47.

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Los días restantes fueron un total infierno. Nakamoto la ignoraba más que antes y eso aún le quitaba el sueño. El día viernes de esa semana, Nakamoto dio por hecha su renuncia y empacó sus cosas; se iría al día siguiente y ella aún no lo sabía.

Hasta ese sábado en donde pensó en mandarle un mensaje de texto, pero ninguno aparecía cómo enviado. Trató de llamarlo pera la contestadora le indicó que el número no estaba disponible. Aquello le pareció muy raro y continuó intentándolo hasta que alguien llamó a la puerta.

Corrió rápidamente a esta con la esperanza de encontrarse a Yuta, pero Nahyun era quien estaba de pie frente a ella y traía consigo un sobre.

—Nahyun. Hola, ¿qué haces aquí?

—... Vengo a entregarte esto.

Le extendió el sobre blanco sin decir más. Nakamoto le había pedido que no hiciera comentarios de más, por lo que Nahyun se limitó a obedecer su petición para no meterse en problemas.

—Gracias. ¿Qué es?

—Averígualo tú misma —sonrió amable, pero la castaña sólo frunció el ceño—. Bueno, si me disculpas, yo me voy.

Estuvo a punto de sacarle la vuelta, pero la otra le detuvo. Nahyun la miró atenta.

—... Siempre quise saber porqué hacías lo mismo con Yuta, es decir, siempre le llevabas el correo.

Nahyun sonrió por la pregunta y no pudo evitar que un nudo se formara en su garganta al escuchar el nombre del japonés sabiendo la decisión que había tomado.

—Cuando Yuta se mudó aquí, quise darle una bienvenida amistosa porque me alegró ver a alguien de mi edad por el vecindario. Sus padres vivieron un par de meses con él y, por lo tanto, también los conocí a ellos. Lastimosamente, tuvieron que regresar por cuestiones inmobiliarias; debían hacerse cargo de su hogar allá en Japón. Antes de irse, su madre me pidió estar siempre al tanto de Yuta. Confiaban en mí y me hizo prometer que si algo malo le pasaba, la llamaría de inmediato. Fue su propia idea cambiar la dirección del correo de Yuta a la mía, así mis constantes visitas no le resultarían tan incómodas ni extrañas, puesto a que yo normalmente los visitaba por su mamá. Siempre tomaba la oportunidad para llevarle el correo y preguntarle cómo estaba y cosas así para luego confirmárselo a su madre. Sabía que Yuta le ocultaba cosas en ocasiones, pero conmigo ella estaría al tanto de su situación. Supongo que eso es todo.

—Oh. Creo que yo...

—Malentendiste todo, ¿no es así?

—Sí, y ahora me siento estúpida por ello.

—No te preocupes. Me agradas —tanteó su hombro de forma amistosa—. Tengo que irme porque llevo prisa. Adiós.

Sin esperar respuesta, se fue de allí prácticamente corriendo.

La prisa que Nahyun llevaba le resultó confusa, pero le pareció aún más raro que le haya traído esa carta, así que no le dio más vueltas al asunto y entró a casa.

Rasgó el sobre y sacó la hoja para desdoblarla. Su corazón comenzó a latir descontrolado y un raro sentimiento la llenó con tan sólo ver el nombre de él escrito y, bajo este, el contenido principal de la carta.

"Mi hermosa princesa:

Mi amor, sé que no es la mejor manera para decirte esto, pero realmente no encontré el valor para decírtelo de frente y tampoco quería verte llorar. Mi mundo se derrumba con tan sólo pensar que estás triste.

Sabes que te amo y sólo quiero lo mejor para ti, por lo tanto, te pido que seas feliz con lo que venga por delante a tu vida. Sé feliz con Yukhei, con tu madre y con tus demás amigos, incluyendo a Hansol, quien por cierto sé que te dio un beso. Me llenó de rabia ver eso, ¿sabes? Pero sé que lo hiciste porqué estabas dolida y triste por todo lo que estaba ocurriendo, así que no le di mucha importancia porque tengo muy en claro que me amas a mí.

Siempre me lo decías y no hay algo en el mundo que me llene tanto de alegría.

Perdóname por todas las veces en las que te hice sufrir, por cada lágrima que derramaste por mi culpa y por los malos ratos que te hice pasar. Creí que te estaba protegiendo con mis acciones y decisiones, aunque no era así.

Te agradezco por cada momento que pasaste a mi lado, por darme la oportunidad de entrar a tu vida. Gracias por entrar a la mía e iluminar mi mundo, por concederme tu primera vez que, hasta el día de hoy, lo considero cómo lo más preciado que alguna vez alguien me dio. Te llevo en mi corazón y en mi mente; tu sonrisa, tus preciosas facciones, tus tiernos gestos cuando te enojabas, tu delicado tacto, tus besos... Dios, creo que es a lo que más soy adicto. Todo eso está grabado y guardado en mi corazón.

Me atrevo a decir que te volviste la razón de mi felicidad; lo más preciado que alguna vez llegó a mi vida. Mi mente se mantenía ocupada sólo en ti y lo demás dejaba de importar. Eres cómo una niñita a la cuál hay que cuidar y proteger, así que por favor dile a Yukhei que jamás te deje sola y que esté siempre para ti..."

Aún no comprendía qué pasaba, pero a medida que leía, sus lágrimas caían a montones por sus mejillas y aterrizaban en sus manos y parte de la carta. Su pecho se contraía de manera brusca y esa sensación oprimente la llenó.

"... Te amo y por lo tanto me resigno a dejarte ir porque lo que más quiero es tu felicidad. Seguramente te preguntarás porqué te escribo todo esto y la razón es porqué me voy de aquí. Regresaré a Japón y seguramente mientras leas esto yo ya estaré pisando mi tierra natal.

Sé que esta no es la mejor forma de despedirme. Perdóname una vez más por no habértelo dicho; es que sabía que llorarías y que me rogarías que no lo hiciera y, sabiendo que tú eres mi debilidad, terminaría quedándome. Pero irme fue parte del trato que hice con el director para que no te vieras afectada por todo lo que estaba pasando.

Perdóname en serio. No tienes idea de lo difícil que es para mí dejar a la persona que más amo y que me hizo vivir tan bellos momentos. Mi niña preciosa, no estés triste, por favor sé feliz recordando que hiciste feliz a alguien que se sentía solo y vulnerable hasta que apareciste tú. Estoy realmente agradecido por todo lo que hiciste por mí. Esto no es un adiós, hermosa. ¿Quién sabe? Tal vez el destino nos vuelva a unir, pero hasta entonces, sólo diré que te amo.

Te amo muchísimo, mi amor, por favor nunca olvides eso.

Yuta xx."

El nudo en su garganta era agobiante y su respiración se volvió pesada.

Se puso de pie y salió corriendo de su casa en dirección a la de Yuta. Debía ser una jodida broma. Él no podía irse y dejarla; podían encontrar una forma de estar juntos, pero él no podía irse.

Corrió con todas sus fuerzas mientras las lágrimas no cesaban.

Poco le importó chocar con miles de personas y que estas la maldijeran por no disculparse. Incluso el cansancio no le era un impedimento para correr en ese momento. Lo único que quería era llegar hasta él.

Abrió bruscamente el pequeño portón del jardín frontal hasta llegar a la puerta y golpearla con desesperación.

—¡Yuta... Yuta, por favor, no me dejes!

Sollozaba su nombre en voz alta y daba golpes desesperados en la puerta, pero nadie abría.

—¡Quédate conmigo! No me importan los demás. Sí podemos estar juntos, pero no me dejes. ¡Abre por favor, no me dejes así! ¡No te vayas! ¡Te necesito, Yuta!

Estuvo unos minutos así, manteniendo la esperanza de que aparecería y la envolvería en sus brazos diciéndole que no se iría, pero aquello jamás pasó.

Se giró para recargarse contra la puerta y se desplomó en el suelo mientras lloraba con descontrol, abrazando sus piernas y repitiendo su nombre mientras se preguntaba porqué la abandonó tan inesperadamente.

Be with You ; Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora