46.

3.2K 323 53
                                    

—Yukhei , ¿me esperas un momento? Necesito hablar con Yuta.

—Hablar con... ¿Estás loca? Sabes lo que está sucediendo. No puedes andar hablándole así por así; volverán a pensar mal.

Tenía razón, pero la incertidumbre se la estaba carcomiendo y necesitaba saber qué fue lo que Yuta le dijo al director para que haya cambiado su decisión de manera tan drástica.

—Es algo importante para mí.

—Bien, no tardes tanto.

—Será rápido, lo prometo.

—Estaré en la puerta.

Yukhei se retiró mientras ella guardaba sus materiales. Colocó su mochila en su hombro y caminó hacia él.

—Yuta —le llamó y él emitió un sonido interrogante sin voltear a verla—. ¿Podemos hablar después de escuela?

—No tengo tiempo. —respondió cortante, pero sin ser grosero.

—Entonces, ¿al menos me puedes decir qué fue lo que le dijiste al director? Siento que algo no anda...

—Ve a clase. Te meterás en problemas por llegar tarde. —la interrumpió, empleando el mismo tono que antes.

La chica se quedó observándolo por unos segundos, tratando de descifrar qué escondía. Yuta en ningún momento desvió su atención de lo que hacía y entonces suspiró rendida.

—Bien. Adiós. —acomodó bruscamente su mochila y salió de ahí.

Yuta alzó el rostro y la vio irse. Le dolía el alma hablarle así, ¿pero de qué otra forma la obligaría a alejarse de él para que su partida no te afectara tanto?

Suspiró pesadamente y continuó haciendo su trabajo.

—¿Y bien? —preguntó Yukhei una vez que ella estuvo a su lado.

—Vamos a clase, Xuxi. —respondió con desánimo.

La forma de actuar de Yuta le consternaba de algún modo. Estaba segura de que algo no andaba bien y eso le inquietaba. Si Yuta estaba pasando por un mal momento, ella estaba dispuesta a escucharlo y así ambos podrían buscar la solución al problema; aunque encontrar soluciones no fuera su fuerte.

Entraron al salón y a Yukhei se le hizo raro que su amiga no mencionara ni una palabra en todo el rato, entonces se atrevió a preguntar:

—¿Qué pasó con Yuta?

—No es nada. Es sólo que ha estado actuando extraño.

—Es normal —entonó obvio—. No puede andar hablándote así por así porque sólo se crearan más problemas.

Ella guardó silencio y asintió dándole la razón.

—Supongo que es por eso.

Trató de ignorar la situación, aunque lo intentaría una vez más. Sí, estaba consciente de que lo suyo con Yuta terminó para evitar problemas, pero realmente tenía que saberlo.

Esperó con ansias a que sonara la campana en un largo y aburrido día hasta que por fin el timbrar de esta resonó por todo el instituto. Esperó a que el colegio estuviera casi vacío y a que Yuta saliera.

Estuvo esperando por unos largos minutos en el portón principal. Extrañaba quedarse con él hasta tarde y pasarla riendo mientras le ayudaba con su trabajo. ¿Cómo todo eso se había esfumado en un abrir y cerrar de ojos? Suspiró con pesar y finalmente lo vio salir.

Su corazón se alegró de verlo una vez más. Lo echaba tanto de menos.

—Yuta... —se acercó despacio y, algo dudosa, tocó su brazo. Él la miró con el semblante neutro—. ¿Podemos hablar?

Su mirada le hizo sentir cohibida. ¿Por qué la miraba tan duramente? Le afectaba mucho que se comportara así.

—Ve a casa. Es tarde.

—Yuta, por favor —ignoró su orden y lo tomó del brazo con ambas manos—. ¿Qué es lo que pasa?

—¿Por qué me sigues buscando cuando lo nuestro ya se terminó? —tiró fuerte para deshacerse de su agarre— Ya, ve a casa o te podría pasar algo. —elevó su voz y continuó guardando sus cosas en la parte trasera de su auto.

La castaña se quedó perpleja ante la rudeza de su voz. Estuvo a punto de llorar, pero se resistió y sólo atinó a asentir y comenzar a retroceder lentamente.

—Tienes razón. Lo... lo siento.

Se giró y comenzó a alejarse a paso presuroso. Ya una vez lejos, dejó salir las lágrimas que había estado aguantando y abrazó fuertemente su mochila mientras trataba de llegar lo más pronto a casa. Se sentía estúpida llorando por algo que ella misma había decidido terminar.

Yuta, por otro lado, aún permanecía en el estacionamiento de la institución. Con mucha furia, impactó sus dos puños contra el volante y comenzó a llorar. Se sentía una basura y un cobarde lleno de impotencia. Ni siquiera tenía el valor de decirle que se iría, pero se sentía aún más cobarde por el hecho de que la abandonaría.

Ella, al llegar a casa, sólo se dispuso a estar en su habitación, abrazando la almohada y derramando incesantes lágrimas por él. Se reincorporó en su lugar y cogió su teléfono. Lo intentaría una última vez y si aquello no funcionaba...

Con manos temblorosas y la vista nublosa, escribió las palabras que tanto ansiaba decirle y también escucharlas de él:

«Yuta, sólo quería decirte que te amo con todo mi corazón y aunque no estemos juntos, siempre será así

Con mil inseguridades llenándola, envió aquel mensajes y esperó unos minutos a que la pantalla le indicara que el mensaje había sido leído. Yuta sí lo leyó, pero nunca contestó.

Nakamoto estrujó el teléfono entre sus manos mientras lloraba desconsoladamente. Se odiaba en esos momentos y también tenía que hacer que ella lo odiara, por lo que apagó su celular y se metió bajo las sábanas.

Esa noche ambos derramaron lágrimas hasta no poder más y caer dormidos. Su mayor deseo era tener las caricias y besos del otro, pero lastimosamente la almohada fue su única compañera.

Be with You ; Nakamoto YutaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora