aunque sabía que ya tenía sus sospechas. Se sentía horriblemente vacío sin ella que hasta le era imposible no llorar por las noches. Aclaró su garganta y trató de enfocarse en su trabajo.

Ella, por su parte, una vez estando en casa, fue director a su habitación cómo acostumbraba. Tomó su celular y entró directo a su galería para ver las fotografías de Yuta. Sabía que sólo se lastimaba a sí misma, puesto a que siempre terminaba llorando y culpándose por su partida.

—¿Por qué te fuiste? —acarició la pantalla del móvil mientras lloraba— Te amo y te extraño tanto. ¿Por qué aún no me llamas?

Dejó caer sus lágrimas para luego limpiarlas con brusquedad y darse cuenta de lo estúpida que se veía hablando con una simple fotografía. Parecía una loca. Cogió la almohada y la apretó fuerte contra ella.

Nakamoto se encontraba igual, sólo que él no tenía algún medio por donde ver sus fotografías. Se deshizo de su antiguo teléfono.

—Sólo espero que el día que nos volvamos a encontrar, no me odies por haberte dejado. —dijo esta vez él.

Una lágrima cayó por un costado de su rostro debido a su posición boca arriba. Se movió en su lugar para estar boca abajo y comenzar a llorar con más fuerza.

Sólo habían pasado un par de días y ya sentía que moriría sin ella, pero no podía darse el lujo de regresar. La situación con el restaurante de sus padres también era angustiante. Ellos no eran dueños del local donde se establecieron; debían pagar mensualmente cierta cantidad de dinero, y al parecer el dueño comenzó a exigirles más.

Yuta debía encontrar un trabajo pronto. Quería ahorrar y darle una sorpresa a sus padres con un local propio y así ya no tener que preocuparse por ese absurdo pago. Aquello le tomaría tiempo, pero valdría la pena.

Unos suaves golpes sobre la puerta de su habitación le obligaron a limpiar sus lágrimas rápidamente y se incorporó para hacer pasar a la persona; su mamá.

—¿Todo bien, cariño? —cuestionó en un tono cálido y relajado.

—Sí mamá. ¿Por qué no habría de estarlo?

—Porque me doy cuenta de que algo no anda bien y ese algo te está abatiendo —colocó su mano sobre la de él—. ¿No piensas decirme qué es lo que te tiene tan preocupado y triste? Sé que extrañabas mucho este lugar, pero jamás pensé que regresarías, considerando lo bien que te iba allá.

Nakamoto sonrió lánguido. No podía ocultarle nada a su madre. De algún modo ella terminaba enterándose y cómo de costumbre le daba apoyo.

Suspiró y no pudo evitar romper en llanto una vez más.

—Es algo difícil mamá.

En un acto de confusión y consternación, la señora se limitó a consolarlo y esperar a que este recuperara la calma para escucharlo y ver la forma de ayudarlo.

—Sabes que siempre estaré aquí para escucharte. Ambos encontraremos la solución a tu problema, pero primero debes decirme de qué se trata.

—... Está bien, te contaré. Tuve que haberlo hecho desde un principio.

Le compartió el relato de su situación. Empezando desde su relación con ___ y los problemas que aquello había traído consigo. Pensó que su madre se molestaría al escuchar aquello, pero lejos de enfadarse, lo miró con empatía y pena.

—Así que es por eso —sonrió más calmada. Creyó que se trataría de algo de otra magnitud—. En parte, fue valiente el intentar protegerla de esa forma, pero creo que hiciste muy mal en dejarla así, cariño. Tengo entendido que ella te quería mucho y el haberla dejado es algo que posiblemente la ha destrozado.

—Lo sé mamá, pero no había otro modo. Regresar fue parte del trato.

—¿Y quién iba a saber con exactitud si regresaste o no? Pudiste haber seguido con ella. No me molesta el hecho de que estés saliendo con alguien menor que tú, sino el haberla abandonado. Eso no es de un Nakamoto —movió su dedo índice en negación y por último se cruzó de brazos, gesto que hizo reír a Yuta.

—Tienes razón.

—¿Sabes, hijo? Hay muchas formas en las que ustedes pudieron estar juntos, pero parece que ninguno se arriesgó lo suficiente. Ahora ella sufre y tú también. Puedes —hizo una leve pausa—... No, debes regresar y pedirle perdón por lo que le hiciste. Después de todo, tu renuncia en ese trabajo ya está hecha y no hay algo que puedan hacer si regresas con ella. ¿Ya la llamaste?

—No.

—¡No puedo creer el valor que tienes para hacer algo cómo eso! No la conozco, pero si llegaste a tomarle tanto cariño es porque es una buena chica, ¿no? No seas así con ella, Yuta.

—Ya sé que he sido un idiota, pero no puedo regresar ahora. Debo hacer algo primero.

—Más vale que te apresures con ese algo o puede ser que para cuando quieras regresar, ya alguien más habrá tomado tu lugar.

La mujer se puso de pie y abandonó la habitación.

Esas últimas palabras lo llenaron de temor. Es cierto, tenía que apurarse a hacer dinero, ayudar a sus padres y regresar antes de que su pequeña se olvidara de él.

Be with You ; Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora