31.

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Otro día solo, otro día más en el que Yurih apareció.

—¿Por qué no quieres? —preguntó ella.

—Porque no. —alargó fastidiado.

—Anda, hagámoslo.

—Qué no.

—Yuta...

—Ahora no Yurih. Déjame en paz.

Estaba más que harto de ella, de sus visitas sorpresa y de sus acercamientos e intentos de tener algo con él. Luego de ese beso, quedó tan arrepentido que se dio cuenta de que no quería nada, absolutamente nada con Yurih. Para él Yurih no era más que conflictos.

—Aquella vez parecías más relajado. Últimamente te estás poniendo difícil.

Nakamoto estuvo a punto de decir algo, pero fue interrumpido por un par de toques provenientes de la entrada. Agrandó sus ojos con sorpresa y rápidamente se acercó con cuidado a la ventana para averiguar de quién se trataba. Era ___.

Giró su rostro hacia Yurih y se acercó a ella para poder hablarle en voz baja.

—Tienes que irte de aquí.

—¿Qué? ¿Por... —Yuta siseó para hacerle callar. La tomó de la mano y la guió a la cocina.

—Luego te explico. Ahora sal de aquí por la puerta de la cocina y con mucho cuidado.

—Yuta...

—Después te explicaré. Ahora vete.

Sonó un poco rudo, pero era la única forma en la que Yurih obedecería. Sin muchas ganas, Yurih tomó sus cosas y salió.

Yuta corrió a la puerta principal, donde los toques aún no cesaban, y abrió.

—¡Cariño, al fin llegas!

Tan pronto como la vio, la acurrucó en su pecho y la haló hacia adentro. No quería que se diera cuenta de que Yurih iba saliendo de su casa.

—Auch —se quejó por lo bajo—. ¿Me extrañaste, no?

—Siempre que te vas. —la apretó más contra él.

No mentía, sí la extrañaba, sobre todo porque la fastidiosa de Yurih siempre aparecía cuando ella no estaba. Con ___ presente, Yuta encontraba la manera de rechazar y alejar a Yurih, pero con la menor estando ausente, toda su fuerza de voluntad se esfumaba.

—¿Tienes hambre? —ella lo miró y arrugó ligeramente la nariz para luego darle un pequeño beso en los labios— Mamá envió un poco de su tteokbokki y sé que te encanta.

—Ahora que lo mencionas, muero de hambre.

—Entonces iré a calentarlo.

—Ahora te alcanzo, iré por algo a la habitación. —sonrió.

La chica asintió y caminó a la cocina. Yuta aprovechó ese momento para mirar por la ventana y verificar si Yurih se había ido. No notó ninguna presencia afuera y relajó sus músculos.

—Yuta... —lo llamó, alargando un poco la última vocal.

—Dime, cariño.

—Antes de abrir, ¿estabas hablando con alguien? No me malentiendas, no estoy pensando mal, pero creí haberte oído hablar.

—Oh, es que estaba hablando con Sicheng, ya sabes, mi amigo que no veo desde un buen tiempo.

—Aah, tiene sentido. —asintió comprensiva.

Sin embargo, no quedó convencida del todo. La primera y única vez que Yuta le mencionó sobre su amigo, dijo que había perdido contacto con él y que tenían tiempo sin saber nada del otro. Aun así, ella tomó en cuenta la posibilidad de que Sicheng por fin se había dignado en hacerle una llamada a Yuta y con eso se despreocupó.

Por otro lado, mientras Yurih salía de casa de Yuta, Nahyun la observaba desde su jardín delantero y no dudó en detenerla.

—¡Oye, tú! —gritó, haciendo que Yurih se sobresaltara y la miró con temor.

Nahyun le hizo un ademán para que se acercara y la otra, con mucha suspicacia, le hizo caso.

—¿Qué sucede? —cuestionó una vez cerca. La observó de pies a cabeza y se dio cuenta de que era la misma chica que había llegado a entregarle el correo a Yuta— Ahora te recuerdo. Eres esa chica que llegó con un sobre a casa de Yuta.

—Sí y quería preguntarte qué te traes con él.

Al notar la actitud directa y voz pesada de Nahyun, Yurih se irritó.

—Pues él y yo estamos intentando recuperar algo que lastimosamente no se dio bien. ¿Por qué? Acaso tú...

Nahyun la interrumpió.

—Eso es imposible. Yuta está en una relación.

—No es verdad, ¿o es que acaso sólo lo dices para que deje a Yuta y tú tengas el camino libre? —elevó una de sus delgadas cejas.

—Yuta no me atrae en lo absoluto.

—Sí, claro. ¿Crees que ese cuento del correo me lo creo? Sólo quieres verlo.

—Sí, quiero verlo. Pero no sabes la verdadera razón, la cuál no es la que tú piensas.

—¿Y entonces a qué te refieres con que Yuta está en una relación?

—A que está en una relación. De quién se trate no es asunto tuyo, sólo deja de entrometerte y no arruines su felicidad.

—¿Tú quién eres para decirme eso?

—Te pondría en tu lugar pero ahora no tengo ganas de perder el tiempo. Lo único que te digo es que dejes a Yuta en paz. —se giró fugazmente, golpeando el rostro de Yurih con su largo cabello.

Yurih la siguió con una mirada incrédula y por último se giró para salir de allí echando humo. Si era cierto que Yuta estaba en una relación, ¿por qué se lo habría negado? Claro, Nahyun sólo querían tener el camino libre, pensó.

Pero, ciertamente, no era así.

(...)

—Yuta... —lo llamó la menor y él emitió un sonido interrogante con su garganta—... Te quiero.

Ambos se encontraban recostados sobre la cama y a punto de caer dormidos. Nakamoto le daba sutiles caricias en el brazo con la yema de sus dedos.

—Yo también y lo hago mucho más.

Sus sentimientos eran sinceros. Sentía que la quería con todo su ser, pero al mismo, tenía cargo de consciencia por ocultarle lo que pasó con Yurih el otro día. Era lo único en lo que le mentía y eso le inquietaba con demasía.

—Te quiero, te quiero, te quiero —mencionó repetidas veces—. Te quiero tanto que siento que te amo. —soltó y al darse cuenta de lo dicho, cubrió su boca.

Nakamoto volteó a verla con rapidez y sonrió amplio.

—Mhm... ¿Me amas? —la acurrucó más entre sus brazos y besó cortamente sus labios. Ella asintió con timidez— ¿Y si te digo que yo también?

—Eso me haría muy feliz.

—Pues yo también te amo. —acarició su cabello.

La castaña permaneció en silencio unos segundos, escuchando los latidos de Yuta y estos mismos provocaban que su corazón también latiera descontrolado.

—Yuta...

—Dime.

Pensó reiteradas veces lo que estaba a punto de decir y, antes de hacerlo, saturó sus pulmones de aire para con la misma soltarlo. Aclaró la garganta y con suma rapidez soltó:

—Quiero hacerlo contigo.

Nakamoto suspendió sus caricias y la miró, dudando de si se refería a lo que él tenía en mente.

—¿Ah?

—Quiero entregarme a ti.

La castaña sintió cómo sus mejillas se calentaban. Parecía que el corazón también se le saldría del pecho.

—¿Estás segura de eso, nena?

Ella mordió su labio con nerviosismo y asintió.

—Sí. —mencionó en un tono firme.

Be with You ; Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora